Qué es la dieta de la longevidad de Okinawa, el secreto de los japoneses para vivir 100 años

La dieta de los habitantes de la isla japonesa de Okinawa es uno de los factores que explican su extraordinaria esperanza de vida

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Mujeres montando en bicicleta en Japón (AdobeStock)
Mujeres montando en bicicleta en Japón (AdobeStock)

En una paradisiaca isla del Mar de China Oriental, habita una población en la que llegar a los 100 años de edad no es extraño. La isla japonesa de Okinawa es una de las zonas azules del mundo en la que la longevidad forma parte del ADN de sus ciudadanos. Pero, ¿es esta extraordinaria esperanza de vida solo gracias a una poderosa genética? La investigación de Dan Buettner, el mayor experto del mundo en longevidad, se ha centrado durante años en estudiar de qué manera los hábitos de vida que mantienen los habitantes de las zonas azules pueden influir en su esperanza de vida.

Uno de los factores en los que más se enfoca la investigación de Buettner es la alimentación. En el caso de los japoneses de Okinawa, su dieta se basa en una serie de principios que contribuyen a su capacidad para promover la salud y la longevidad. Al tener una densidad calórica baja, ya que prioriza alimentos ricos en agua y fibra, pero bajos en grasas y azúcares, previene el sobrepeso y reduce el riesgo de enfermedades crónicas. A pesar de su bajo contenido calórico, esta dieta es rica en nutrientes esenciales, como vitaminas, minerales, antioxidantes y fitonutrientes, que favorecen la salud celular y metabólica.

Un principio cultural clave es el “hara hachi bu”, que significa “come hasta estar al 80% lleno”. Este enfoque fomenta una relación consciente y moderada con la comida, ayudando a evitar el exceso de calorías. Además, la dieta se enfoca en alimentos de origen vegetal, como verduras, frutas, tubérculos, algas y legumbres, que proporcionan una gran cantidad de fibra y compuestos bioactivos. Por el contrario, los productos animales se consumen en pequeñas cantidades, con la proteína proveniente principalmente de fuentes vegetales.

Los productos derivados de la soja, como el tofu, el miso y el edamame, son otra fuente clave de proteínas y fitoestrógenos que benefician la salud ósea, cardiovascular y hormonal y que los habitantes de esta isla japonesa incluyen en su dieta diaria. Al mismo tiempo, consumen verduras de hoja verde y amarilla, como las espinacas, la col rizada y las algas marinas, que aportan vitaminas, minerales y antioxidantes que fortalecen el organismo.

Los granos integrales, como el arroz integral y la cebada, proporcionan carbohidratos complejos y fibra, esenciales para una digestión saludable; y las frutas locales, como la papaya, el mango y los cítricos, se consumen con moderación, ofreciendo antioxidantes y azúcares naturales. Aunque el consumo de carne es limitado, el pescado se incluye ocasionalmente como una excelente fuente de ácidos grasos omega-3, que favorecen la salud del corazón.

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Beneficios para la salud de seguir la dieta Okinawa

Los beneficios de la dieta Okinawa son numerosos y explican la longevidad y vitalidad de sus seguidores, siendo uno de los más destacados la prevención de enfermedades crónicas. La combinación de baja densidad calórica y alta densidad nutricional ayuda a evitar la diabetes tipo 2, la hipertensión, la obesidad y las enfermedades cardiovasculares.

Otro beneficio importante es su capacidad para combatir la inflamación y el estrés oxidativo gracias a los antioxidantes presentes en alimentos como la batata morada, las verduras y las algas, que frenan el envejecimiento celular y el riesgo de enfermedades degenerativas. También promueve una salud intestinal óptima, ya que el alto contenido de fibra alimenta a la microbiota intestinal, fortaleciendo el sistema inmunológico y mejorando la digestión.

El control del peso es otro aspecto clave. El principio de “hara hachi bu” y la baja densidad calórica ayudan a mantener un peso saludable sin necesidad de restricciones severas. Además, esta dieta beneficia la salud cerebral: los alimentos ricos en antioxidantes y ácidos grasos esenciales protegen contra el deterioro cognitivo y las enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer.

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