Candiel, el combinado de vino, azúcar y huevo que daban a los niños débiles en España a principios del siglo XX

Este ‘cuba libre infantil’ de origen inglés, preparado con vino, azúcar y huevo, fue consumido por varias generaciones de jerezanos

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Cóctel en una copa de vino (ShutterStock)
Cóctel en una copa de vino (ShutterStock)

En este país, hace solo unas décadas, los niños también bebían. Un sorbo “para probar”, un poco de pan mojado en vino o un buen trago de candiel para abrir el apetito. Estas costumbres nos hacen, a día de hoy, echarnos las manos a la cabeza, pero lo cierto es que, en los años 70, no existía la conciencia del grave peligro que el consumo de alcohol podía suponer para un niño en pleno desarrollo. Entonces, los niños gaditanos especialmente, acostumbraban a beber el conocido como candiel, una bebida a base de vino de Jerez que “aumentaba el apetito y aportaba vitalidad”.

El candiel es una bebida elaborada a base de vino de Jerez, brandy, oloroso o dulce, yema de huevo y azúcar. La palabra candiel, o candié en el acento más gaditano, es una españolización o un gaditanismo que proviene del inglés ‘candy – egg’, es decir, huevo dulce. Esta raíz etimológica podría coincidir con el origen de la propia bebida, cuyo nacimiento podría remontarse a varios siglos atrás en tierras británicas.

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En España, el consumo infantil de esta bebida se popularizó sobre los años 70 del siglo XX, a modo de remedio para aumentar el apetito y aportar vitalidad a los niños que mostraban debilidad física. Pero, en realidad, su nacimiento poco tiene que ver con la medicina, si no más bien con la cocina. Su origen parece remontarse al siglo XVIII, cuando aparece una de las primeras referencias escritas de este mejunje. En el segundo tomo del Diccionario de Autoridades, publicado en 1729, se definía como “especie de caldillo o mojo, que se hace con vino blanco, yemas de huevo, azúcar y otras especias, y sirve para sazonar y guisar pollos, gallinas y otras aves cocidas. Es muy apetitoso y usado frecuentemente en Andalucía y otras partes”.

El brebaje estaba elaborado con una yema de huevo, azúcar y vino de Jerez (ShutterStock)
El brebaje estaba elaborado con una yema de huevo, azúcar y vino de Jerez (ShutterStock)

La gran presencia de población británica en la zona de Cádiz y su considerable relación con el mundo de la producción vinícola podría tener relación con la llegada a España de esta curiosa mezcla. Según recoge la web del Consejo Regulador del vino de Jerez, ingleses, irlandeses y escoceses “se establecen en la zona durante los siglos XVII y XVIII”, momento en el que también aquí se comienza a utilizar este combinado.

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Los niños no eran los únicos que se ‘beneficiaban’ de las bondades de este combinado. Este efectivo reconstruyente tenía una considerable aceptación general, algo que demuestran documentos gráficos de distintas épocas. Una de las imágenes en la que mejor se demuestra es en la caricatura que realizó Alfred Bryan, en 1880, del estadista británico William Gladstone. El dibujo representa a Gladstone antes de participar en uno de los agotadores debates parlamentarios del parlamento inglés, tomándose un candié y acompañado en la imagen de una botella que luce la etiqueta de sherry junto a unos huevos y un recipiente.

Este tónico era habitualmente consumido también entre los jugadores de fútbol de la liga británica, en una especie de ritual previo al encuentro. Así lo muestran documentos gráficos de los equipos de Aberdeen, en 1936, Yeovil Town, en 1949 y el de Swansea, en 1968.

Jugadores del Swensea bebiendo un candiel antes de un partido en 1968 (Jerez de Cine)
Jugadores del Swensea bebiendo un candiel antes de un partido en 1968 (Jerez de Cine)

Quina, “es medicina y es golosina”

El candiel no era la única bebida alcohólica ‘para niños’ que se servía en España. Durante los cincuenta y sesenta, los vinos quinados se convirtieron en un producto muy popular en España. Este tipo de bebidas, vinos dulces, se consideraban “medicinales” y, además de alcohol, estaban enriquecidos con quina, una sustancia obtenida de la corteza del árbol del quino, muy usada en medicina por sus propiedades febrífugas.

Estos vinos estaban supuestamente dotados de efectos saludables y se anunciaban como producto para niño sin tapujos. “Es medicina y es golosina”, decía el lema de Quina Santa Catalina, una de las marcas más conocidas de este tipo de vinos. “Este excelente vino quinado es muy bueno para niños y mayores”, rezaba el de Kina San Clemente, otra de las opciones disponibles en el mercado. Esta misma marca creó incluso un personaje infantil llamado Kinito, un niño con superpoderes adquiridos gracias a las supuestas bondades de esta bebida.

Anuncios de vinos quinados, de Kina San Clemente y Quina Santa Catalina (Licorea/Tesoros del Ayer)
Anuncios de vinos quinados, de Kina San Clemente y Quina Santa Catalina (Licorea/Tesoros del Ayer)

Sí, abre el apetito, pero, ¿a qué precio?

Lo cierto es que es posible que este brebaje activara el apetito de los niños gaditanos, pues hay varios factores que pueden favorecerlo. Varias investigaciones han demostrado que la ingesta de alcohol produce una actividad inusual de las neuronas AgRP, encargadas de registrar y mandar señales de saciedad cuando el cuerpo consume algo rico en calorías. Sin embargo, cuando bebemos alcohol, este bloquea esa señal y vuelve a activar el apetito. Nuestro cerebro nos volverá a pedir que comamos, ya que entiende que tenemos hambre.

Además, la ingesta de bebidas alcohólicas puede provocar una disminución del nivel de azúcar en la sangre, puesto que el hígado ve afectada su capacidad de liberar la cantidad de glucógeno o de glucosa almacenada en sangre necesaria para mantener los niveles estables. Es por esta razón que el cuerpo sentirá un aumento del hambre, de la necesidad de tomar alimentos azucarados o muy calóricos, grasos y ricos en hidratos de carbono.

En cuanto a los niveles de energía, no existen investigaciones que demuestren que el alcohol ayude a aportar vitalidad. De hecho, con el consumo de alcohol se produce una mayor fatiga física y más sueño; también se pierde fuerza y coordinación.

No obstante, por supuesto, el aumento del apetito no compensa los problemas que puede causar la ingesta de alcohol en la infancia. El cerebro de los niños y adolescentes es espacialmente vulnerable a los efectos del alcohol. En los últimos años, numerosos estudios científicos demuestran la asociación del consumo de alcohol y el daño cerebral en los menores, un consumo que, además, puede producir alteraciones en los procesos de memoria y aprendizaje e interferencias en el desarrollo cerebral. El consumo de bebidas alcohólicas puede afectar, además, al desarrollo de órganos vitales e interferir con los procesos hormonales fundamentales durante la infancia y los inicios de la adolescencia.

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