La Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia señala que uno de cada diez adolescentes en España sufre de un trastorno de la conducta alimentaria. El número de personas con este tipo de patologías se cifra en los 400.000 casos. Las razones son múltiples y diversas. Ahora, el contexto social tiene un enorme impacto. La soberanía de la estética se ha impuesto y, en muchas ocasiones, el precio a pagar es la propia salud de las personas.
Grandes cruzadas particulares han tomado a la belleza como meta. Y el campo de batalla ha sido el cuerpo. De este modo, se ha luchado por alcanzar la silueta perfecta marcada por los estándares de cada tiempo y, para ello, se ha jugado en contra de la naturaleza de cada cual. Así, en muchas ocasiones, se ha cargado contra todos aquellos que se alejaran de la norma imperante. La desinformación y los prejuicios se expandieron en la sociedad. Por su parte, las instituciones médicas contribuyeron a la difusión de creencias erróneas mediante el uso de herramientas diagnósticas deficientes, según señalan los expertos. El Índice de Masa Corporal (IMC) es un ejemplo de ello.
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Qué es el IMC y qué problemas tiene
El IMC es un criterio diagnóstico que se utiliza en estudios, en aseguradoras y en decenas de sistemas para medir el estado de salud de una persona. Sin embargo, tal y como establece la nutricionista Victoria Lozada, autora del libro Comer sin hacer dieta, se trata de una fórmula muy vieja y enormemente problemática. Para empezar, porque sólo considera el peso y la altura. Pero esto no es todo. “Es muy reduccionista y ni siquiera se creó para medir salud. Quetelet lo usaba para decir que las personas que no fueran blancas tenían más probabilidades de ser criminales”, apuntaba Lozada.
El IMC, al considerar únicamente el peso como valor de medición, no mide grasa ni mide músculo.“No estamos considerando analíticas, no estamos considerando un estilo de vida, ni hábitos, ni conductas, ni absolutamente nada”, agrega la nutricionista. Además, cuando se creó esta fórmula sólo se tomó a hombres blancos europeos como patrones de referencia. Por lo que hay otras particularidades fisiológicas y demográficas que no se están teniendo en cuenta. Ante esto, Lozada es clara: “Necesitamos que no se emplee esa fórmula como único criterio diagnóstico, porque se está patologizando a muchísimos cuerpos sin saber absolutamente nada sobre su verdadero estado de salud”. Para ella, lo ideal sería que el IMC se considerara un valor más, tal y como puede ser la glucosa en sangre o el tiempo de sueño. “Que no se use como diagnóstico total, que no sea el centro del tratamiento”, ha subrayado.
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La importancia de cambiar la perspectiva médica: el peso como valor neutro
En varias ocasiones se han difundido datos sobre el supuesto peso ideal de las personas en función de su altura a través de las redes sociales. El IMC era la lógica que se escondía tras estos resultados. El peligro que estos actos generaban era muy grande. Y es que hay quienes tienen un peso mucho más por debajo o mucho más por encima de lo que dictan los valores de referencia y están en un estado de salud óptimo. Entre tanto, culturistas y atletas profesionales, según los parámetros del IMC, han sido considerados personas con obesidad por el peso de sus músculos. De nuevo, el rechazo al sobrepeso determina las directrices médicas.
“Se pierden muchas cosas en el camino que no se están viendo solamente por llegar a un peso”, puntualiza Lozada. De este modo, ella apuesta por tratar de establecer una relación neutra con el peso. “Es importante recordar que existe la diversidad corporal y que hay muchos tipos de cuerpos”, aseveraba. En este contexto, la psiconutricionista Sheila Mulero, autora de Déjate Florecer, comenta que sólo se tiene responsabilidad sobre el 26% de los factores que influyen en el cuerpo. “El resto, en contra de lo que se cree, no lo podemos controlar”, ha afirmado.
La opinión de estas especialistas sustenta un cambio de pensamiento necesario. La sociedad necesita dejar de tener unos estándares de belleza. Los sujetos deben cesar de valorarse a través de la métrica del sistema. Por ello, la reforma debe alcanzar un nivel general. “Los nutricionistas y profesionales de la salud deben restar importancia y quitarle el peso al peso”, sostiene Lozada. “El centro de una intervención nutricional debería centrarse en las conductas. El peso no es una conducta que podamos modificar. Pero sí que podemos modificar y sí que podemos promover que haya más ingesta de frutas, de verduras y una mejor calidad nutricional en general”, ha concluido.