La enfermedad de Alzheimer es la forma más común de demencia. Se manifiesta con la pérdida progresiva de memoria y otras habilidades cognitivas que interfieren con la vida cotidiana. Si bien se desarrolla más en personas mayores de 65 años, puede también afectar a más jóvenes. Con el avance de la investigación científica ahora se sabe que en América Latina se puede reducir un 56% el riesgo de demencias como Alzheimer si se controlan mejor 9 factores para su prevención.
Hoy 21 de septiembre es el Día Mundial de la enfermedad de Alzheimer. A través de un análisis de diferentes estudios, una comisión de expertos impulsada por la revista The Lancet determinó cuáles son los factores que ayudan a prevenir las demencias, incluyendo la enfermedad de Alzheimer. Para la región latinoamericana se identificaron 9 claves que hay que tenerlas en cuenta desde la infancia porque el acceso a la educación es el primer factor que ayuda a reducir el riesgo de padecer el trastorno en la etapa adulta.
“La enfermedad de Alzheimer es la forma más común de demencia entre las personas mayores. Es un trastorno cerebral que puede afectar la capacidad de una persona de llevar a cabo sus actividades diarias. Pero ahora sabemos que las personas y sus familias pueden hacer mucho para reducir el riesgo de desarrollar Alzheimer desde la infancia así como también para desacelerar su avance si se diagnostica a tiempo”, dijo a Infobae el doctor Ricardo Allegri, investigador del Conicet y jefe de Neurología Cognitiva, Neuropsicología y Neuropsiquiatría de Fleni en Buenos Aires.
La enfermedad de Alzheimer afecta la memoria, el pensamiento, la orientación, la comprensión, la capacidad de aprendizaje, el lenguaje y el juicio. El deterioro de la función cognitiva suele ir acompañado, y a veces precedido, por el deterioro del control emocional, del comportamiento social o de la motivación.
En 1901, el médico psiquiatra alemán Alois Alzheimer quedó sorprendido con los síntomas del comportamiento de Auguste Deter, de 51 años. Su paciente sufría la pérdida de memoria de corto plazo y alucinaciones auditivas, y el médico se preguntó por qué. Cinco años después, la paciente -que había pasado a vivir en un asilo en Frankfurt- falleció. Alzheimer conservó la historia clínica y estudios de su cerebro, y se los llevó a Munich para trabajar en el laboratorio de un pionero de la psiquiatría, Emil Kraepelin.
Al hacer la autopsia del cerebro de la paciente, el médico observó placas de amiloide y la acumulación de estructuras fibrilares entrelazadas en las neuronas. Presentó el caso en una reunión de psiquiatría, pero la audiencia no le prestó atención. En 1910, Kraepelin empezó a hablar de la “enfermedad de Alzheimer”. Pero Alzheimer nunca sospechó que su encuentro con la paciente iniciaría una larga carrera internacional por descubrir las causas y desarrollar tratamientos para la demencia más frecuente.
Alzheimer murió en 1915, y el mundo biomédico lo reconoce no sólo por su original descripción de una enfermedad sino también por ser un modelo de investigador clínico. Desde hace varias décadas se sabe que las proteínas beta-amiloide y la proteína tau. Ambas proteínas están relacionadas con el desarrollo de Alzheimer, pero aún hay muchos detalles del proceso de la enfermedad por entender. En 1987, se puso en marcha el primer ensayo clínico sobre la enfermedad. Desde 1998, se han probado 100 medicamentos, incluyendo una vacuna en ratones, y se indican hoy algunos fármacos para tratar síntomas. Hay una carrera para encontrar más pistas sobre la enfermedad y tratar porque se pronostica que para el año 2050 habrá 14 millones de personas con la enfermedad en el mundo.
Hoy se conoce que las personas y las comunidades pueden hacer mucho más para reducir el riesgo de la enfermedad de Alzheimer. “Lo interesante es que el control de los 9 factores en América Latina también sirven para cuidar tanto el cerebro como el corazón. Por esos consideramos que las políticas públicas de salud deberían tenerlos en cuenta y desarrollar acciones para que la gente los pueda adoptar. Sería costo-efectivo para cada país”, comentó el doctor Allegri.
El reporte de la Comisión de The Lancet sobre demencias se señaló que el primer factor de riesgo es la baja educación de las personas durante la infancia. Este factor influye en el 11% de los casos en América Latina. Los tres factores de riesgo de Alzheimer siguientes son la pérdida auditiva, la hipertensión sin control y la obesidad durante la vida adulta.
Con el transcurso de los años, se suman otros 5 factores de riesgo que son el consumo de tabaco, desarrollar depresión, no practicar actividad física o ser una persona sedentaria, mantener poca actividad social con otras personas, y tener diabetes sin tratamiento.
Además de los factores de riesgo, en la actualidad se pone más énfasis en que las personas mayores, y sus seres queridos puedan estar atentos para que se acceda a un diagnóstico más temprano de la enfermedad. “La enfermedad puede confundirse por los olvidos que las personas tienen. Hay que distinguir entre olvidos normales y olvidos patológicos”, remarcó el especialista de Fleni.
En el caso del olvido normal, la persona olvida algo en un momento y lo recuerda poco después. Por ejemplo el nombre del actor de una película que luego vuelve a venir a la mente. “En cambio en el olvido patológico, la persona se olvida toda una situación y no se la recuerda después. Otra señal temprana puede ser la desorientación en un lugar conocido. Otras situaciones para prestarle atención son que las personas empiezan repetir preguntas y comentarios y se olvidan que ya los hicieron”, señaló Allegri. En esos casos, es importante que se consulte al médico de cabecera que puede hacer un examen en profundidad.
También puede ocurrir que la persona con síntomas de un trastorno cognitivo niegue el problema. Por eso, hay pacientes con Alzheimer que llegan a la consulta porque sus familiares o sus parejas empiezan a quejarse porque cometen más errores, tienen ansiedad, entre otras otras situaciones.
En tanto, el doctor Juan Alberto Ollari, coordinador del Centro de Neurología Cognitiva del Hospital Británico de Buenos Aires y jefe del servicio de neurología del Hospital Borda de la Ciudad de Buenos Aires, comentó a Infobae que desde el año pasado la pandemia por el coronavirus sumó más obstáculos tanto a la prevención de la enfermedad de Alzheimer como a su detección temprana.
“Con el confinamiento del año pasado, hubo más aislamiento social de las personas, que es uno de los factores de riesgo para las demencias. También fue más difícil el control de enfermedades como hipertensión, diabetes, obesidad, y la gente se movió menos. Es decir, ha sido más sedentaria”, señaló el doctor Ollari.
Mucho se puede hacer para reducir el riesgo de Alzheimer: “Seguir una alimentación mediterránea -con más frutas y verduras y menos productos procesados, realizar actividad física -como las caminatas rápidas diariamente-, encontrarse con otras personas (hoy siguiendo los cuidados también contra el COVID-19, y hacer estimulación cognitiva mejora sustancialmente la calidad de vida de las personas y disminuye significativamente la exposición a factores de riesgo de padecer enfermedad de Alzheimer”, subrayó Ollari.
Además, según el doctor Ollari se pueden considerar los cuidados en el hogar, como evitar suelos resbaladizos o irregulares, puertas angostas, iluminación deficiente, pasillos con exceso de obstáculos, alfombrados, exceso de mobiliario, muebles con superficie vidriada, entre otros, que pueden llevar a que las personas sufran accidentes. Ir a dormir en un horario fijo cada día también forma parte de las medidas de higiene del sueño que favorecen un descanso nocturno reparador. “Algunas de esos consejos favorecen el refuerzo de la autoestima y la preservación de la independencia funcional en las personas mayores. Por lo cual, son también claves para preservar su calidad de vida”.
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