Para la mayoría de las personas, un trozo de pizza o un donut pueden llamar más la atención y abrir más el apetito que un plato de brócoli. Hasta qué punto se trata de algo psicosocial es algo que los investigadores se preguntan desde hace tiempo. Los alimentos con mayor contenido calórico son los preferidos entre las personas con y sin obesidad, a pesar de tener un sabor y una textura similares, según un estudio de la Fundación Champalimaud recientemente publicado en la revista PLOS Biology.
¿Qué es lo que tienen los alimentos ricos en grasas y azúcares que, a pesar de ser menos saludables, hacen que sean nuestros favoritos? Comer envía señales al cerebro con información sobre el contenido energético de un alimento, lo que puede influir en las preferencias alimentarias independientemente del sabor. Las personas obesas suelen tener alteraciones en las zonas del cerebro donde se libera dopamina, lo que puede impulsar una alimentación basada en la recompensa y una preferencia por alimentos ricos en energía, grasas y azúcares.
En este estudio, después de examinar a un grupo grande de voluntarios sanos, los investigadores compararon las preferencias alimentarias dividiéndolos en tres secciones: 11 individuos con obesidad, 23 pacientes posoperados de cirugía bariátrica y 27 sujetos de control no obesos. Se les dio a los participantes yogur bajo en grasa endulzado con y sin maltodextrina (un carbohidrato que agrega calorías al yogur sin afectar el sabor o la textura). Los participantes comieron el yogur en casa, alternando entre el yogur con maltodextrina y el yogur sin maltodextrina. Los tres grupos comieron más yogur con maltodextrina, a pesar de calificar ambos como igualmente agradables. De manera algo inesperada, los efectos de la maltodextrina en el consumo de yogur fueron similares en individuos con obesidad en relación con sus contrapartes no obesas.
“Nos llamó mucho la atención que, aunque la conducta se orientara hacia el consumo de yogures con mayor contenido energético, esto no pareciera ser el resultado de elecciones explícitas, ya que no se encontraron cambios consistentes en el agrado de los sabores enriquecidos con carbohidratos. Es importante destacar que esta conducta se mantuvo en pacientes con obesidad y después de la cirugía de pérdida de peso, a pesar de que existían diferencias importantes en su sistema dopaminérgico cerebral”, concluyen los autores.
Alimentos calóricos pero saludables
Muchas personas asocian los alimentos calóricos con ser poco saludables, aunque no es necesariamente así. Existen múltiples alimentos ricos en calorías cuyo perfil nutricional está cargado de beneficios para la salud, por lo que incorporar alimentos calóricos pero saludables en nuestra dieta puede aportar nutrientes esenciales y beneficios significativos para la salud.
El aguacate es una fruta rica en grasas monoinsaturadas, especialmente ácido oleico, que contribuye a reducir el colesterol LDL (“malo”) y aumentar el HDL (“bueno”). Además, es fuente de fibra, potasio, vitamina E y carotenos, nutrientes que favorecen la salud cardiovascular y digestiva. A pesar de su densidad calórica, el aguacate posee un perfil lipídico saludable que no debe generar temor en su consumo. El nutricionista Pablo Ojeda destaca que las grasas presentes en el aguacate son beneficiosas y no contribuyen a enfermedades cardiovasculares ni a la obesidad en comparación con las grasas saturadas.
El aceite de oliva virgen extra es un pilar de la dieta mediterránea, reconocido por sus múltiples beneficios para la salud. Al ser rico en grasas monoinsaturadas y antioxidantes, su consumo regular se asocia con la reducción del riesgo de enfermedades cardiovasculares. Un estudio de la Universidad de Harvard indica que una ingesta diaria de más de 7 gramos de aceite de oliva virgen extra disminuye en un 14% el riesgo de padecer estas enfermedades.
Los frutos secos, como almendras, nueces y avellanas, son alimentos calóricos pero densos en nutrientes. Aportan grasas saludables, principalmente poliinsaturadas y monoinsaturadas, proteínas vegetales, fibra, vitaminas y minerales, por lo que su consumo moderado se relaciona con la mejora del perfil lipídico, aumentando el colesterol HDL y disminuyendo el LDL, lo que favorece la salud cardiovascular.
El pescado azul, como el salmón, la caballa, las sardinas y el atún, es rico en ácidos grasos omega-3, esenciales para la salud cardiovascular. Estos ácidos grasos poliinsaturados ayudan a reducir los niveles de triglicéridos en sangre, disminuyen la inflamación y pueden contribuir a aumentar el colesterol HDL, como apunta el Hospital San Rafael de A Coruña. Además, el pescado azul es una excelente fuente de proteínas de alta calidad, vitaminas del grupo B y minerales como el selenio y el yodo.
* Con información de Europa Press