El ritmo de la vida actual es frenético. El trabajo, los compromisos personales y las obligaciones del día a día hacen que muchas veces la calidad del descanso se vea afectada. Así pues, las consecuencias de esto son muchas: nuestras defensas bajan, al igual que la capacidad de atención y la energía par afrontar el día a día.
Ahora bien, en muchas ocasiones, no hay posibilidad de pausa. Son muchos a los que sus estudios y trabajos les piden un alto nivel de concentración. Por ello, cuando las horas de sueño y descanso no ayudan, es habitual recurrir al consumo de determinadas bebidas para conseguirlo.
Tanto el café como el té contienen compuestos que influyen en el rendimiento cognitivo, pero sus efectos varían en función de la cantidad consumida y las necesidades de cada persona. Este artículo analiza cuál de estas dos bebidas es más efectiva para potenciar la atención y la concentración.
Cómo afecta el café a la concentración
El café destaca por su capacidad para estimular el sistema nervioso central. Su principal compuesto activo, la cafeína, bloquea los receptores de adenosina en el cerebro, reduciendo la sensación de cansancio y aumentando la alerta.
Según la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), una taza de café puede contener entre 70 y 140 miligramos de cafeína, dependiendo del tipo y el método de preparación. Esta cantidad suele ser suficiente para mejorar la capacidad de atención y mantener la concentración durante períodos prolongados. Si embargo, un consumo excesivo puede tener efectos adversos, como nerviosismo, irritabilidad y trastornos del sueño, que a largo plazo podrían dificultar la capacidad de concentración. Por ello, se recomienda limitar su ingesta a no más de 400 miligramos de cafeína al día, lo que equivale a unas cuatro tazas de café.
Cómo afecta el té a la concentración
El té también contiene cafeína, aunque en menor cantidad que el café. Una taza de té negro, por ejemplo, aporta entre 30 y 50 miligramos de cafeína. Además, el té es rico en teanina, un aminoácido que promueve la relajación sin causar somnolencia y que, en combinación con la cafeína, mejora la atención sostenida.
Este equilibrio entre la cafeína y la teanina convierte al té en una opción ideal para quienes buscan mejorar la concentración sin experimentar los efectos secundarios asociados a dosis más altas de cafeína. El té verde y el té blanco, aunque contienen menos cafeína que el negro, también ofrecen beneficios cognitivos gracias a sus antioxidantes, que protegen las células cerebrales del estrés oxidativo. Además, el té tiene la ventaja de ser menos ácido que el café, lo que lo hace más tolerable para personas con sensibilidad estomacal.
Cuál elegir
La elección entre café y té para mejorar la concentración depende de varios factores, como la tolerancia personal a la cafeína, el momento del día y las necesidades específicas. El café puede ser más efectivo para un estímulo rápido y de corta duración, como antes de una reunión o una tarea importante. Por otro lado, el té es ideal para mantener una concentración constante durante un período prolongado sin causar nerviosismo.
Es importante recordar que la hidratación también influye en el rendimiento cognitivo. Por ello, combinar estas bebidas con agua puede potenciar sus efectos positivos sin provocar deshidratación.