Las obligaciones laborales y personales limitan el tiempo disponible para cocinar. De igual modo, las altas temperaturas hacen que tanto el apetito como las ganas de pasarse el tiempo al calor de los fogones, disminuyan. Por ello, la suma de todos estos factores tiene como resultado una preparación mucho menos elaborada de las comidas.
Ahora bien, hay que tener en cuenta que el tiempo que se emplea en la preparación de distintos platos no tiene por qué conllevar una menor calidad nutricional de los mismos. Sin embargo, el problema puede aparecer cuando se opta con demasiada asiduidad por las alternativas precocinadas disponibles en los distintos supermercados.
Los alimentos ultraprocesados (UPF, por sus siglas en inglés) se refieren a todas aquellas fórmulas industriales listas para consumir o calentar, elaboradas con ingredientes basados en aditivos artificiales.
Cuál es el problema de consumir alimentos precocinados
Los alimentos precocinados pueden parecer la alternativa perfecta a los platos tradicionales. Sin embargo, aunque puedan presentarse como el sustituto idóneo, lo cierto es que no son una opción a la que se deba acudir con frecuencia. De hecho, los alimentos precocinados no deberían formar parte de una dieta saludable. Y son muchas las razones que lo explican.
Por un lado, en la mayoría de los casos, el etiquetado de los alimentos no especifica la calidad de los ingredientes. De esta forma, una lasaña puede contener carne, pero no se detalla de qué parte del animal proviene ni la proporción de carne y grasa.
Además, en muchos productos, la proporción del ingrediente principal es baja en comparación con otros de escaso valor nutricional y alto contenido en carbohidratos. Lo que se suma a que, por lo general, los alimentos ultraprocesados pierden nutrientes debido a las altas temperaturas a las que son sometidos durante su preparación y recalentamiento, reduciendo su valor nutritivo en comparación con los ingredientes crudos.
Finalmente, más allá de que el aporte calórico de los ultraprocesados sea mucho mayor que el de los productos casero, hay que destacar que en contra a lo que ocurre en este segundo caso, en los platos precocinados suelen tener una alta composición de grasas, aditivos y sales. Con todo ello, incluir estos platos en la habitual podría aumentar el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares graves o cáncer.
Cómo llevar una dieta equilibrada
Una comida no determina un estilo de alimentación. Así, y teniendo en cuenta que comer no es sólo alimentarse, sino que es una acción que contempla otros muchos factores, habría que organizar los hábitos alimentarios en función del estilo de vida que se tenga en cada momento. Con todo ello, llevar una alimentación saludable será siempre el objetivo principal.
Por su parte, el portal especializado en salud Mayo Clinic, establece que al elegir un plan alimenticio, es importante incluir comidas variadas de los principales grupos de alimentos. Por tanto, tiene que haber espacio para las frutas, las verduras, los cereales integrales, los lácteos bajos en grasa, las proteínas magras, los frutos secos y semillas, y las grasas saludables. El plan debe indicar las porciones adecuadas de cada grupo alimenticio. Por último, es importante destacar que cada persona tiene unas necesidades concretas, por lo que a la hora de hacer cualquier cambio en la alimentación, siempre se recomienda consultar a un especialista.