Uno de los mejores trucos para llevar una alimentación saludable es consumir productos de temporada y de proximidad. Cada estación aporta los alimentos que nuestro cuerpo más necesita en cada época del año, como ocurre ahora con las hortalizas de invierno. Muchas de ellas son clave para protegernos de la gripe y el catarro. Entre ellas, la coliflor.
La coliflor es una hortaliza que pertenece a la familia de las crucíferas, la misma de las coles, el brócoli y las coles de Bruselas. Es una hortaliza excepcionalmente baja en calorías, lo que la hace ideal para dietas de control de peso. Cada porción de 100 gramos contiene solo 25 calorías aproximadamente, pero a su vez es rica en vitaminas, minerales, fibra y compuestos bioactivos.
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Una de las principales características nutricionales de la coliflor es su alto contenido de vitamina C. Esta vitamina es esencial para el crecimiento y reparación de tejidos en todo el cuerpo, y actúa como un poderoso antioxidante, protegiendo las células contra el daño provocado por los radicales libres. Una porción de coliflor puede cubrir casi el 77% de la ingesta diaria recomendada de vitamina C.
Además, la coliflor es una buena fuente de vitamina K, esencial para la coagulación de la sangre y la salud ósea, y proporciona cantidades significativas de vitaminas del grupo B, incluida la B6, vital para el metabolismo y la función cerebral, y el ácido fólico, crucial durante el embarazo para el desarrollo fetal.
Desde el punto de vista mineral, la coliflor aporta potasio, calcio, hierro y magnesio, micronutrientes esenciales para el mantenimiento de varias funciones corporales, incluyendo la regulación de la presión arterial, la salud ósea y la función muscular.
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La fibra es otro componente clave presente en la coliflor, favoreciendo la salud digestiva. El consumo regular de fibra promueve un tránsito intestinal regular, ayuda en la prevención del estreñimiento y puede reducir el riesgo de enfermedades crónicas como la diabetes tipo 2 y las enfermedades cardiovasculares.
Los antioxidantes son abundantes también en la coliflor, especialmente los glucosinolatos e isotiocianatos, unos compuestos que han demostrado tener propiedades anticancerígenas, ayudando a neutralizar sustancias nocivas en el cuerpo. Algunos estudios sugieren que una dieta rica en estas hortalizas está asociada con un menor riesgo de varios tipos de cáncer, incluidos el de colon, pulmón y mama.
La coliflor también contiene compuestos como la quercetina y el kaempferol, flavonoides que poseen propiedades antiinflamatorias y pueden contribuir a la reducción del riesgo de enfermedades crónicas. La inflamación crónica está vinculada con numerosas condiciones de salud, incluyendo enfermedades cardíacas, obesidad y diabetes tipo 2.
Más allá de su valor nutricional, también destaca por su versatilidad en la cocina, pues puede consumirse cruda, cocida, al vapor, asada, gratinada o incluso procesada como sustituto de cereales y harinas en recetas para reducir el contenido de carbohidratos. Esta característica convierte la coliflor en una opción popular en dietas bajas en carbohidratos y ceto, contribuyendo a la diversidad dietética sin sacrificar el sabor.