- El consumo de insectos tiene raíces milenarias y ofrece una alta riqueza nutricional.
- México, Tailandia y China destacan por sus preparaciones únicas de chapulines, grillos y escorpiones.
- La FAO promueve su consumo por los beneficios nutricionales y sostenibles que aporta.
Lo esencial: el consumo de insectos, práctica común en países de Asia, África y América Latina, está ganando terreno en la gastronomía moderna por su alto contenido en proteínas, grasas saludables y micronutrientes como zinc y hierro. Países como México popularizan platos de chapulines y escamoles, mientras que en Camboya se fríen tarántulas, y en Kenia se aprecian las termitas. Estos alimentos destacan no solo por su valor nutritivo, sino también como opción sostenible frente a la demanda mundial de proteínas.
Por qué importa: el interés en la entomofagia crece ante desafíos globales de seguridad alimentaria y sostenibilidad:
- Los insectos aportan más proteínas que otras fuentes tradicionales.
- Pueden ser cultivados con menor impacto ambiental.
- Representan una solución innovadora a la crisis de recursos alimentarios.
Insectos, ¿el alimento del futuro?
El consumo de insectos, denominado entomofagia, es una práctica milenaria que sorprende y fascina, y ha encontrado un nuevo lugar en la gastronomía moderna gracias a su aporte nutritivo y sostenible.
Los insectos comestibles contienen una variedad de nutrientes beneficiosos, ya que son ricos en proteínas, grasas saludables, fibra y micronutrientes como zinc, hierro y vitaminas. A su vez, son sustentables porque requieren menos agua, alimento y espacio para su cría en comparación con la ganadería tradicional, y producen menos emisiones de gases de efecto invernadero.
En México, por ejemplo, los crujientes chapulines (o saltamontes) se fríen y se aderezan con chile y lima, aportando un sabor inesperado a las tortillas. En Tailandia, los puestos callejeros vibran con el chisporroteo de los grillos fritos, condimentados con especias locales. Por su parte, en China, los intrépidos disfrutan escorpiones en brochetas que crujen al morder, mientras que las orugas mopane de Zimbabue enriquecen sopas y estofados con su versatilidad.
La lista continúa con las exóticas hormigas de Brasil, bañadas en chocolate o salteadas, y las termitas asadas de Kenia, que ofrecen un sabor intenso y valor nutricional. En Australia, las larvas de polilla conquistan paladares con su toque a almendra, y en Camboya, las tarántulas fritas, conocidas como ‘a-ping’, desafían a los más valientes con su cuerpo crujiente y patas que se degustan de una en una. Y como si fuera poco, en Indonesia y en Japón, reinan las libélulas.
Cada uno de estos insectos, fascinantes y ricos en historia, muestra cómo la gastronomía puede ser tan sorprendente como deliciosa. Pero aún hay más.
Por qué comer insectos: su valor nutricional
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) promueve el consumo de insectos por sus múltiples beneficios nutricionales y su impacto positivo en la sostenibilidad.
Según esta organización de la ONU, los insectos comestibles contienen proteínas, grasas saludables, como los omega-3 y omega-6, fibra y micronutrientes esenciales como zinc, calcio y hierro, magnesio y vitaminas B12 y D, convirtiéndolos en una alternativa nutritiva frente a las carnes tradicionales. Sin embargo, en muchos países, las barreras culturales frenan su aceptación, a diferencia de otras regiones como Asia y África, donde su consumo forma parte de dietas ancestrales.
Actualmente, se consumen más de 1.900 especies de insectos en todo el mundo, y la FAO subraya su potencial para contribuir a la seguridad alimentaria global. Otras organizaciones, como el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés) y publicaciones de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos (NAS, por sus siglas en inglés), destacaron el valor nutricional de los insectos comestibles.
De acuerdo a los Institutos Nacionales de la Salud de Estados Unidos (NIH, por sus siglas en inglés) insectos comestibles se destacan por su elevado valor nutricional, que varía según la especie, la etapa de desarrollo y otros factores como la dieta y el entorno de crecimiento.
De manera general, los insectos poseen un contenido de proteínas que oscila entre el 35% y el 60% de su peso seco, superando a menudo a las fuentes vegetales de proteína como la soja y las lentejas, e incluso a la carne y los huevos en algunos casos. Esta alta concentración proteica convierte a los insectos en una opción valiosa frente a la creciente demanda global de proteínas.
Una investigación concluyó que los insectos, particularmente especies como Hermetia illucens (conocida como mosca soldado negra) y Tenebrio molitor (comúnmente gusano de la harina), son una fuente prometedora y sostenible de proteínas y energía para animales como aves de corral, cerdos, peces y mascotas. Aunque los insectos tienen un impacto ambiental positivo y beneficios potenciales para la salud animal, la variabilidad en su valor nutritivo y las limitaciones tecnológicas actuales representan desafíos para su implementación a gran escala.
De todos modos, la incorporación de insectos en la dieta puede ser una estrategia efectiva para mejorar la nutrición global y diversificar las fuentes alimentarias en un mundo con recursos limitados.
Cuáles son los insectos más consumidos
Según la FAO, los insectos más consumidos a nivel mundial pertenecen a diversos órdenes, cada uno con un porcentaje significativo. Los escarabajos y sus larvas del orden Coleoptera encabezan la lista con un 31%, seguidos por las orugas, mariposas y polillas de Lepidoptera con un 18%, y por las abejas, avispas y hormigas de Hymenoptera, que representan el 14% del consumo total.
Otros grupos incluyen a los saltamontes, langostas y grillos de Orthoptera (13%) y las chinches y cigarras de Hemiptera (10%). Las libélulas del orden Odonata comprenden el 3%, mientras que las moscas de Diptera y las termitas y cucarachas de Dictyoptera representan cada una un 2%. El restante 5% abarca órdenes menos comunes como Megaloptera, Ephemeroptera y otros.
En Argentina, un grupo de investigadores del CONICET documentó las prácticas ancestrales de comunidades guaraníes en Misiones para la cría de larvas de escarabajo como alimento. Este estudio, pionero en la región, fue publicado en la revista Ethnobiology and Conservation y se centra en las técnicas utilizadas para el desarrollo de estas larvas en palmeras Syagrus romanzofiana, conocidas como pindó.
Los insectos comestibles más fascinantes y nutritivos
1. Orugas mopane
La oruga mopane, conocida por su llamativa apariencia y apreciada por su sabor, habita principalmente en el árbol del mismo nombre, predominante en el este de África. Este insecto es un alimento común tanto en áreas rurales como urbanas, valorado por su versatilidad en la cocina.
Una de las preparaciones más tradicionales consiste en vaciar su interior y secar los restos al sol, lo que permite conservarlos y darles múltiples usos culinarios.
Secas y listas, las orugas mopane pueden servirse crujientes, parecidas a patatas fritas, o ahumarse y molerse para enriquecer salsas. En muchas recetas, actúan como sustituto de la carne, aportando proteínas y un sabor característico a sopas y estofados, lo que las convierte en un alimento nutritivo y reconfortante.
2. Tarántulas
El manjar conocido como “a-ping” en Camboya desafía incluso a los paladares más intrépidos. Esta araña grande y peluda, que alcanza el tamaño de una mano, es un plato emblemático en la aldea de Skuon, donde se venden en puestos de comida al aire libre.
Criadas bajo tierra, las tarántulas llegan al mercado para ser fritas con ajo y especias hasta que adquieren un tono rojizo y una textura crujiente.
El proceso de degustación de esta especialidad suele comenzar con las patas, dejando el cuerpo, más sustancioso, para el final. Este plato, que va más allá de un simple aperitivo, refleja la singularidad de la gastronomía local y la capacidad de transformar un arácnido temido en una experiencia culinaria única.
3. Termitas
Las termitas, conocidas por su capacidad destructiva en la madera de las casas, también son apreciadas en Kenia como un alimento delicioso y sin pretensiones.
Los habitantes que logran extraerlas de sus viviendas las venden al peso, aprovechando su valor en el mercado local. Su escasez incrementó la demanda, y algunos están dispuestos a pagar precios altos por este manjar.
Asadas con especias o como ingrediente para espesar el ugali, una tradicional papilla de harina de maíz, las termitas se han utilizado durante años como una fuente rica en proteínas y minerales. En ciertas comunidades, se preparan en forma de papilla para los bebés, servidas como un suplemento nutritivo que complementa su alimentación.
4. Larvas de hormiga negra
La tradición de cocinar con insectos tiene raíces antiguas que se remontan a la época de los aztecas. Un ejemplo emblemático son los escamoles, conocidos como el “caviar de insectos”, que consisten en los huevos de hormigas negras recolectados de nidos subterráneos junto a las raíces de plantas de maguey y agave.
Una vez extraídos, los escamoles suelen cocerse y añadirse a sopas cremosas o freírse para servirse con tortillas y guacamole.
Estos huevos, de aspecto perlado, tienen una textura suave que los aficionados comparan con la del requesón y son uno de los insectos con más nutrientes, junto a los grillos y saltamontes. Su delicado sabor y versatilidad en la cocina los han convertido en un manjar apreciado dentro de la gastronomía tradicional mexicana, destacando como un plato de alto valor culinario.
5. Libélulas
Las libélulas se consideran comestibles en algunos países de Asia, donde se incluyen en recetas tradicionales. En Indonesia y Japón, estos insectos se capturan y se preparan hervidos o fritos, ofrecen un sabor similar al de los mariscos.
Este tipo de preparación, sencilla, pero efectiva, resalta su textura y permite disfrutar de sus características nutricionales.
El consumo de libélulas aporta una fuente de proteínas y micronutrientes que complementan la dieta en comunidades que han integrado los insectos en su alimentación ancestral. Su captura y preparación no requieren métodos complejos, lo que facilita su incorporación a la cocina local. Aunque menos populares que otros insectos comestibles, las libélulas representan una opción interesante dentro de la entomofagia en distintas regiones asiáticas.
6. Larvas de polilla
Las larvas de polilla que habitan en los arbustos de Australia sorprenden por sus características. Aunque crudas tienen la apariencia de una simple oruga, su sabor recuerda al de las almendras.
Tras cocinarse, desarrollan una textura crujiente y un gusto que algunos comparan con el del pollo asado. Asadas, ofrecen otra sorpresa: el interior se torna amarillo, similar a la yema de huevo, lo que añade un elemento inesperado a su versatilidad culinaria.
Comer estas larvas crudas puede ser una experiencia apreciada por los más osados, pero con precaución. Morder la cabeza de una larva viva puede presentar un desafío, ya que se sabe que algunas intentan defenderse y morder en el proceso, lo que añade un toque de audacia a su consumo.
7. Escorpiones
El consumo de insectos en China es una práctica con profundas raíces que continúa vigente. Una característica que distingue esta tradición es la presentación de algunos platillos con insectos aún vivos.
En los mercados callejeros, los escorpiones –que, aunque son arácnidos, se incluyen en estas prácticas culinarias– se ensartan en brochetas y se sazonan generosamente antes de ser fritos en aceite caliente.
En restaurantes de alta cocina, los escorpiones vivos reciben un tratamiento especial: se sumergen en una salsa de vino blanco antes de ser fritos, lo que añade un toque de dulzura y conserva la textura crujiente que los comensales buscan. Este enfoque culinario resalta tanto la tradición como la sofisticación de la gastronomía local.
8. Chapulines o saltamontes
En Oaxaca, estado reconocido internacionalmente por su famoso queso tipo mozzarella, los chapulines ocupan un lugar destacado en la gastronomía local. Estos pequeños saltamontes se fríen y se utilizan como relleno de tortillas de maíz, convirtiéndose en un elemento fundamental de la cocina del sur de México, donde se suelen acompañar con chile y un toque de lima.
Servidos como guarnición o plato principal, los chapulines son ideales para un picoteo.
Quienes los prueban describen su sabor de formas variadas: algunos encuentran un toque a vinagre de malta, mientras que otros perciben un matiz ahumado que recuerda a la panceta o bacon.
9. Grillos
En Tailandia, la presencia de puestos callejeros y comida al aire libre es parte del paisaje urbano, y los grillos son una oferta común y frecuente y son uno de los insectos más nutritivos.
Estos insectos se presentan de diversas formas: crudos, asados o, más frecuentemente, fritos, donde se conocen como jing leed. Los vendedores los preparan en grandes woks y los sazonan con pimienta tailandesa y salsa Golden Mountain, similar a la salsa de soja y elaborada con semillas fermentadas, sal y azúcar.
Este aperitivo frito es muy popular y se disfruta mejor con una cerveza fría, un acompañamiento que realza su sabor. Los grillos, crujientes y bien condimentados, atraen tanto a los residentes como a los visitantes, que encuentran en ellos una experiencia culinaria auténtica y distintiva de la región.
10. Hormigas
Las hormigas se destacan como un buen punto de partida para quienes se inician en la entomofagia por su tamaño discreto y versatilidad culinaria. En Brasil, se utilizan con frecuencia en condimentos y platos gourmet, siendo un ingrediente común en diversas recetas.
En lugares como Silveiras, en São Paulo, se preparan fritas, salteadas o incluso bañadas en chocolate, sirviendo como un toque final dulce y crujiente.
En México, las hormigas también tienen un papel importante en la cocina tradicional. Los escamoles, conocidos como el “caviar de insectos”, son las larvas de hormigas que se cosechan de nidos subterráneos y se cocinan con ingredientes como mantequilla, cebolla y chiles. Servidos en tacos o mezclados en platos típicos, estos insectos aportan una textura cremosa y un sabor delicado, convirtiéndose en una delicia muy apreciada en la gastronomía mexicana.