
El cambio climático está afectando gravemente al planeta, y esto se refleja en el incremento de temperaturas, climas más secos y la creciente escasez de agua. En lugares como Andalucía y Cataluña se han comenzado a implementar restricciones de agua debido a las sequías. Este problema no solo se observa en regiones de España, sino que es un fenómeno global que resalta la importancia de acciones individuales para mitigarlo.
Una reciente investigación publicada en la revista Science Advances muestra que la adopción de una dieta flexitariana, que implica una reducción en el consumo de carne y un aumento de alimentos de origen vegetal, podría disminuir de forma significativa las emisiones de gases de efecto invernadero.
Florian Humpenöder, autor principal del artículo, destacó que la dieta flexitariana “no es vegetariana ni vegana”, sino que busca reducir el consumo de productos ganaderos, especialmente en regiones de altos ingresos. Según el estudio, si todos adoptáramos esta dieta, podríamos limitar el calentamiento global a aproximadamente 1,5 °C y ver reducciones en la eliminación del dióxido de carbono para 2045.

El consumo de carne tiene un impacto medioambiental considerable. La FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) describe este impacto en términos de la “huella hídrica”, que mide el agua utilizada en la producción de productos. Datos impresionantes sugieren que se necesitan 15.000 litros de agua para producir un kilogramo de carne de ternera, 8.700 litros para cordero, 6.000 litros para cerdo y 4.300 litros para pollo. En comparación, se requieren solo 400 litros para un kilogramo de centeno. Además, el cultivo de aguacates y mangos en España, aunque es parte de una dieta flexitariana, requiere 1.800 litros de agua por kilogramo, contribuyendo a la escasez de agua en regiones productoras como Málaga
El concepto de dieta flexitariana no es nuevo, pero está ganando relevancia en el contexto actual. Esta dieta se basa en una alimentación predominantemente vegetal, permitiendo el consumo ocasional de productos animales como huevos y lácteos, y limitando severamente el consumo de carne y pescado.
El movimiento Meatless Monday (lunes sin carne) es una iniciativa que promueve la reducción del consumo de carne un día a la semana. Comenzó durante la Primera Guerra Mundial en Estados Unidos y fue retomada en 2003 con fines medioambientales. Este pequeño cambio puede contribuir significativamente a la reducción del consumo de carne y, por ende, a la reducción de la huella hídrica y emisiones de gases de efecto invernadero.

Una dieta flexitariana no impone un consumo máximo de carne, pero fomenta un aumento en la ingesta de vegetales y otros productos de origen animal como huevos y lácteos. Humpenöder dijo sobre la dieta flexitariana: “Se trata de comer menos productos ganaderos”. Para quienes consumen verduras esporádicamente, un buen comienzo podría ser aumentar la ración de verduras a dos veces diarias y experimentar con nuevas formas de preparación, como la tempura o el horneado con especias.
El consumo de productos de temporada y de proximidad también es vital. Esta práctica no solo apoya la economía local, sino que también tiene un menor costo medioambiental en comparación con los productos importados o fuera de temporada. La sustentabilidad y la reducción del impacto ambiental no se trata de ser perfectos, sino de hacer cambios graduales que tengan un efecto positivo en nuestra salud y en el planeta.
Los efectos del cambio climático son evidentes, y tomar medidas individuales puede ser determinante. Reducir el consumo de carne no es solo una elección dietética, sino un paso hacia la reducción de nuestro impacto ambiental. Aunque algunas dietas, como la flexitariana, sean percibidas como tibias, representan un inicio crucial hacia una alimentación más consciente y sostenible.
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