Antes de la aparición de la luz eléctrica, nuestros antepasados se regían por dos variables naturales al momento de irse a dormir: se acostaban con la puesta del sol y se levantaban con el canto del gallo. A lo largo de la historia, la especie humana ha ido desarrollando, perfeccionado -y modificando- el ABC del descanso, muchas veces, regido por las propias costumbre de cada época.
¿Cuántas veces hemos escuchado el mismo consejo?: no es conveniente irse a dormir con el estómago lleno. O, yendo más al presente, lo poco recomendable que resulta llevarnos el teléfono a la cama y quedarnos un rato con la pantalla delante nuestro. Aunque parezca mentira, para muchos, tener un buen sueño no resulta una tarea fácil. Inmersos en una sociedad que vive 24X7, donde cuesta por demás a veces hacer una pausa en algún momento de la jornada, el individuo no descansa, ni siquiera, a la hora de descansar.
En nuestro mundo moderno de largas jornadas laborales, altos niveles de estrés y mucho tiempo delante de una pantalla, la búsqueda por conseguir dormir las ocho horas recomendadas se ha convertido en una especie de premio deseado. Pero resulta que una pandemia puso las cosas un poco más difíciles: la Academia Estadounidense de Medicina del Sueño descubrió que el 20% de la población tenía problemas para dormir a causa de la pandemia en 2020, número que ascendió al 60% en el 2021.
Las dos causas fundamentales del “Covid-somnia” en pandemia son los niveles de estrés y ansiedad que se dispararon. En un informe publicado en mayo, la Asociación Americana de Psiquiatría descubrió que la mayoría de los estadounidenses seguían preocupados por su salud, sus finanzas y la posibilidad de que un ser querido sufriera el Covid-19. Está claro: nos vamos a dormir con las preocupaciones encima. Muchas personas se han volcado a tomar ansiolíticos o inductores del sueño para ayudar al cuerpo a generar esa pausa tan necesaria, siendo esta práctica no tan aconsejable según los especialistas en del sueño.
Las personas de 50 años son el grupo más demandante y son los más comprometidos en materia del buen dormir. Es el grupo más preocupado por la calidad del sueño, así como por la relación entre un mal sueño y un mayor riesgo de enfermedades como la demencia, envejecimiento, obesidad e hipertensión.
La propia pandemia trajo también el llamado “nuevo bienestar”, una toma de conciencia de lo saludable que pueden ser ciertos cambios de hábito. En este universo saludable, donde se incluye la correcta alimentación como nuevo paradigma, surgen como flores de loto ciertas tácticas y herramientas modernas para que el dormir sea una cuestión más fácil y placentera.
Y no se trata de meditación o ejercicios de relajación. Hoy, se suman nuevas herramientas con las que tal vez en un futuro cercano estemos acostumbrados a vivir. O mejor dicho, a dormir. “A medida que la población envejece, mejora su acceso a la información médica y su nivel económico, la demanda de tecnología para el sueño crece”, explica el doctor Alejandro Guillermo Andersson, médico neurólogo, director del Instituto de Neurología Buenos Aires (INBA).
Almohadas que simulan contacto humano
Ya nos podemos ir a dormir con anillos y pulseras que evalúan nuestro sueño, colchones inteligentes que oscilan y regulan la temperatura, ropas con telas que irradian luces infrarrojas y luces especiales que con su espectro luminoso, nos abren la puerta al buen descanso.
Pero, nada como una buena almohada para dormir. Hay quienes las prefieren altas, otros más bajas. Algunos duermen con dos. Otros, ni usan.
De origen japonés, existen una almohadas que se llaman dakimajura. La palabra se traduce a menudo como “almohada para abrazar”. Se trata de unas almohadas de gran tamaño (algunas pueden llegar a 1,5 metros) con las que prácticamente podemos dormir encima de ellas. Los japoneses la utilizan para dormir confortables pero tienen otro fines: lo usan como para no sentirse solos, incluso vienen con forma de anatomía humana.
“Con el tiempo las empezaron a perfeccionar y vienen estampadas con motivos de animé y comics y los jóvenes japoneses según su cultura en general tiene un ritmo de vida muy acelerado, y prefieren no convivir con otra persona por los compromisos laborales o académicos que tienen. No duermen solos, están con estos objetos. Al sentirse acompañados duermen más relajados”, cuenta a Infobae Verónica Barrachina, neuróloga, miembro de la Asociación Argentina de Medicina del Sueño (AAMS).
Existen también almohadas especiales para niños y bebés con formas de nido, que hacen que sientan mucho más contenidos. Varias de ellas tienen sonoridad con latidos del corazón que imitan al corazón de la madre. De esta forma el bebé se siente más contenido a la ahora de dormir.
En Holanda se creó una almohada inteligente que induce el sueño guiando el ritmo de la respiración. “Durante el sueño se producen diferentes variaciones en la frecuencia cardiaca y los ritmos respiratorios. Esta manera inteligente guía el ritmo respiratorio, regula una respiración pausada e induce a un sueño más profundo y relajado”, explica la neuróloga. Como si fuera poco, esta almohada tiene un sistema de luz gradual por las mañanas que simula el amanecer para despertar.
El anillo que ayuda a dormir
Suele suceder: basta que un famoso use algo novedoso para que se convierta en tendencia. En este caso se trata de Manu Ginobili, quien desde hace unos años lleva puesto un particular accesorio: el Oura Ring.
Manu, no es el único. Son muchos los deportistas que utilizan este anillo que se conecta con un smartphone por bluetooth y mide diversos parámetros. “Funciona como un especie de tracker rastreador para monitorizar el sueño, ver las fases del mismo, el nivel de sedentarismo, la frecuencia cardíaca y respiratoria. Mide también los pasos, las calorías y la temperatura”, explica Barrachina acerca de este anillo que hasta se vende con diseños exclusivos. Hay desde algunos con diseños sencillos hasta otros muy llamativos de titanio e incrustación de diamante. Estos últimos cuestan alrededor de 1000 dólares.
“Los Oura Rings, monitorizan el sueño a través de leds infrarrojos que miden el pulso de las arterias del dedo, y cuentan con acelerómetro y giroscopio que mide la postura y los movimientos. Es un sistema avanzado del seguimiento del sueño. Tiene una carga inalámbrica con una autonomía de una semana y almacena hasta seis semanas de datos y también es sumergible”, apunta la neuróloga Barrachina.
Existen en esta línea también unas vinchas que se colocan a la noche para dormir. Miden los usos de sueño con unas ondas especiales que aparecen cuando nos acostamos. “Van controlando estas ondas con el objetivo de mejorar y profundizar el sueño. Es como un especie de entrenamiento cerebral no invasivo mediante electroencefalograma, porque va conectado con unos electrodos en la parte de la cien”, apunta la especialista en neurología.
Phillips diseñó una vincha para dormir que reproduce un sonido blanco. “El sonido blanco es un sonido como permanente, es como un sonido suave de una turbina o ventilador que ayuda a los pacientes a dormir con un efecto tenue”, explica Barrachina.
Pijamas infrarrojos
Con respecto a materiales biocerámicos para utilizar en ropa como pijamas, se basan en una tecnología en donde se aplica la luz infrarroja, que se considera como parte de un antiinflamatorio.
“El infrarrojo calma las dolencias musculares y articulares por lo cual es utilizada también para la recuperación muscular en deportistas. La luz infrarroja no es visible al ojo humano, pero proporciona una calor radiante”, sigue Barrachina.
Ya hay líneas de ropa que diseñan ropa biocerámica que emiten luz infrarroja lejana en el cuerpo mientras el individuo duerme. La fibra cerámica en forma de polvo se encuentra en la tela y el calor del cuerpo se trasmite a las partículas cerámicas. Luego lo vuelven a emitir volviendo como luz infrarroja lejana de regreso al cuerpo.
Esto se inició para indumentaria y luego se expandió para otras prendas como camperas y calzas para deportista.
Luces “saludables”
La luz artificial para regular pautas de sueño es otra de estas herramientas. “La luz es uno de los factores claves para regular nuestro sueño y su arquitectura, pues la evolución humana nos ha entrenado para dormir alrededor de dos eventos lumínicos fundamentales para los ritmos circadianos de nuestro cuerpo: el anochecer vinculado a la luz rojiza y el amanecer vinculado a la luz blanco-azulada”, explica el doctor Andersson.
Los astronautas de la NASA utilizan unas gafas inteligentes con estas luces cuyo objetivo es favorecer la secreción de melatonina activando los ritmos circadianos óptimos en cada fase del sueño a través de un juego de luces. “La melatonina se produce con luz roja como la del atardecer y la luz azul de la mañana la anula y nos prepara para despertar con energía”, apunta Anderson.
Las lámparas relajantes son lámparas especiales y coloridas. Para dormir, la lámpara emite sonidos relajantes y una luz suave, de color rojo, en la habitación. “Está demostrado científicamente, que el color rojizo estimula la liberación de la melatonina, la hormona directora de orquesta del sueño. Por la mañana, una luz azul provoca el efecto opuesto, la supresión de la melatonina, y nos facilita el despertar y estar alerta”, refiere el neurólogo Anderson.
Las camas también pueden ser inteligentes
Existen también camas capaces de adaptar la dureza del colchón a distintas pautas posturales o emitiendo un ruido blanco que nos aísle del sonido ambiente, o regulando la temperatura o llevándonos a posturas que disminuyan los ronquidos de la persona con la que dormimos.
“La cama inteligente Sleep number 360 es cama inteligente que mantiene la temperatura corporal detecta ronquidos propios y ajenos, y eleva el ángulo en que está posicionada la cabeza para detener el ronquido”, refiere Barrachina.
Las nuevas tecnologías están a la orden del día. Todo es bienvenido aun que siempre se debe consultar al especialista en sueño.
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