*Por Fabricio Portelli
El mundo toma 80% de vinos tintos, y la Argentina no es la excepción. Sin embargo, en los últimos años el reinado de los tintos está siendo desafiado permanentemente por los nuevos blancos, y no por variedades innovadoras, sino por estilo y calidad. Lejos están de aquellos blancos setentosos que hacían doler la cabeza por déficit cualitativo. Hoy, más allá de la tecnología, hay muchos vinos blancos más complejos e incluso con mayor potencial de guarda que la mayoría de los vinos tintos.
Básicamente ha cambiado el manejo en el viñedo, porque solo a partir de una buena uva se puede aspirar a lograr un buen vino. Recordar que la gran diferencia con el tinto radica en la ausencia de los hollejos a la hora de fermentar el mosto; aunque actualmente muchos recurren a la maceración pelicular para lograr más estructura. Pero el vino blanco depende como ningún otro de sí mismo, del jugo de la uva. Su columna vertebral no son los taninos sino la acidez. Y el roble (bien integrado) se vuelve fundamental para los exponentes de alta gama. Porque además de sus pretensiones y posicionamientos, un gran vino tiene que poder trascender en el tiempo.
Para lograr esto hay dos caminos: apoyarse un una variedad que permita dar con un vino consistente y con potencial, o elaborar un blend, una tendencia que poco a poco va tomando forma. De todas las uvas blancas existentes, la Chardonnay ha demostrado ser la reina, y al parecer no hay quien la destrone.
Oriunda de la Borgoña en Francia, es protagonista de los blancos más codiciados del mundo desde hace varios siglos, además de ser una de las variedades autorizadas en Champagne, y con la cual se elaboran los prestigiosos Blanc de Blancs. A partir de esta fama, toda bodega que quiera elaborar un gran vino blanco buscará amular a los exponentes de la Borgoña. Y aunque es imposible obtener el mismo carácter, los resultados obtenidos en las demás regiones europeas, Estados Unidos, Australia y Chile, entre otros, confirman que su fama ha sido bien ganada.
En la Argentina el "efecto" Chardonnay llegó un poco más tarde. Fundamentalmente porque es una variedad que gusta más del frío, y en las zonas vitivinícolas desde Salta a la Patagonia lo que más abunda es el sol. Pero a finales de los ochenta un reconocido bodeguero se obsesionó con lograr lo mismo que los americanos en Napa y Sonoma Valley. Contrató a los mejores asesores, compró las mejores barricas (de las primeras ingresadas al país), y la plantó a mayor altura.
Casi tres décadas después, el Chardonnay nacional ostenta el título de mejor vino blanco, y eso se puede ver en las vinotecas o restaurantes con botellas que superan los $1000; algo impensado para un blanco apenas cinco años atrás.
Si bien cada uva se expresa diferente en cada terruño, y a su vez el hacedor tiene mucho que ver al momento de decidir un estilo, el Chardonnay suele ser un vino austero, poco expresivo pero de buen volumen. Algo así como un vino de perfil bajo que va de menor a mayor. Porque a medida que se abre en la copa, si está bien logrado, comienza a desplegar sus sutilezas. Pero sin dudas, lo más interesante de este vino es su consistencia en boca y lo bien que se lleva con el roble. Además, ha demostrado evolucionar muy bien en botella.
Los buenos Chardonnay suelen ser frescos y de paladar denso pero equilibrado, con el carácter frutal compitiendo con las notas de crianza en barricas cuando joven. Pero al ganar algunos años, esos aromas y sabores se amalgaman y asoma la complejidad, un conjunto de sabores sutiles que son dignos de los grandes vinos.
A la hora de servirlo en la mesa o pedirlo en un restaurante hay que tener en cuenta que se toma fresco, respecto de los tintos. Los mejores entre 10 y 12 grados; es decir no tan frío para poder apreciar sus matices. Si el vino es joven y con cuerpo, se puede decantar y servir en copas, preferentemente no muy grandes.
Un Chardonnay serio no es un aperitivo, es un vino que merece el protagonismo principal en la mesa. Va muy bien con frutos de mar y pescados, y también acompañando pollo y cerdo, o arroces y pastas rellenas. Los sabores pueden ser intensos pero deberán ser equilibrados como el vino. Ya que es un blanco que acompañará en silencio en lugar de pasar por arriba de los sabores del plato. Ese es su secreto.
En la Argentina no solo sigue siendo la uva protagonista de los mejores vinos blancos cosecha tras cosecha, sino que siguen apareciendo nuevas etiquetas. Sin dudas es un vino para adoptar e incluso para guardar en casa y apreciar el paso del tiempo, y así alternar más seguido con los muy buenos tintos argentinos.
5 Chardonnay recientes
Cadus Appellation Chardonnay 2015 – Cadus Wines, Vista Flores, Valle de Uco $350
Producción limitada para este blanco que fermenta 50% en barricas de la Borgoña de tostado medio. De aromas casi florales con leves notas de tipicidad, y algo de frutas tropicales equilibradas con la frescura. De buen cuerpo y volumen, paso graso y vivaz, todavía muy joven. Paladar franco, limpio y profundo, con fuerza y potencial para ganar complejidad.
Puntos 91
Kaiken Ultra Chardonnay 2015 – Bodega Kaiken, Gualtallary, Valle de Uco $350
Aurelio Montes, referente chileno y propietario de Kaiken sabe muy bien cómo hacer un buen Chardonnay, y eso queda en evidencia con el Ultra. Un blanco de estilo clásico pero expresiones actuales, de aromas integrados, paladar franco y con buen volumen. El equilibrio justo entre su carácter frutal y los suaves ahumados del año de crianza en barricas, y con una tipicidad inconfundible en su austeridad.
Puntos 90
Rutini Chardonnay 2015 – Rutini Wines, Tupungato, Valle de Uco $450
Toda la experiencia de Mariano Di Paola (enólogo) se siente en este blanco de aromas elegantes e intensos. Con buena frescura y un carácter de frutas blancas muy agradable con dejos florales. De paladar untuoso y con la madera que se hace sentir, de final largo y profundo. Un referente en su estilo desde hace varios años y con buen potencial de guarda.
Puntos 90
Puramun Reserva Chardonnay 2016 – Wines of Pepe Galante, Valle de Uco, Mendoza $530
Por primera vez José Galante presenta un blanco de autor. Con un carácter diferente desde el vamos, con muy buena frescura y una acidez punzante. Notas de fruta blanca y algo floral que persisten en boca. De paso untuoso y vivaz, con la crianza que asoma sutil en nariz y equilibrada en boca. Todavía joven, aunque ya se expresa con estilo propio y un gran potencial.
Puntos 92,5
Casa Boher Gran Reserva Chardonnay 2016 – Rosell Boher, Los Árboles, Valle de Uco $620
Es la flamante etiqueta de la casa, un Chardonnay que hasta ahora solo se utilizaba como vino base en sus prestigiosos espumantes. De aromas intensos y nítidos, con mucha fruta. Paladar franco, voluptuoso y refrescante. Todavía muy joven, con la madera (doce meses de crianza) que empieza a integrarse. De trago vivaz y buen potencial de guarda. Es un blanco para decantar.
Puntos 90
*Fabricio Portelli es sommelier y experto en vinos argentinos
Twitter: @FabriPortelli
LEA MÁS:
Cosecha 2017: la camada de vinos que se recordará por siempre
Sabores patagónicos: los 5 vinos más recomendados del sur argentino
"Vinimalismo": cómo se crean los sabores que disfrutan unos pocos
Vinos orgánicos: la propuesta que busca ayudar al medio ambiente