Los primeros dos años de vida representan una etapa única e irrepetible en el desarrollo humano. Durante este período, se definen las bases de la inteligencia futura, se fortalece el sistema inmunológico y se consolidan los hábitos saludables que impactarán toda la vida. Además, es un momento clave para prevenir el desarrollo temprano de enfermedades crónicas.
En este contexto, la alimentación adecuada desempeña un rol fundamental, como se destacó durante la Semana de Congresos y Jornadas Nacionales 2024 organizada por la Sociedad Argentina de Pediatría en Buenos Aires.
El Centro de Estudios sobre Política y Economía de la Alimentación (CEPEA) presentó en este evento los resultados de una investigación enfocada en la dieta de niños y niñas de entre 12 y 24 meses.
Según explicó el profesor Sergio Britos, director de CEPEA, este análisis profundiza el conocimiento sobre la alimentación en una etapa que marca importantes transiciones: “En 2023 habíamos presentado un trabajo sobre los déficits y excesos de nutrientes entre los 6 y 12 meses. En esta oportunidad profundizamos en los 12 meses posteriores, una etapa de integración en la mesa familiar, de creciente socialización, de -en algunos casos- escolarización en guarderías o jardines maternales, y en la que más de la mitad de los niños y niñas ya no recibe lactancia materna, a pesar de la recomendación de sostenerla en forma complementaria hasta los 2 años”.
Resultados del estudio sobre la dieta infantil
La investigación del CEPEA se basó en los datos recopilados por la 2ª Encuesta Nacional de Nutrición y Salud (ENNYS), que analizó la ingesta total de energía y nutrientes, además del consumo de lácteos (leche humana, leche de vaca y fórmulas infantiles) en 2.835 niños y niñas de entre 12 y 24 meses.
Los resultados muestran un panorama de claros contrastes. Mientras algunos nutrientes como las proteínas y la vitamina B12 se consumen en niveles que superan ampliamente las recomendaciones, otros esenciales como el hierro, la vitamina D y los ácidos grasos omega 3 presentan deficiencias preocupantes.
En promedio, casi el 30% de la energía diaria en esta etapa proviene del componente lácteo, de los cuales aproximadamente la mitad corresponde al consumo de leche de vaca. Esto plantea un desafío nutricional importante, ya que, como resaltó Britos, “es necesario asegurar, tanto en el componente lácteo como en el resto de la dieta, una alimentación adecuada para prevenir deficiencias de nutrientes esenciales, con potenciales consecuencias para la salud futura”.
Deficiencias y excesos de nutrientes
El análisis detallado de los datos de la ENNYS permitió identificar patrones de consumo desequilibrados. Algunos nutrientes, como las proteínas y la vitamina B12, se consumen en cantidades muy superiores a las recomendadas, alcanzando el 342% y el 411% de adecuación, respectivamente. Otros nutrientes esenciales presentan deficiencias preocupantes.
Por ejemplo, el consumo de vitamina D apenas cubre el 53% de las necesidades recomendadas, mientras que los ácidos grasos omega 3 alcanzan solo el 73%. Estas carencias se reflejan en altas prevalencias de deficiencias, siendo las más significativas las de omega 3 (81,2%), vitamina D (42,1%), calcio (34,4%), vitamina B9 (26,7%) hierro (12,2%).
Para enfrentar estas brechas nutricionales, la investigación modeló un reemplazo teórico del consumo de leche de vaca por cantidades equivalentes de fórmulas infantiles, que están diseñadas para responder mejor a las necesidades nutricionales de esta etapa. Este cambio permitió mejoras notables en las adecuaciones nutricionales, como detalló Britos: “Disminuirían en forma estadísticamente significativa la prevalencia de deficiencias en 4 de los 5 nutrientes más deficitarios (omega 3, vitaminas B9 y D, y hierro)”.
La alimentación complementaria desempeña un papel más que importante en el segundo año de vida, un momento en el que los niños y niñas comienzan a incorporar alimentos sólidos ya integrarse en la dinámica de la mesa familiar. Esta etapa marca un cambio significativo en los hábitos alimentarios, la socialización y, en algunos casos, la escolarización en guarderías o jardines maternales.
Sin embargo, se observa que más de la mitad de los niños y niñas en esta etapa ya no reciben lactancia materna, a pesar de la recomendación de continuarla en forma complementaria hasta los dos años.
De acuerdo con Britos, la calidad de la alimentación complementaria en esta etapa es clave para garantizar un desarrollo adecuado: “Al año de vida, niños y las niñas ya incorporan todo tipo de alimentos, incluyendo leche de vaca, que en la Guía de Práctica Clínica en Alimentación Complementaria es sugerida hasta ese entonces como tercera opción (detrás de la lactancia materna y las fórmulas infantiles), porque su composición nutricional es inadecuada para esa etapa”.
El consumo de leche de vaca como una opción principal plantea desafíos nutricionales significativos, dado que su aporte en ciertos nutrientes esenciales no se adecua a las necesidades específicas de los niños pequeños. Además, según los resultados presentados por el CEPEA, el componente lácteo sigue siendo un pilar en la dieta infantil, representando casi el 30% del aporte energético diario en esta etapa. Sin embargo, la mitad de ese aporte proviene de leche de vaca, la cual, si no está fortificada, no contribuye de manera efectiva a corregir deficiencias nutricionales ni a equilibrar los excesos, señalaron.
Frente a este panorama, el Prof. Britos subrayó la importancia de atender estas brechas nutricionales con soluciones integrales que promuevan el uso de opciones mejor adaptadas a las necesidades infantiles: “Es necesario asegurar -tanto en el componente lácteo como en el resto de la dieta, una alimentación adecuada para prevenir deficiencias de nutrientes esenciales, con potenciales consecuencias para la salud futura”.
La alimentación en los primeros dos años de vida es una oportunidad única para influir positivamente en la salud y el desarrollo de los niños y niñas. Desde el impacto de la lactancia materna hasta la calidad de la alimentación complementaria, cada elección tiene implicaciones profundas para el fortalecimiento del sistema inmunológico, la prevención de enfermedades crónicas y el establecimiento de hábitos saludables a largo plazo.
La investigación del CEPEA pone de manifiesto los desafíos y las oportunidades en esta etapa crítica. Las deficiencias nutricionales identificadas en nutrientes esenciales como el hierro, la vitamina D y los ácidos grasos omega 3 resaltan la necesidad de soluciones concretas. Entre estas, la inclusión de fórmulas infantiles adaptadas aparece como una estrategia viable para mejorar la adecuación nutricional, especialmente en un contexto donde la leche de vaca no fortificada sigue siendo un componente importante de la dieta.
Además, garantizar una alimentación adecuada no es solo una tarea individual, sino también un desafío de salud pública que requiere el compromiso de profesionales, familias e instituciones. Como señaló el equipo del CEPEA, estas investigaciones no solo buscan diagnosticar el problema, sino ser parte activa de la solución.
Invertir en mejorar la alimentación infantil desde los primeros años de vida no solo ayuda a prevenir carencias inmediatas, sino que sienta las bases para una vida más saludable y productiva. Este esfuerzo conjunto es esencial para garantizar un mejor futuro para todos los niños y niñas.