Longevidad, divino tesoro. No hay dudas: el interés en este tema ha crecido. Y mucho. Los avances en la ciencia y la medicina, han aumentado la esperanza de vida y es por eso que las personas buscan no solo vivir más años, sino también mejorar la calidad de vida en la vejez. Sin dudas, el punto de quiebre del despertar de esta conciencia fue la pandemia: nunca el mundo entero había visto pasar quizás tan de cerca —y al mismo tiempo— la finitud de la vida.
Este interés, impulsó también la preocupación sobre el envejecimiento saludable y la prevención de enfermedades, focos de atención para la ciencia, que se orienta cada vez más hacia el fascinante campo de la medicina de precisión. Y en este universo, la longevidad se ve influenciada por una mezcla de factores genéticos y ambientales, lo que se conoce como epigenética. Todos tenemos ADN, que es como un libro de instrucciones. La epigenética es de algún modo como poner marcadores en ese libro para decir qué partes se deben leer y cuáles no. Estos marcadores no cambian las palabras del libro (el ADN), pero sí cómo se usan.
Por eso, aunque no podemos modificar nuestra genética, sí podemos impactar considerablemente nuestra expectativa de vida a través de nuestras decisiones diarias.
Los marcadores epigenéticos pueden ser moldeados o alterados por la comida que comemos o el ambiente en el que vivimos. Estos cambios, según la ciencia, hacen que algunos genes se activen o se apaguen, lo que puede influir en cómo funciona nuestro cuerpo. Los cambios epigenéticos pueden pasar de una generación a otra, lo que significa que lo que afecta a nuestros padres, puede también afectar a uno.
Jorge Dotto, destacado médico genetista, está convencido que la epigenética ayuda a que el cuerpo se adapte mejor a diferentes situaciones y necesidades.
“La epigenética prende genes que son favorables y apaga genes que son desfavorables. Entonces, la epigenética es como prender y apagar luces de esos genes del genoma”, grafica el experto a Infobae.
Aquí es cuando aparece la alimentación como un pilar fundamental. Y otro término: la nutrigenética. “La alimentación mediterránea es un ejemplo del efecto de la nutrigenómica, que muestra cómo cambia la expresión de los genes, una subdivisión de la epigenética. Creo que esa es la dirección en la que se practicará la salud en el futuro”, agrega Dotto, quien en la actualidad, a través de un test genético, puede guiar al paciente para que sepa cuáles son las comidas que le hacen bien. Y cuáles no, claro.
Se trata de información. Y una muy valiosa por cierto, porque con este “mapa”, que nace desde nuestro propio cuerpo, la persona no solo se va a sentir mejor, sino que tiene posibilidades de enfermarse menos y en definitiva vivir más años.
“Ahora la gente está empezando a conocer un poco más de este mundo. Lo más importante de todo es entender que los seres humanos, la especie homo sapiens, somos 99.9% iguales en nuestro ADN. Pero esa mínima diferencia que tenemos por suerte nos hace tan distintos”, explica Dotto.
La nutrigenética, en cierto punto, sintetiza Dotto, es la ciencia aplicada la vida cotidiana. Se trata de conocimiento que “nos permite entender con datos, cómo hacer una aplicación personal para ese tipo de manejo diario de la salud y que eso se vea en todos los ámbitos de la vida”, refiere el experto.
La información genética, ¿el camino hacia la longevidad?
Es a partir de esta información que las personas pueden sentirse bien hoy y construir un mejor futuro, según el experto. “La idea es llegar a los 70 u 80 años y no tomar cinco pastillas por día”, grafica Dotto, quien pone un ejemplo:
“Si yo sé que tengo cierta predisposición a tener mayor riesgo a nivel cardiovascular, puedo adaptar mi alimentación, hacerla tipo mediterránea para disminuir ese riesgo que está comprobado científicamente después de tantos años”.
Los datos y la información permiten entender que cada persona es diferente y “en ese universo de la diferencia es que uno puede realmente construir un tipo de alimentación para poder sentirse bien hoy y tener una longevidad saludable”, dice el experto.
Y sigue: “El objetivo de la ciencia es prolongar la vida, pero que esa vida llegue en plenitud. Porque hoy, en la vejez, generalmente el cuerpo se va apagando. Lo que nosotros tenemos que lograr es que ese cuerpo siga prendido hasta el último momento de la mejor calidad posible. Entonces, creo que tener información, nos permite a cada persona decirle: ´Mirá, tu alimentación es baja en histamina; a otra, en lactosa, o a otra, que es baja en hidratos de carbono”.
La emergencia sanitaria del COVID permitió comenzar a hablar de este tipo de enfoque nuevo. “Nos dimos cuenta que no era lo mismo el que estaba en una situación de salud, que el que no lo estaba”, analiza el Dotto, quien recalca otra cuestión importante que tuvo un nuevo abordaje post confinamiento, y que también está ligada a la alimentación: la salud mental.
“Hoy, dependiendo de cómo uno se alimenta, uno puede tener mayores posibilidades de tener ansiedad, mayor posibilidad de tener Alzheimer, o mayor posibilidad de tener depresión. Y eso antes no era un concepto incorporado. Los alimentos, también las bebidas, juegan un rol en disminuir ese tipo de riesgo de manejo. ¿Cómo no vamos a tener información de algo tan importante que es ponerle combustible a nuestro cuerpo? O sea, si yo le pongo un buen combustible, va a funcionar mejor. No solamente me voy a sentir bien a nivel orgánico, sino a nivel mental. Si tengo mejor energía, me puedo levantar mejor en la mañana”, explica Dotto.
¿Qué es la intolerancia a la histamina y cómo se relaciona con la calidad de vida?
La intolerancia a la histamina “es un trastorno que ha ganado atención recientemente debido a su impacto en la salud alimentaria. Esta condición implica la incapacidad del cuerpo para descomponer adecuadamente la histamina, una amina biogénica crucial para funciones corporales como la regulación del sistema inmunológico y la secreción de ácido gástrico”, agrega el experto.
“Algunos pueden tener sistema nervioso central y lo de tipo alérgico, otras en piel, en lo respiratorio, la tos, el asma y también el típico colon irritable. Porque la histamina también forma parte de la regulación del sistema gastrointestinal”, explica Dotto.
Haciendo una analogía, la intolerancia a la histamina sería como llenar un vaso y que uno, al no poder vaciarlo de manera eficiente, porque los genes no tienen la posibilidad de producir las proteínas para hacer ese metabolismo de eliminación, se siga llenando hasta el tope. Cuando rebalsa el agua, aparecen distintas sintomatologías.
Cuando los niveles de histamina exceden la capacidad del cuerpo para metabolizarla, pueden surgir estos síntomas adversos. La creciente conciencia sobre esta condición refleja una tendencia en la medicina moderna hacia la comprensión de sensibilidades alimentarias más complejas.
Según detallan en los Institutos Nacionales de la Salud de Estados Unidos (NIH por sus siglas en inglés), el metabolismo de la histamina se basa en la actividad de dos enzimas principales: la diamino oxidasa (DAO) y la histamina-N-metiltransferasa (HNMT). La DAO, localizada principalmente en el intestino delgado, es fundamental para la degradación de la histamina ingerida. La HNMT se ocupa de la histamina intracelular en diversos tejidos.
Una deficiencia en estas enzimas, especialmente en la actividad de la DAO, puede llevar a la acumulación de histamina y, por ende, a síntomas de intolerancia, destacan. Factores como predisposiciones genéticas, patologías gastrointestinales y ciertos medicamentos pueden inhibir la función de la DAO, complicando aún más la situación para los afectados.
Cuáles son los síntomas de la intolerancia a la histamina
Los síntomas de la intolerancia a la histamina son variados y pueden abarcar:
Problemas gastrointestinales como dolor abdominal y diarrea.
Manifestaciones neurológicas como dolores de cabeza y mareos.
También son comunes los síntomas dermatológicos, incluyendo urticaria y prurito, así como cardiovasculares, tales como hipotensión y palpitaciones.
De acuerdo a los NIH, la interacción de la histamina con sus receptores en diversos órganos y tejidos añade una capa de complejidad al diagnóstico y manejo de esta condición.
Esta variabilidad sintomática hace que el diagnóstico sea un desafío, requiriendo un enfoque multifacético y detallado, la cuestión que Dotto estudia con detalle este camino de la medicina de precisión, siempre con la posterior derivación recomendada a distintos especialistas para cada patología.
Dotto comenzó a trabajar en el 2020, durante la cuarentena, sobre cómo la histamina participa en múltiples funciones del cuerpo, que son muy importantes, pero que a su vez, cuando no se puede eliminar eficientemente y se acumula, el efecto es más retardado, da sintomatología que no se interpretaría como típica de la histamina.
“Si me cae agua a la nariz, estornudo múltiples veces, o me sale un sarpullido, me pica el cuerpo, eso es lo que entendemos de la histamina. Hace unos años también entendimos que la tos seca, el broncoespasmo y el asma también forma parte de este tipo de cuadro a nivel clásico de la histamina, a nivel alérgico bronquial. Ahora la histamina también forma parte de producir dolor de cabeza, migraña, contractura cervical y alteración del sueño”, explica Dotto.
—¿Por qué ocurre la alteración en el sueño?
—Porque la histamina está en el cerebro y participa del despertar de todas las personas todos los días. Cuando nos levantamos todos los días a la mañana, la encargada de prender la lamparita para despertarnos es la histamina. Por lo tanto, si te sobrecargas de histamina, hay personas que tienen dolor de cabeza y migrañas, porque en algún punto les “explota” la cabeza. Y otras personas tienen alteración del sueño.
—¿Tiene alguna característica especial esta alteración?
-Cuesta conciliar el sueño. Eso significa que esa persona tiene un alto nivel de histamina, y como el cerebro interpreta que si tenés un alto nivel de histamina, tenés que estar despierto en estado de alerta, te cuesta dormirte. Segunda situación, el cerebro está toda la noche compitiendo entre el dormir y el despertar, como si fuera un subibaja. A las 3, 4 de la mañana, hay una ventana clásica de estado de alerta, de insomnio. Y la otra es que me levanto a las 5 y no me duermo más. Otra, que es muy frecuente, como tu cerebro estuvo toda la noche compitiendo contra el dormir y el despertar, te levantás agotado, con falta de energía porque dormiste pero no descansaste.
Dotto se sorprende a sí mismo aún hoy cuando recapitula las aristas que fue descubriendo con su metodología y resultados del test genético.
En 2020, le escribieron cinco mujeres con migrañas para hacer una consulta y el genetista le decía a su equipo que ellos no podían hacer algo con migrañas, porque era una cuestión que no manejaban.
Pero estas mujeres, que estaban en cuarentena encerradas, le dijeron: “Por favor, diseñamos algo”. Entonces Dotto avanzó con un piloto de alimentación bajo en histamina.
“Mejoraron y no lo podíamos creer. Claro, estaban todo el día comiendo y tomando cosas que les daban la migraña y era difícil pensar que algo que comían y tomaban les generaba la sintomatología marcada. Entonces, en algún punto creo que hay que pensar que a veces algo que comes y tomás, lo relacionas con que te va a dar algo gastrointestinal, porque la lógica pura dice que lo estoy comiendo y tomando. Y es difícil pensar que uno puede tener algo de migraña o dolor de cabeza. La patada al hígado típica, ese es el cuadro también de intolerancia a la histamina”, cuenta el experto.
—¿El colon irritable puede tener que ver con la intolerancia a la histamina?
—Sí, las dos causas que vemos nosotros son: número uno, intolerancia a la lactosa; número dos, intolerancia a la histamina. Entonces ahí es: se me hincha la panza, tengo diarrea, constipación o tengo las dos cosas y me molesta.
Información genética para vivir mejor
Con un test de saliva, Dotto y su equipo pueden analizar distintas variantes genéticas y saber que una persona tiene una dificultad, por ejemplo, en la eliminación de la sustancia del cuerpo. De ahí se hace el plan diagnóstico. Y un informe con una devolución. “Se le explica a esa persona lo que analizamos y lo que encontramos”, dice Dotto.
El diagnóstico de la intolerancia a la histamina es complicado muchas veces debido a la falta de una prueba diagnóstica específica y ampliamente aceptada. Los médicos deben recurrir a métodos como la evaluación detallada del historial clínico, la exclusión de otras condiciones médicas similares, y la prueba de una dieta baja en histamina para observar la mejora de los síntomas.
Dotto hace hincapié la importancia de una dinámica abarcativa que arranca por el test genético, pero luego sigue con la opinión de los médicos especialistas en cada materia, una cuestión que, subraya una y otra vez, es primordial. A veces, cuenta como otro ejemplo, le detecta a una persona que tiene bruxismo, lo ha hecho con deportistas de alto rendimiento según cuenta. Ellos nos preguntan: ¿cómo lo sabes?
El experto tiene un marcador que le informa del bruxismo. Entonces, se le recomienda que vaya a un odontólogo. “Cuando uno le explica a una persona lo que le pasa, esa persona también expresa lo que viene viviendo hace, 10, 15 o 20 años. Con este test entendés lo que está viviendo la persona en el momento, lo que vivió en el pasado y te da una conexión mucho mayor con entender lo que le puede llegar a pasar más adelante”, explica.
Y sigue: “Si una persona realmente entiende lo que le pasa, primero, le da tranquilidad. Segundo, entiende que va a poder tener un manejo de eso. Lo que hacemos es decirle, además, que no es que está enferma, sino que hay cosas que come y que toma que le caen mal, que es diferente a decir ´tengo tal enfermedad´. Para mí a veces es muy valioso que se saque la etiqueta de la enfermedad”.
El genetista remarca: “Si vemos una persona que tiene una tendencia a tener lipoproteína A elevada, que es un tema de riesgo cardiovascular, lo derivamos a un clínico o un cardiólogo. Si hay algo gastrointestinal, lo derivamos a un gastroenterólogo. Lo que nosotros tratamos de hacer es trabajar a nivel muy natural. No hacemos seguimientos clínicos, ni gastroenterológicos, ni cardiológicos. Me gusta aclararlo porque soy muy respetuoso de cada uno de los profesionales”.
—¿Cuáles son los alimentos más comúnmente asociados con la intolerancia a la histamina?
—Frutilla, tomate, palta, espinaca y berenjena. Los quesos, especialmente los más estacionados, el queso rallado. Los pescados y mariscos, especialmente cuando no están frescos. Pero hay algunos pescados y mariscos que también pueden generar efectos. Embutidos, vinos, cerveza que tiene fermentación pura, por eso la artesanal es más complicada. Cafeína que incluye mate, té verde, té negro y café. Chocolate, banana, kiwi, frutos secos, especialmente nueces, almendra y los cítricos.
—Es increíble porque muchos de esos alimentos tienen grandes beneficios
—Sí, y no es que no podemos comer o tomar más nada de eso. Es limitar algunos muchas veces. Cuando hacemos el diagnóstico, nosotros realizamos un detox de histamina controlado con una nutricionista, porque tenés que hacer una alimentación baja en histamina, pero tiene que estar balanceada.
—¿Qué tengo que hacer para lograr una vida longeva?
—Son cosas fáciles. Alimentación e hidratación saludable. Movimiento y esto no significa que tengo que hacer 10 mil pasos todos los días. Por ahí trabajás, no podés ir al gimnasio, pero podés caminar, subir y bajar escaleras. Dormir bien. Tener buenas relaciones interpersonales y sanas, con tu pareja, con tu familia, con tus amigos. Eso genera una tranquilidad. Y después también tener un propósito de vida. Esos conceptos se repiten científicamente.
—El estudio de la intolerancia a la histamina, ¿cuánto mejora nuestra posibilidad de no enfermarnos y vivir más?
-Ponete a pensar si todos los días se te hincha la panza como un globo y todos los días tenés migrañas. Arrancás siempre en menos 10. Y eso afecta tu calidad de vida. Está bueno que la persona hable también con su familia por el tema de los antecedentes que son la genética accesible. Y esto no es la condena de tu futuro ni tu destino, no es el software que se ejecuta una computadora. Entonces, al entender que tengo cierta predisposición a nivel cardiovascular, o cierto riesgo de algunas otras cosas, uno puede empezar a tomar decisiones sobre eso, y implementar cambios. Por lo tanto es importante entender cómo comer e hidratarse. Lo que uno está buscando es tratar de que una persona pueda sentirse bien y si te sentís bien hoy, tenés menos chance de sentirte mal en el futuro.
—Dicen que vivir más de 100 años será cada vez más posible. ¿Cuál es tu opinión?
—Sí. Para mí está claro que eso va a ocurrir, porque tiene que ver con un elemento que hasta ahora no era considerado como parte de la práctica, y son los hábitos modificables e implementables. Ya está demostrado que generan impacto. Y hoy cuando ves las proyecciones de la supervivencia, cada vez va aumentando. Hay supercentenarios que a nivel de la genética tienen un beneficio. Y los que no, cuentan con información para alargar esa vida. De todas formas nunca olvidemos una cosa importante: ni perfectos ni un robots. Hay que disfrutar y pasarla bien también.