Una investigación reciente de la Universidad de Colorado en Boulder sugiere que una dieta alta en grasas no solo conlleva un aumento de peso, sino que también puede trastornar el microbioma intestinal y aumentar los niveles de ansiedad. Este estudio destacó que en animales, una dieta rica en grasas altera el comportamiento y afecta los químicos cerebrales a través de una compleja conexión entre el intestino y el cerebro.
Christopher Lowry, profesor de fisiología integrativa en la universidad, lideró este estudio dividiendo a ratas adolescentes en dos grupos: uno fue alimentado con una dieta estándar del 11% de grasa durante nueve semanas, y el otro con una dieta del 45% de grasa, principalmente saturada de productos animales.
“Todo el mundo sabe que estos no son alimentos saludables, pero tendemos a pensar en ellos estrictamente en términos de un pequeño aumento de peso”, explicó. “Si se comprende que también impactan en el cerebro de una manera que puede promover la ansiedad, eso eleva aún más la importancia del problema”.
A lo largo del estudio, los investigadores recogieron muestras fecales para evaluar la diversidad bacteriana intestinal de los animales. Al comparar ambos grupos, el que consumió la dieta rica en grasas ganó peso y mostró una menor diversidad de bacterias intestinales, que el profesor explicó está generalmente asociada con una mejor salud. Este grupo también presentó un mayor ratio de Firmicutes a Bacteroidetes, una característica común en dietas industrializadas y asociada con la obesidad.
Además, el equipo descubrió una mayor expresión de tres genes (tph2, htr1a y slc6a4) involucrados en la producción y señalización de serotonina en una región específica del tronco cerebral. Estos hallazgos son importantes debido a que, aunque la serotonina es conocida como una “química cerebral del bienestar”, ciertas subpoblaciones de neuronas de serotonina pueden, cuando son activadas, inducir respuestas de ansiedad en animales. “Para pensar que solo una dieta alta en grasas podría alterar la expresión de estos genes en el cerebro es extraordinario”, añadió. “El grupo con alta ingesta de grasas esencialmente tenía la firma molecular de un estado de alta ansiedad en su cerebro”.
Por qué sucede esto
Lowry sospecha que un microbioma poco saludable compromete la mucosa intestinal, permitiendo que bacterias ingresen al torrente sanguíneo y se comuniquen con el cerebro a través del nervio vago, una vía que conecta el tracto gastrointestinal con el cerebro. “Si pensamos en la evolución humana, tiene sentido”, añadió. “Estamos predispuestos a notar cosas que nos enferman para poder evitarlas en el futuro”.
Esta investigación sugiere que no todas las grasas son malas. Los expertos recomiendan el consumo de grasas saludables como las presentes en el pescado, el aceite de oliva, las nueces y las semillas, ya que pueden ser antiinflamatorias y beneficiosas para el cerebro. El docente aconseja variar la dieta con la mayor cantidad posible de frutas y verduras, e incorporar alimentos fermentados para apoyar un microbioma saludable. “Si decides comer una hamburguesa, acompáñala con una rodaja de aguacate”, propuso. Algunas investigaciones indican que las grasas buenas pueden contrarrestar algunos efectos negativos.
Según la CDC (Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de EEUU), la dieta típica estadounidense tiene aproximadamente un 36% de grasa. Específicamente, una parte importante de esta grasa proviene de alimentos ultraprocesados que pueden afectar tanto la salud física como la mental. Lowry subraya la necesidad de comprender cómo alimentarse adecuadamente para mantener tanto el cuerpo como el cerebro saludables.
Este último estudio reafirma la importancia de prestar atención a los componentes de nuestra dieta. “Entender que una dieta rica en grasas puede impactar en el cerebro de una manera que fomente la ansiedad eleva aún más los riesgos de consumir dichos alimentos”, concluyó.