Con la llegada del verano y las vacaciones, muchos buscan la fórmula perfecta para lucir bien y sentirse saludables. En este contexto, las dietas de moda suelen ganar popularidad, prometiendo resultados rápidos y efectivos. Sin embargo, estas “dietas mágicas” no son un invento moderno. Las hay buenas (muy pocas) y no tanto (la mayoría).
Ya en la antigüedad clásica, griegos y romanos sostenían que la mente sana vive en un cuerpo sano y consideraban que la gordura era signo de algún tipo de desequilibrio.
Más allá de esto, los antiguos también admiraban cuerpos “ideales”; aunque su paradigma era más saludable que el nuestro. Un ejemplo es la Venus de Milo, escultura que representa a una de las diosas más veneradas. Los griegos la llamaban Afrodita y los romanos Venus; pero para ambas culturas era la diosa de la fertilidad, la belleza y el amor.
Esas mujeres de vientre generoso y caderas amplias eran el reflejo de la belleza femenina; el modelo para los hombres era un cuerpo musculoso y entrenado. Ya en el mundo moderno, en 1863 William Banting publicó la que se considera la “primera dieta de moda”. Este inglés empresario de pompas fúnebres, escribió su experiencia para adelgazar que consistía en suprimir los hidratos de carbono. Algún tiempo después, en 1921, el doctor Russell Morse Wilder de Clínica Mayo acuñó el término cetogénica para ese tipo de alimentación.
Esta dieta se hizo popular por el doctor Atkins en 1998 y en la actualidad es conocida como “la dieta Keto”. El mismo perro con distinto collar. Sus preceptos indican que si no consumimos hidratos de carbono, nuestro organismo recurre a las grasas - provenientes de la alimentación o del propio cuerpo - como fuente de energía. Cuando las grasas se metabolizan dan origen a cuerpos cetónicos, un combustible alternativo que reemplaza a la glucosa faltante y actúa reduciendo el apetito. Sin embargo, suele ser una alimentación difícil de sostener en el tiempo
Suele ser una alimentación difícil de sostener en el tiempo. Además, a corto plazo la restricción puede provocar hambre, fatiga, bajo estado de ánimo, irritabilidad, estreñimiento, dolores de cabeza y confusión mental. Mientras que a largo plazo aumenta el riesgo de cálculos renales y de osteoporosis, aumentan los niveles sanguíneos de ácido úrico (factor de riesgo de gota) y alteran la microbiota por su escasez en fibras. Afortunadamente no suele hacerse en forma prolongada. La gente se cansa.
Los alimentos están compuestos de tres nutrientes primordiales o macronutrientes: hidratos de carbono, proteínas y grasas. Por supuesto que, además, tienen micronutrientes (vitaminas y minerales) y fitoquímicos y agua.
Dado que los macronutrientes son solo tres, son pocas las combinaciones que se pueden hacer y ya se han hecho todas. La estrategia consiste en subir o bajar hidratos de carbono, proteínas y grasas como si fuera el ecualizador de un equipo de música; y las combinaciones pueden ser, en porcentajes: 30% hidratos de carbono, 40% proteínas y 30% grasas. Otras opciones son: 20 – 20 – 60, 60 – 20 – 20, 80 – 10 – 10, o 35 – 35 – 30. Sea cual sea la combinación que a vos se te ocurra... ¡ya la inventaron!
Lo cierto es que cada dieta de moda se recicla cada 20 o 30 años con distintos “maquillajes”, ya que se le suma o restan alimentos, incluso, elegidos al azar. Para aclarar las condiciones que favorecen el uso de las dietas de moda es necesario poner el foco en dos cuestiones íntimamente relacionadas: las creencias y los sesgos.
Las creencias representan un sistema de reglas a través del que tomamos decisiones a diario casi sin darnos cuenta, ya que reúnen todo lo que pensamos acerca de nosotros mismos, los otros y la vida en general. Hay necesarias, como las basadas en la lógica, la realidad, la experiencia personal que coincide con la de muchos; y su uso nos facilita la vida. Por ejemplo: el color rojo del semáforo indica “detenerse”.
Pero estas guías también pueden estar distorsionadas y llevar a malas decisiones. En ese caso, las creencias se convierten en un sesgo: desviación en el procesamiento de la información que lleva a una distorsión o a una interpretación ilógica a partir de datos insuficientes o no relacionados entre sí. Por ejemplo: “La Tierra es plana”.
¿Qué tienen en común todas las dietas de moda?
Son atractivas, prometedoras. Hasta pueden ser inofensivas. Pero no son eficaces.
En la mayoría de los casos son bajas en calorías; de allí que el resultado sea transitorio. Además, cuando se omiten ciertos alimentos o grupos completos de alimentos pueden resultar deficientes en nutrientes esenciales (hierro, calcio, zinc; proteínas y vitaminas). A largo plazo, el cuerpo puede sufrir distintos desequilibrios que aumentan la posibilidad de padecer:
- Desnutrición oculta.
- Alteraciones en los sistemas endócrino y nervioso.
- Pérdida de masa muscular.
- Disminución de la masa ósea (más riesgo de osteopenia).
- Hipotensión (baja presión arterial).
- Náuseas, vómitos, diarrea o constipación.
- Insomnio.
- Sequedad de la piel, pérdida del cabello, fragilidad de las uñas.
- Irritabilidad, ansiedad, depresión.
- Distorsión de la imagen corporal.
- Desaliento.
Cuáles son las consecuencias de las dietas de moda
- No mejoran la salud.
- La mayor pérdida de peso suele darse por la disminución de líquidos, no de grasa.
- Ofrecen poca variedad, se vuelven aburridas y pronto se abandonan.
- No promueven nuevos hábitos alimentarios, por lo que en un tiempo variable se vuelve a las viejas costumbres recuperando el peso perdido.
La palabra “dieta” proviene del griego diaita, y significa “una manera de vivir”. Es decir: alimentarse en forma saludable debe ser parte de un estilo de vida. Sin embargo, si me preguntan si la magia para adelgazar existe, yo respondo que sí. La magia se hace presente en el momento en que se elige cambiar y poner en práctica una nueva forma de comer y de moverse.
¿Cómo debe ser un buen plan de adelgazamiento?
- Ser personalizado. Estar diseñado de acuerdo a los gustos, posibilidades económicas, horarios y actividades de cada persona.
- Modificar progresivamente los hábitos. Considerar como descenso de peso razonable entre 500 gramos y un kilo por semana, salvo excepciones.
- Ser equilibrado en las ingestas de nutrientes (hidratos de carbono, proteínas, grasas, vitaminas, minerales y fitoquímicos)
- Evitar la prohibición de alimentos: controlar la frecuencia y el tamaño de las porciones.
*El doctor Alberto Cormillot es un reconocido médico argentino especialista en obesidad, educador para la salud, escritor y conferencista. Fundó y dirige la Clínica de Nutrición y Salud que lleva su nombre, Dieta Club, la Fundación ALCO (Anónimos Luchadores Contra la Obesidad) y el Instituto Argentino de Nutrición, desde donde asesora a industrias para la elaboración de productos dietéticos y saludables.