Una dieta saludable es fundamental para mantener el bienestar general, favorecer el desarrollo adecuado y prevenir diversos tipos de desnutrición, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS). Ahora, una reciente investigación ha vinculado que quienes cumplen con este buen hábito alimenticio podrían extender su esperanza de vida hasta en 10 años.
Un estudio en el Reino Unido, que fue publicado en Nature Food se enfocó en el impacto a largo plazo de mejorar los hábitos alimenticios sobre la longevidad de la población y destacó la necesidad de una transformación en el patrón de consumo. Los resultados mostraron que cambios dietéticos consistentes y mantenidos en el tiempo pueden llevar a un aumento significativo de la esperanza de vida. Particularmente, se observó que las personas que alineaban sus hábitos alimenticios (comer cereales integrales, verduras, frutas, nueces o legumbres) con las recomendaciones de salud pública tendían a tener un perfil de riesgo más bajo de sufrir enfermedades como cardiopatías, diabetes tipo 2 y algunos tipos de cáncer.
El análisis incluyó proyecciones estadísticas para estimar la ganancia potencial en años. Las estimaciones sugieren que incluso modificaciones moderadas en la dieta podrían aumentar la esperanza de vida, especialmente si se comienzan en edades tempranas.
El trabajo también resaltó la importancia del apoyo gubernamental y las políticas públicas para fomentar cambios en el comportamiento alimenticio. Se mencionó la implementación del etiquetado claro de las comidas, campañas de concienciación y la mejora en el acceso a alimentos saludables.
Los autores concluyeron que la adopción de dietas más saludables no solo podría tener un impacto positivo significativo en la salud individual, sino también reducir la carga sobre los sistemas de salud y contribuir a la sostenibilidad ambiental al reducir la demanda de recursos asociados con dietas de alta intensidad ambiental.
En ese contexto, la investigación indica que los hombres de 40 años que mejoran su dieta alineándose con las recomendaciones de la Guía Eatwell (herramienta política que se utiliza para definir recomendaciones gubernamentales sobre una alimentación saludable y una dieta equilibrada) pueden llegar a vivir hasta 8,9 años más. Por su parte, las mujeres podrían incrementar su esperanza en 8,6 años.
Asimismo, el cambio de patrones poco saludables a dietas asociados a la longevidad se asocia con un aumento de 10,8 y 10,4 años en la esperanza de vida en varones y damas, respectivamente.
Aunque, los investigadores señalan que se necesita más trabajo para identificar las mejores estrategias que permitan el mantenimiento de estos cambios dietéticos beneficiosos a lo largo del tiempo.
Antecedentes a este estudio
Una investigación, que fue publicada por la revista Plos Medicine, basada en datos del Global Burden of Disease (el estudio epidemiológico observacional a nivel mundial) sugiere un incremento significativo en la esperanza de vida al adoptar dietas optimizadas, ricas en alimentos integrales, y reduciendo la ingesta de carne roja y procesada. Mujeres y hombres podrían aumentar su expectativa de vida en más de diez años si inician este régimen alimenticio a partir de los 20. A los 60, el cambio todavía resulta en un aumento relevante de ocho años.
El estudio concluye que los beneficios de modificar la dieta son extensivos para todas las edades, y que cuanto antes se realicen estos cambios alimenticios, mayores serán los beneficios.
Además, una investigación publicada en European Journal of Preventive Cardiology concluyó que una dieta de mejor calidad muestra una relación directa con una mayor capacidad cardiorrespiratoria (CRF) y puede beneficiar la salud cardiometabólica en adultos de mediana edad.
¿Cómo es una dieta saludable?
La Organización Mundial de la Salud (OMS) menciona que una dieta equilibrada se caracteriza por una variedad de comida natural e integral, que incluyen una amplia selección de frutas, vegetales, legumbres como lentejas y frijoles, y cereales integrales como el maíz, la avena y el arroz integral. Es fundamental consumir al menos cinco porciones diarias o 400 gramos de estos alimentos, sin contar tubérculos como las papas, de acuerdo con la entidad.
El organismo recalca que es esencial moderar el consumo de azúcares agregados a menos del 10% de las calorías diarias y procurando que no excedan los 50 gramos para aquellos que mantienen un peso saludable.
Además, especifica que se debe dar prioridad a las grasas insaturadas presentes en alimentos como el pescado, el aguacate y los aceites vegetales. La entidad aconseja limitar al mínimo las grasas saturadas y las trans, particularmente las industriales, representadas principalmente en carnes grasosas, productos lácteos enteros y alimentos procesados, sugiriendo que las saturadas no superen el 10% y las trans el 1 % del consumo calórico.