Los manuales de medicina nos indican que el colesterol es uno de los lípidos o grasas más importantes que se encuentran en nuestro cuerpo.
Con frecuencia se habla de que el colesterol es malo, pero en realidad debemos comprender que también ejerce funciones muy importantes en nuestro cuerpo, como la formación de las membranas de las células de los órganos y como “materia prima” para la síntesis de hormonas sexuales y las de origen suprarrenal. También es precursor de los ácidos biliares, que son sustancias que forman parte de la bilis y que facilitan la digestión de los alimentos grasos.
En circunstancias normales, casi todo el colesterol de nuestro organismo procede del que absorbemos de los alimentos y del que el hígado es capaz de elaborar. Este colesterol pasa a la sangre -donde es transportado por unas proteínas especialmente diseñadas para ello, llamadas las lipoproteínas- para ser distribuido hacia los diversos aparatos y sistemas del cuerpo humano.
El problema ocurre cuando sus concentraciones en sangre se elevan por encima de los valores normales. Cuando existe un exceso de colesterol circulante, tiende a depositarse en la pared de las arterias, originando las denominadas “placas de ateroma” constituidas principalmente por el colesterol allí almacenado, por células que fagocitan el colesterol: los macrófagos, y por células musculares, que acuden a estas lesiones donde sintetizan sustancias que fibrosan y hacen a las placas susceptibles de calcificación.
Los niveles altos de colesterol en sangre perpetúan este proceso. Las placas van aumentando de tamaño, lo que contribuye a una mayor rigidez de los vasos sanguíneos y a una progresiva obstrucción de los mismos. En ocasiones, las placas se rompen, formándose trombos que potencialmente pueden ocluir total o parcialmente la arteria.
En el transcurso de estas rupturas y trombosis se pueden desprender émbolos que viajarían por el torrente circulatorio hasta impactar en arterias de menor calibre, impidiendo desde ese momento la irrigación del tejido que dependía de ellas.
Todos estos fenómenos originan una enfermedad denominada arterosclerosis, responsable de diversos cuadros cardiovasculares que, dependiendo de la localización de las arterias afectadas, conocemos como cardiopatía isquémica: angina de pecho e infarto agudo de miocardio; accidentes cerebrovasculares: infartos y trombosis cerebrales; arteriopatía periférica: isquemia de los miembros inferiores; aneurismas aórticos e isquemia intestinal.
“La principal causa de muerte en países occidentales sigue siendo la enfermedad cardiovascular. La mayor responsable es la ateroesclerosis (del griego “papilla dura”) que obstruye nuestras arterias con placas de ateroma, siendo el principal acusado de generarlas el colesterol”, explicó a Infobae el doctor Martín Lombardero, cardiólogo y miembro titular de la Sociedad Argentina de Cardiología (SAC).
Y agregó: “Es cierto que el aumento del colesterol en sangre está asociado a mayor mortalidad y de alguna forma está implicado en el mecanismo de la ateroesclerosis. Por eso los cardiólogos nos hemos pasado años hablando de colesterol bueno y malo, demonizando al colesterol, como un asesino silencioso que navega por nuestra sangre”.
“Pero el colesterol no es ni bueno ni malo. Es una molécula, un lípido esencial en nuestra vida. Es la base fundamental para sintetizar las hormonas sexuales, la vitamina D y el cortisol, también es un compuesto clave para la bilis que nos ayuda a digerir las grasas, y para el correcto funcionamiento cerebral”, indicó Lombardero.
“Cumple funciones importantes en la membrana plasmática, (membrana celular que actúa como una verdadera frontera con permeabilidad selectiva). Lo genera fundamentalmente el hígado (en 70-80%) y en menor proporción (20-30%) ingresa a través de lo que comemos. Nuestro cuerpo es cuasi perfecto (excepto por alteraciones genéticas), y nunca sintetizaría una molécula dañina e inútil “per se”, ni la mantendría miles de años en su evolución si no cumple una función”.
Dos tipos de colesterol
Existen dos tipos principales de colesterol: colesterol LDL (conocido popularmente como “colesterol malo”, aunque muchos expertos piden dejar de usar este término negativo) y colesterol HDL (conocido como “colesterol bueno”).
“Cuando un médico indica un análisis de colesterol, básicamente solicita tres indicadores: el colesterol total, el colesterol LDL y el colesterol HDL. El total es el total de colesterol que le pueda analizar en la sangre. El LDL es la lipoproteína de baja densidad, es el que se llama, habitualmente, malo. Y está el HDL, que es una lipoproteína de alta densidad, que habitualmente se lo conoce como colesterol bueno”, explicó en Infobae el reconocido doctor Daniel López Rosetti (MN 62540), presidente de la Sección de Estrés de la World Federation for Mental Health (WFMH).
“El colesterol circula por la sangre, tanto a través de la ingesta de alimentos como de la producción natural en nuestro organismo, principalmente en el hígado. Sin embargo, es importante destacar que el LDL, considerado el colesterol “malo”, viaja a través de las arterias y puede provocar su obstrucción al formar placas de ateroma de color amarillo, compuestas por depósitos de colesterol”, agregó el experto.
Rosetti sostuvo que estas obstrucciones arteriales pueden causar enfermedades graves. “Si se obstruye una arteria coronaria, por ejemplo, se corre el riesgo de sufrir un infarto agudo de miocardio u otras enfermedades cardíacas. Si esta placa de ateroma se aloja en una arteria del cerebro, uno podrá tener un accidente cerebrovascular. Si ocurre en los miembros inferiores, uno puede tener una dificultad de llegada de sangre a esa zona, lo que se llama arteriopatía periférica”, precisó.
Rosetti también explicó qué sucede cuando esta placa de ateroma se rompe. “Cuando esa placa se rompe, la sangre que circula en esa zona, al ver la lesión, va a hacer lo mismo que hace cuando uno se lastima, coagular. Y al generar un tapón por un coágulo, deja de circular sangre y se produce el infarto”, indicó el médico especialista.
Y aclaró que también es posible que un pequeño fragmento de la placa de ateroma se desprenda y viaje a través de las arterias hasta llegar a una arteria más estrecha, como en el caso del cerebro, y desencadenar un accidente cerebrovascular (ACV).
Cinco consejos para controlar el colesterol
Hay muchos hábitos de vida saludable que pueden ayudar a reducir el colesterol. Aquí hay cinco hábitos importantes que debes incorporar en tu estilo de vida:
1. Seguir una dieta saludable: consume una dieta baja en grasas saturadas, grasas trans y colesterol. En su lugar, elige alimentos ricos en fibra, como frutas, verduras, granos enteros y frijoles.
2. Realizar ejercicio regularmente: el ejercicio regular ayuda a aumentar el colesterol HDL y a reducir el colesterol LDL. Trata de hacer al menos 30 minutos de ejercicio aeróbico de moderado a intenso todos los días.
3. Controlar tu peso: mantener un peso saludable puede ayudar a reducir el colesterol. Trabaja con tu médico o un nutricionista para establecer un objetivo de peso saludable y un plan para alcanzarlo.
4. Si eres fumador, dejar de fumar: fumar es perjudicial para tu salud en muchos aspectos, incluyendo aumentar el colesterol. Si fumas, deja de hacerlo lo antes posible.
5. Si bebes, reducir el consumo de alcohol: el consumo excesivo de alcohol puede aumentar el colesterol y aumentar el riesgo de enfermedades cardíacas. Limita el consumo de alcohol a no más de una bebida por día para las mujeres y dos para los hombres.
Factores que pueden contribuir a un nivel alto de colesterol en la sangre
1. Dieta: una dieta rica en grasas saturadas, colesterol y carbohidratos refinados puede aumentar el colesterol en la sangre. Los carbohidratos refinados son aquellos que han sido procesados y despojados de sus componentes naturales, como la fibra, vitaminas y minerales. Estos carbohidratos incluyen:
A) azúcares refinados: incluyendo el azúcar blanco, jarabes de maíz y melazas.
B) alimentos procesados y refinados, como el pan blanco, pasta y galletas.
C) Bebidas azucaradas y dulces.
Los carbohidratos refinados se metabolizan rápidamente y pueden aumentar los niveles de azúcar en la sangre, lo que puede ser perjudicial para la salud a largo plazo. Por lo tanto, se recomienda limitar la ingesta de carbohidratos refinados y elegir carbohidratos complejos, como frutas, verduras, granos integrales y legumbres, que proporcionan fibra, vitaminas y minerales además de energía.
2. Obesidad: el exceso de grasa corporal, especialmente en la zona abdominal, puede aumentar el colesterol en la sangre.
3. Inactividad física: un estilo de vida sedentario puede contribuir a un aumento de colesterol en la sangre.
4. Edad: con la edad, el colesterol en la sangre suele aumentar naturalmente.
5. Genética: algunas personas tienen una predisposición genética a tener niveles altos de colesterol en la sangre.
Otros factores de riesgo incluyen hipertensión, fumar, consumo excesivo de alcohol, y enfermedades renales o hepáticas.
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