ADN, alimentación y alergias. Aunque estos tres conceptos parecen no estar vinculados entre sí, lo cierto es que su relación es muy profunda. Mientras que el primero es inherente a todo ser viviente y el segundo es una acción necesaria para la supervivencia, el tercero puede ser una consecuencia de los dos anteriores.
¿Cómo puede ser esto? El médico genetista Jorge Dotto (MN 107.411) encontró la respuesta y en diálogo con Infobae explicó los alcances de estas relaciones. Y más aún, cómo estos factores impactan en la calidad de vida y la longevidad.
Es que cuando se habla de alergias es común relacionar su aparición con factores ambientales o estacionales. Culpar a la primavera, por ejemplo, es una opción casi asegurada. Sin embargo, qué pasa cuando esta propensión está relacionada con los genes y la alimentación; o cuando sus consecuencias o síntomas pasan desapercibidos o son atribuidos a otras dolencias o circunstancias.
Cuál es la relación entre las alergias, el ADN y la alimentación
Para poder explicar esta relación, primero es necesario conocer en profundidad qué es el ADN y por qué dentro del genoma podemos encontrar la respuesta al surgimiento de las alergias, además de las razones de por qué los alimentos pueden influenciar a los genes.
“El ADN es la información más importante que tenemos, no diría solo del Homo sapiens sino de la especie viva. O sea, sin el ADN, sin genes, no puede vivir una bacteria, el ser humano, los animales o las plantas”, señaló Dotto durante su presencia en los estudios de Infobae.
En ese sentido, el experto resaltó: “Es la compresión de la información más rica que tiene este planeta, o por lo menos los seres humanos lo entendemos así. Es la conjunción no solamente del óvulo de nuestra mamá y el espermatozoide de nuestro papá, que genera el embrión que se desarrolla de feto a persona, sino que también es el resultado de cientos de años comprimidos en células, porque es la información de nuestras familias que no conocimos nunca y el origen étnico que hace la identidad de la persona”.
Sin embargo, el genoma no es estático o imperturbable, ya que también se ve afectado por factores ambientales y socioculturales. “Los factores externos, como siempre hablamos de la epigenética, juegan un rol. El ADN es algo central de la vida, de lo cotidiano y el día a día”, afirmó.
Es que cada uno de los seres vivos del planeta cuenta con un genoma, es decir con una información que se encuentra grabada en lo más profundo de su código genético. Dentro de éste, existen distintos genes que, además de puntualizar determinadas características físicas, también evidencian fortalezas y debilidades. Sobre ellas accionan la alimentación y las histaminas, con las alergias.
Cuál es el rol de los alimentos sobre el ADN y las alergias
Como si se tratara de un juego de palabras, los alimentos son una parte muy importante de este tridente de conceptos. Es que, una vez comprendido qué es el ADN, el siguiente paso es desentrañar cómo lo que comemos puede influenciar en la activación, o no, de los genes. Más aún, cómo este comportamiento se puede convertir en alergia que, incluso, se puede manifestar con dolores de cabeza, migraña, distensión abdominal y hasta insomnio.
“La intolerancia a histaminas es una de las contribuciones que, como equipo, hemos hecho y hubo un vuelco en los últimos dos o tres años sobre las intolerancias y las alergias alimentarias, que en conjunto representan al 20% de la población”, señaló Dotto. “La intolerancia a la histamina es algo revolucionario para nosotros, técnicamente es lo que forma parte de las reacciones alérgicas”, agregó.
Pero, ¿qué es una reacción alérgica? “Es una reacción exagerada o desproporcionada del sistema inmune a un enemigo. El sistema inmune cumple dos funciones primordiales y la primera es la de reconocimiento. Reconoce lo propio, que es el cuerpo humano, de lo no propio que es lo externo, y todo lo que está fuera del cuerpo es el enemigo”, continuó la explicación.
“Cuando el sistema inmune reconoce un enemigo, hay un grupo de glóbulos blancos, que se llaman linfocitos, que producen proteínas a las que les pusimos el nombre de anticuerpos, que son elementos para destruir a ese enemigo. Pero en la intolerancia a la histamina, o en una reacción alérgica, lo que ocurre es: si aparece un mosquito en el estudio, mientras nosotros lo matamos con la mano o nos ponemos repelente, y el 99% de la personas haría lo mismo, en la reacción alérgica el sistema inmune reconoce al enemigo, que es el mosquito, agarra un bazuca, lo mira y lo ataca con un misil”, explicó.
De esta manera, lo que ocurre dentro del organismo es que se genera “una explosión inflamatoria que provoca que un montón de sustancias se activen y, por definición, la histamina juega un rol en que pique el cuerpo, en que salga manchas en la piel, ardan los ojos, caiga agua de la nariz (goteo nasal o rinitis) y sientas una sensación de carraspera. Eso es lo típico. La persona toma un medicamento, un antialérgico o antiestaminico, baja su nivel de histamina mejora su sintomatología”, pero Dotto encontró algo más.
“Durante años conocimos esto en medicina, pero hace un tiempo atrás llegaron al Centro 5 mujeres, en un rango de 35 a 65 años, y nos pidieron que estudiemos por qué tenían migrañas. Cómo en ese momento no teníamos un rol para aportar, lo advertimos, pero ante la insistencia comencé con el diseño de los marcadores genéticos para analizar”, continuó el genetista.
Según relató a Infobae, estas mujeres habían acudido a un gran número de especialistas y expertos para conocer las razones detrás de estas migrañas, pero sin suerte. Entonces, los posibles factores que provocaban esta situación eran cada vez menos. Dotto, junto a su equipo de trabajo, definieron ir por otro camino. El de la genética.
“Si vieron a todos los expertos y nadie le puede explicar lo que le pasa, pensé en el rol que podía tener lo que estaban comiendo y tomando. Fue desde el sentido común, de lo más básico y racional. Por lo menos, pensé, probemos. Entonces encontramos esto de la intolerancia a histamina y los marcadores genéticos que están descriptos en la literatura, y diseñé un modelo”, agregó.
Ante el hallazgo, el siguiente paso fue “poner marcadores que metabolizan internamente la histamina, que serían como el antihistamínicos internos de nuestro cuerpo, que son genes que producen proteínas cuyo rol es eliminar la histamina. Tienen el mismo rol que el antihistamínico que vos te tomas. Y la migraña era causada por tomate, por palta, por mate, por chocolate...”, recordó.
- Infobae: ¿Pero cada persona tenía una reacción a esto por un marcador diferente que detectaron dentro de su genoma, dentro su ADN?
- Dotto: “Sí, y esto lo fascinante. Porque vos decís: ‘Si me como una ensalada de espinaca, tomate, palta, le sumo un poco de nueces, me tomo una copa de vino tinto Malbec, por ejemplo, y después, viendo una serie, me como un poco de chocolate...’ Y más tarde te explota la cabeza con una migraña o tenés insomnio, o te despiertas a las 3 o 4 de la mañana, que es otro gran tema el problema del sueño, ahí empezamos a entender. Porque, como concepto, la histamina no es solamente el problema alérgico, es un neurotransmisor. Es la lamparita que nos permite despertar todos los días, es la que hace que hagamos la transición del sueño, al alerta y el despertar”.
Infobae: Entonces, ¿por qué ocurre estas dolencias?
- Dotto: “Una persona cuando, externamente y sin saberlo, se sobrecarga de histamina y su cuerpo no tiene la capacidad de eliminarla eficientemente, tiene contractura cervical, dolor de cabeza o migraña. Es una progresión, es la histamina que está en el cerebro que, cuando comés o tomás cosas, te explota adentro y te genera la sintomatología”.
En palabras del experto, la alergia no solo surge como consecuencia de lo que ocurre en el exterior, sino también provocada por aquello que ingerimos y que, en pocas oportunidades, se identifica como responsable. “Es común pensar, tengo insomnio o me despierto en la madrugada, es estrés, un problema familiar o alguna situación de la coyuntura y son cosas que uno no asocia con la alergia”, señaló.
“En medicina se usan dos cosas: producto y dosis. El producto es el medicamento y la dosis que uno toma es lo que dice el médico, porque considera esa dosis acorde a tu estado clínico, peso corporal o tipo de de lesión y va a buscar el efecto deseado. Pero en la alimentación, esto está íntimamente relacionado con la cantidad, porque las calorías en este sentido no importan, los ingredientes y la calidad y la cantidad del ingrediente”, indicó Dotto.
Según explicó el especialista, a este concepto se suma otro, que puede ser determinante en conocer qué alimento puede ser responsable de provocar sintomatología. Para este punto, advirtió una estrategia: “Hay que empezar a pensar que comí y qué tomé hace 5 minutos o hace 5 horas. ¿Qué significa eso? Conocer si es algo agudo lo que me genera el síntoma o si es algo acumulativo y de ahí empezar a desentrañar qué puede ser”.
Edulcorantes, también una decisión informada
En la actualidad, es muy común que se usen edulcorantes en las bebidas y comidas. Y existe un amplio abanico disponible para su consumo. Sin embargo, también cuentan con resultados y consecuencias que son poco conocidas.
Es por eso que Dotto explicó: “El edulcorante está demostrado que aumenta el riego de sobrepeso, de obesidad, de enfermedad cardiovascular, y que se asocia con un mayor riesgo de mortalidad y de cáncer”.
“En marzo de 2022, hace unos meses que para medicina es como hace dos días, la Universidad de París publicó en la revista PLOS, una de las mejores publicaciones científicas, un estudio donde realizó el seguimiento de 100 mil personas en Francia. Tras casi 9 años, determinaron cuánto consumo de edulcorante habían tenido durante ese tiempo. El 60% del edulcorante consumido venía de gaseosas y otras bebidas, y era en aspartamo y acesulfame k porque la mayoría tiene esa combinación. Un 30% provenía de líquidos y sobrecitos; y demostraron que tenían una asociación con un mayor riesgo de cáncer, y en las mujeres algunos de éstos era cáncer de mama. Y Son todos”, explicó.
Ante la consulta de Infobae sobre cuál es la mejor opción, Dotto destacó que lo mejor es no cambiarle el sabor a las comidas con esta clase de sustancias. “No está mal si son decisiones informadas. Yo no lo obligo, porque cada uno tiene la libertad de elegir”, afirmó el experto. Al tiempo que analizó este comportamiento y advirtió que, a fin de cuentas, también se trata de costumbres.
“Cuando tenía 6 años, venía mi papá o mi mamá y me decían: ‘Jorge, antes de ir al colegio, café con leche con dos de azúcar. Volvía del colegio y, después de hacer la tarea, café con leche con dos de azúcar. Cuando tenés 45 años, al café lo seguís tomando con dos de azúcar. Cuando te lo replanteás, te das cuenta que es la costumbre”, ejemplificó.
En ese tono, reflexionó: “Si tengo que ponerle edulcorante o azúcar al café lo que estoy buscando es un sabor dulce y no amargo, pero le estoy enmascarando el sabor original”. Un punto similar ocurre con la sal: “La convencional, la marina y la del Himalaya, todas tiene la misma cantidad de sodio”, siendo que, incluso en la elección entre dulce y salado también está en los genes.
“Todos los días, cuando comemos, tomamos decisiones jerárquicas, que son las más importantes que tomamos en nuestra vida y no lo ponemos en ese lugar. Pero no solo es por las intolerancias o alergias alimentarias, también es por construir mejor mi futuro. Si tengo tendencia a tener mayor riesgo de enfermedad cardiovascular y como con alto contenido de carne, de productos lácteos, de azúcar o edulcorante, o ultra procesado, mi riesgo cardiovascular va a aumentar”, destacó.
Es más, los alimentos también son impulsores o potenciadores de nuestro genoma. “Cuando comemos o tomamos, esto potencia el ADN, que es la epigenética. Sería como prender o apagar luces del genoma y eso tiene un impacto importante”, destacó.
“Es sustancial entender que la alimentación, la nutrición y la genética son mecanismos. Hoy entendemos los procesos moleculares, por el cual podemos disminuir el riesgo de enfermedades. Entendemos que si comemos de una determinada manera nos vamos a enfermar, pero los alimentos también tienen impacto en la flora intestinal, que hoy la conocemos como microbiota. Entonces, ahora lo que se plantea es si comemos para las bacterias intestinales o para nosotros, y la realidad es tenemos que comer para los dos”, agregó.
Cómo aplicar esta estrategia de forma simple
Más allá de las argumentaciones, lo cierto es que Dotto dejó algunos tips para iniciar este camino hacia la mejor calidad de vida y, por supuesto, para alcanzar la longevidad. Entre estos puntos, el experto destacó algunas estrategias.
“En la Argentina somos adictos a las harinas, en el desayuno tostadas o facturas. En el almuerzo, pizza, pastas, empanadas o una panera. En la merienda, lo mismo que en el desayuno y en la cena, algo parecido al almuerzo, pero con cinco plantas por día podemos mejorar y disminuir el riesgo cardiovascular. Una forma es poner una fruta en el desayuno y otra en la merienda, después es fácil poner las tres restantes en el almuerzo o la cena”, señaló.
Pero eso no es todo, ya que el experto advirtió que también es importante “prestarle atención al cuerpo. Está bueno empezar a pensar y no perderle ni el valor, ni jerarquía a lo que uno siente. La genética va a lo cotidiano, porque con la información genética podemos ayudar a determinar y derivar a las personas o, incluso, ayudarlas a comer. Porque si vos no tenés el conocimiento de qué te está pasando, en vez de tomarte un medicamento podés evitar un alimento o comida. Todo esto puede llevar tiempo o, por ejemplo, hay que ir muchas veces a la verdulería, pero vale la pena”, concluyó.
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