La italiana es una de las gastronomías más queridas y replicadas del mundo. Desde la pasta hasta la pizza, pasando por otros platos como la lasagna y postres como el tiramisú, sus sabores triunfan en restaurantes de todo el mundo, así como en nuestras propias cocinas. Uno de los elementos básicos de su recetario, un auténtico pilar para los italianos, es la salsa de tomate.
Aunque en España es común sustituir la salsa de tomate casera por un tomate frito comprado en el supermercado, en realidad la elaboración de este ingrediente en casa es muy sencilla, un proceso fácil que mejora exponencialmente el sabor de nuestras pizzas y pastas. Con solo unos tomates maduros, aceite de oliva y las verduras de nuestro gusto, podemos conseguir una salsa saludable y riquísima que cambiará radicalmente el sabor y textura de nuestras recetas.
A pesar de que la salsa de tomate sea un elemento esencial en la cocina, versátil y delicioso, su acidez natural puede generar molestias en quienes la consumen. No es simplemente una cuestión de sabor; el tomate tiene un alto contenido de ácido cítrico y málico, algo que puede afectar especialmente a quienes son propensos a problemas de reflujo gastroesofágico.
Este problema tan frecuente tiene muchas posibles soluciones. Algunos cocineros recomiendan métodos como añadir mantequilla o nata, aceite de oliva o agua de la cocción de la pasta. Sin duda, la más popular de ellas es añadir una cucharada de azúcar, un ingrediente conocido por contrarrestar el sabor ácido de los tomates. No obstante, este no es el remedio más saludable ni tampoco el más efectivo. Así lo explica la chef italiana Roberta, del restaurante Aroma Roma, una cocinera que también divulga sobre gastronomía tradicional italiana a través de sus redes sociales.
Cómo arreglar una salsa demasiado ácida
La chef Roberta comienza asegurando que, aunque “mucha gente piensa que para bajar la acidez del tomate es necesario poner azúcar”, en realidad no es en absoluto la solución más adecuada. La italiana advierte que añadir una cucharada de azúcar a salsa no reduce la acidez, sino que simplemente “afecta solamente al sabor”, haciéndolo parecer menos ácido, pero sin eliminar realmente la acidez característica del tomate.
En su vídeo, la cocinera nos propone una solución alternativa, más eficaz para neutralizar la acidez propia del tomate y sin necesidad de comprometer el sabor auténtico de la salsa. Según sus consejos, lo más adecuado para reducir la acidez es cocinar el tomate durante al menos 20 a 25 minutos. Para aquellos que necesitan una solución más rápida, la chef italiana nos sugiere “añadir una pizca de bicarbonato de sodio”, lo que neutraliza la acidez sin alterar el sabor de nuestra salsa.
En realidad, este truco es una simple cuestión de química. Cuando algo nos sabe muy ácido, es debido a que su pH es muy bajo. La manera de revertirlo es añadir un ingrediente alcalino que nos ayude a subirlo, reduciendo así la acidez. El bicarbonato sódico es una sal con pH alcalino que perfecta para este fin.
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Cómo conservar la salsa de tomate casera
La salsa de tomate casera es una deliciosa y versátil preparación y es muy común prepararla en grandes cantidades, para así ir disfrutándola en diferentes recetas. Pero, para poder usarla durante más tiempo, es importante almacenarla correctamente. Existen diferentes métodos para envasar nuestra salsa, dependiendo del tiempo que pretendas extender su vida útil.
Si la vas a consumir en un periodo corto de tiempo, puedes conservarla en el frigorífico. Para ello, es fundamental dejar que la salsa se enfríe completamente después de cocinarla, para que así no afecte a la temperatura de la nevera y los alimentos de su interior se conserven sin riesgo. A continuación, transfiérela a un recipiente hermético y limpio, preferiblemente de vidrio. Guarda el recipiente en la parte más fría del frigorífico durante hasta cinco días.
Otra opción, perfecta si la salsa va a consumirse en un plazo largo, es congelarla, un método que la conservará intacta hasta durante tres meses. Para ello, deja enfriar completamente la salsa y divídela en porciones, guardándola en bolsas de congelación o recipientes aptos para el congelador. Una vez separada, una buena idea es etiquetar cada porción con la fecha para controlar el tiempo de almacenamiento. Cuando quieras consumirla, transfiere la salsa al frigorífico la noche anterior o caliéntala directamente en una sartén.
Finalmente, podemos envasarla al vacío, siguiendo así uno de los métodos más tradicionales y eficaces para un almacenamiento prolongado. Comienza esterilizando frascos de vidrio y sus tapas hirviéndolos en agua durante 10 minutos. Después, llena los frascos con la salsa caliente, dejando un espacio de 1-2 cm en la parte superior, limpia los bordes para asegurar un sellado perfecto y coloca las tapas. Hierve los frascos llenos en una olla grande con agua durante 20-30 minutos. Por último, retira los frascos, deja enfriar y verifica que estén sellados: la tapa debe estar ligeramente hundida. De esta manera, podremos guardar nuestra salsa en la despensa hasta un año.