Roma conquistó Grecia, pero Grecia permaneció en Roma. La campaña militar de los romanos sometió al pueblo heleno, pero la fascinación de los invasores ante la cultura griega fue tal que esta terminó permeando en toda Roma. Los dioses fueron rebautizados (Atenea era Afrodita; Cronos, Saturno; Ares, Marte...), la ropa se mimetizó con la moda griega y la gastronomía romana recibió con los brazos abiertos los nuevos platos y técnicas de cocina de sus vecinos del Mare Nostrum. Al mismo tiempo, egipcios, etruscos y fenicios también influyeron en la alimentación de Roma.
El pan, el vino y las legumbres eran alimentos típicos en la dieta de un ciudadano romano. Si este era un patricio o pertenecía a la familia del emperador, su dieta podía verse enriquecida con carne de cerdo, cordero o pescados. Con los esclavos, la situación era un poco más diferente, especialmente en aquellos que eran la espina dorsal de los espectáculos y juegos de Roma: los gladiadores. Estos esclavos sustentaban parte del “circo”, pero ¿cuál era su pan?
El escritor Plinio el Viejo llamaba a los gladiadores “comedores de cebada”, lo que ofrece una pista sobre en qué se basaba la alimentación de estos esclavos. Las legumbres como las lentejas, los garbanzos y las alubias, así como cereales de todo tipo, formaban el menú diario de los gladiadores, que podían consumir hasta 6.000 calorías diarias. Según el Manual MSD, los hombres deben consumir al día entre 2.200 y 2.600 calorías; las mujeres, entre 1.600 y 2.000, aunque depende del estilo de vida que se lleve.
Ni la carne ni el pescado se incluían en la dieta de los gladiadores romanos. Así, el principal nutriente que ingerían eran los hidratos de carbono en forma de gachas. El exceso de hidratos de carbono se traduce en un almacenamiento de ellos en forma de glucógeno y grasa, que se acumulaba en el músculo y podía servirles como una protección ante los cortes que sufrían en los combates en la arena.
El menú del día en Roma: aceitunas, queso y pan mojado en vino
Un esclavo romano bien podría envidiar la dieta de un gladiador, que comía hasta tres veces al día Los ciudadanos romanos bien acomodados, sin necesidad de pertenecer a la clase aristócrata, también repartían sus víveres en tres comidas al día: desayuno (ientaculum), almuerzo (prandium) y cena (cenae). El desayuno se tomaba a la salida del sol y consistía en un trozo de pan mojado en vino que podía acompañarse de pasas, queso, según el profesor e historiador Edmundo Fayanás Escuer. Hacia las once de la mañana, los romanos solían tomar algo menos elaborado, como alguna pieza de fruta, nueces o aceitunas. La comida principal era la cena, que se realizaba a media tarde y era el momento de fortalecer las relaciones sociales en las familias con un alto estatus social.
La cena solía realizarse en familia en el triclinio, que es como se conoce a la estancia destinada a las funciones de comedor y a los propios asientos donde se recostaban para comer y para conversar en la sobremesa. La cena diaria podía consistir en un plato de gachas, judías con tocino o huevos duros con puerros, pero si se trataba de una más sofisticada, el menú se enriquecía. Se comenzaba con un aperitivo que podía consistir en frutas o trufas. Después llegaba el primer plato, que podía ser marisco o carne. El convite acababa con una selección de postres, todo ello acompañado de vino.