El cilantro, conocido científicamente como Coriandrum Sativum, es una hierba ampliamente utilizada en la cocina internacional, especialmente en platos de India, Oriente Medio y Asia. Sus hojas y semillas, que se emplean de manera diferente en diversas regiones del mundo, son ingredientes esenciales en recetas como currys y masalas. En Estados Unidos, las hojas se denominan coriandro, mientras que en otras partes del mundo, ambas partes de la planta se conocen simplemente como cilantro.
Esta especia no solo es apreciada por su sabor, sino también por sus potenciales beneficios para la salud. Según Healthline, puede ayudar a reducir los niveles de azúcar en sangre, lo que lo convierte en un aliado para personas con riesgo de diabetes tipo 2. Las semillas, el extracto y los aceites de cilantro han demostrado ser eficaces en la promoción de la actividad enzimática que ayuda a disminuir el azúcar en sangre, tal y como han indicado investigaciones realizadas en animales.
Además, el cilantro es rico en antioxidantes, como el terpineno y la quercetina, que pueden reforzar el sistema inmunitario y combatir la inflamación. Estos compuestos también han mostrado efectos anticancerígenos y neuroprotectores en estudios de laboratorio. Un estudio reveló que los antioxidantes del extracto de semillas de cilantro pueden reducir la inflamación y frenar el crecimiento de células cancerosas en varios tipos de cáncer.
En cuanto a la salud cardiovascular, el cilantro podría ser beneficioso al reducir factores de riesgo como la hipertensión y los niveles de colesterol LDL. Actúa como diurético, ayudando al cuerpo a eliminar el exceso de sodio y agua, lo que puede disminuir la presión arterial. También se ha observado que el consumo de cilantro puede aumentar el colesterol HDL, conocido como el “bueno”.
Beneficioso para la memoria y reduce la ansiedad
El cilantro también podría tener un impacto positivo en la salud cerebral. Sus propiedades antiinflamatorias pueden proteger contra enfermedades como el Parkinson y el Alzheimer. Estudios en animales han demostrado que el extracto de cilantro puede mejorar la memoria y reducir los síntomas de ansiedad.
En el ámbito digestivo, el cilantro puede favorecer una digestión saludable y aliviar síntomas del síndrome del intestino irritable, como el dolor abdominal y la hinchazón. Su aceite esencial se utiliza tradicionalmente como estimulante del apetito.
Por otro lado, el cilantro contiene compuestos antimicrobianos que pueden combatir infecciones y enfermedades transmitidas por los alimentos. Un compuesto llamado dodecenal ha demostrado ser eficaz contra bacterias como la salmonela.
En el cuidado de la piel, el cilantro puede ofrecer protección contra el envejecimiento y los daños causados por el sol, gracias a sus antioxidantes. Aunque se utiliza popularmente para tratar afecciones cutáneas como el acné, se necesita más investigación para confirmar estos beneficios.
Finalmente, el cilantro es fácil de incorporar en la dieta diaria. Sus semillas y hojas, aunque tienen sabores distintos, son versátiles en la cocina. Las semillas pueden añadirse a productos horneados y platos de lentejas, mientras que las hojas son ideales para adornar sopa y ensaladas.
¿Por qué el cilantro me sabe a jabón?
A pesar de sus múltiples beneficios, muchas personas son incapaces de comer cilantro porque aseguran que les sabe a jabón. Esta percepción podría tener una explicación genética.
Investigaciones recogidas por National Geographic España han señalado que la respuesta al sabor del cilantro está relacionada con el comportamiento de ciertos genes y receptores olfativos y gustativos. En particular, se ha identificado que los aldehídos presentes en el cilantro son los responsables de este sabor jabonoso.
El científico Nicholas Eriksson, del grupo 23andMe en Estados Unidos, ha propuesto que el gen OR6A2 podría ser uno de los implicados en esta reacción, ya que regula receptores sensibles a los aldehídos. Se estima que alrededor del 17% de los europeos experimentan esta aversión al cilantro, mientras que en Asia la cifra asciende al 21% y en África se sitúa en el 14%.