La llegada de septiembre es, para muchos, el verdadero comienzo de un nuevo año. Ese “privilegio” de desbancar al mes de enero se explica con la ‘vuelta al cole’ de los niños y niñas y con los miles de trabajadores estrenando agendas y planificadores semanales. En España, la visión del trabajo no es especialmente positiva, a diferencia de otros países, como los escandinavos. Esto puede provocar que retomar la rutina pueda ser difícil para algunos sectores de la población hasta el punto de perjudicar su salud mental.
En 2023, España registró casi 600.000 bajas relacionadas con problemas de salud mental, una cifra que, según los datos de la Confederación Salud Mental España, se ha duplicado en los últimos siete años. La precariedad de las condiciones, la sobrecarga de trabajo, la dificultad de conciliación o la discriminación por cualquier motivo son algunos de los factores de riesgo de desarrollar ansiedad laboral.
La psicóloga Eulalia Torras es doctora en Sociedad de la Información y el Conocimiento (Psicología) y en Psiquiatría y Psicobiología Clínica y ha estudiado el perjuicio que puede causar a nuestra salud mental una vuelta a la rutina demasiado brusca. En una entrevista con Infobae España, la también profesora de la Universidad Carlemany (Andorra) aboga por “una reincorporación progresiva” en la medida en la que sea posible.
Pregunta: A diferencia de otros países, en España el trabajo no tiene la misma connotación positiva que tiene el ocio. ¿De qué manera influye esto en que la vuelta a la rutina nos sea más complicada?
Respuesta: Aquí influyen factores más culturales o sociales y después factores más psicológicos y personales. Hay estudios que hablan de los niveles de satisfacción en España y se encuentran alrededor del seis para los trabajadores por cuenta ajena y sobre cinco para los trabajadores autónomos. Esto de los valores tiene que ver con e propio rol del trabajo. La autorrealización, el hecho de mostrarse tal como se es en el trabajo... Quizás esto no está tan valorado en nuestro país como en otros. En España no se le da tanto valor al trabajo para construirnos como personas como por ejemplo se le da más al ocio, a los aspectos asociados a la libertad. Cómo gestionamos, cómo tomamos las decisiones... Parece que esto nos ayuda más que un trabajo satisfactorio. Pero un trabajo que nos haga sentir útiles para la sociedad también es muy positivo a nivel psicológico.
P: ¿Qué síntomas negativos puede experimentar una persona a la vuelta a la rutina?
R: El estrés está muy vinculado a la ansiedad que se siente en el lugar de trabajo, que es una de las principales fuentes de este problema. Incluso también hablamos de un tecnoestrés vinculado al utilizar las tecnologías y que la persona no esté muy adaptada a la tecnología. Esto hace que los niveles de ansiedad sean altos. Cuando hay ansiedad miramos las esferas de la familia, los amigos, la pareja... Sin duda, las consultas que llegan por insatisfacción con el lugar de trabajo están vinculadas incluso a crisis de ansiedad.
P: ¿Cómo podemos paliar esos efectos negativos?
R: Podemos poner foco en tres puntos. Por un lado, en lo que es más lo biológico: dormir, comer bien, hacer deporte... Pero después podemos cuidar también los pensamientos, lo que en psicología nos referimos como lo cognitivo. Los pensamientos positivos, la relajación, el mindfulness, el hecho de no precipitarnos en cambios y reflexionando. ¿Hay algo que esté en mi mano para cambiar y mejorar este lugar de trabajo? Todas estas herramientas van muy bien. Y después la parte de las acciones. Lo que hacemos tiene mucho que ver con lo que pensamos y sentimos. Si actuamos con unos hábitos sanos, tendremos pensamientos más positivos porque todo se va retroalimentando.
P: Ciertos sectores de la población, especialmente los jóvenes, rechazan la idea tradicional de sentirse representados o construir su identidad en torno al trabajo, lo que también genera en ellos un desapego hacia su profesión. ¿Por qué ocurre esto?
R: En psicología es lo que llamamos la pirámide de Maslow, que es cómo se cubren las necesidades de la persona. Hay unas necesidades que son básicas, de alimentación, de sueño... Necesitamos el trabajo por su valor monetario para una vivienda, entonces ya nos cubre unas necesidades, pero no son todas. Hay unas necesidades que llamamos superiores que tienen que ver con el desarrollarse como persona. Aquí ya hay muchas diferencias, pues hay quienes lo encuentran en el trabajo. En ciertos momentos históricos en España las profesiones se asociaban al prestigio (soy médico, soy abogado...) y, por tanto, los jóvenes buscaban ahí la autorrealización. Lo que estamos viendo como sociedad en este momento es que las nuevas generaciones se toman más tiempo para conocerse. Al tomarse más tiempo, igual no van ya tan directos a la profesión, sino que buscan más esto a través del ocio y de vivir experiencias con las amistades. Hay que entender que hay un poco de todo en todas las edades y, mientras sean sanos, son adecuados. También a veces en el sistema educativo español hacemos que los alumnos tomen decisiones muy pronto y quizás no están del todo preparados. Eso hace que sientan que han fallado en algún momento por tomar unas decisiones que no son exactamente lo que les gusta.
P: ¿Por qué los jóvenes necesitan más tiempo para conocerse en el ámbito laboral en comparación con las generaciones anteriores?
R: Aquí tiene que ver también factores socioculturales. Por ejemplo, las redes sociales ofrecen infinidad de estímulos distintos en los que es difícil escoger y construir el propio yo. En principio es positivo porque hay más opciones, pero es que son muchas y algunas tampoco son como las ofrecen las redes sociales. Hay una versión distorsionada. Estas posibilidades son muy propias de la juventud, el decir “voy a conocerme en distintos roles, grupos o actividades”. El problema es que si hay tantas opciones al final aparece el miedo a perderse algo. En la vida tenemos que priorizar y ver lo que nos gusta, no podemos probarlo todo. Lo estamos viendo en terapia: cada vez es más difícil esta construcción del yo.