Autocuidado, alimentación y deporte, estos son tres pilares básicos para mantener una vida sana. Sin embargo, poner el cuerpo en el centro del entrenamiento y la alimentación al servicio de los resultados físicos puede llegar a ser contraproducente.
Así, hay quienes deciden seguir estrictas pautas alimentarias para acompañar su proceso en el gimnasio. En este sentido, las dietas de alto contenido en proteína son la nueva tendencia en el mundo fitness, precisamente porque su ingesta durante e inmediatamente después de hacer ejercicio facilita el reacondicionamiento muscular y mejor la eficiencia del entrenamiento.
Sin embargo, y aunque para la población general estas dietas no suponen ningún tipo de riesgo si se hacen durante un corto periodo de tiempo, lo cierto es que al extenderse pueden llegar a ser muy problemáticas, tal y como establece el portal de salud Mayo Clinic.
Qué problemas están asociados a las dietas altas en proteínas
Tal y como destaca el citado portal de salud, algunas dietas altas en proteínas limitan el consumo de carbohidratos a niveles que pueden resultar en una ingesta insuficiente de nutrientes y fibra, lo que provoca problemas como mal aliento, dolor de cabeza y estreñimiento.
Por otra parte, estas dietas a menudo incluyen carne roja, carnes procesadas y otros alimentos ricos en grasas saturadas, lo que puede aumentar el riesgo de enfermedades cardíacas y elevar el colesterol de lipoproteínas de baja densidad (LDL), conocido como colesterol “malo”. Además, una dieta alta en proteínas puede agravar la función renal en personas con patologías previas, ya que el cuerpo podría no eliminar adecuadamente los desechos derivados de la descomposición de proteínas.
Qué cantidad de proteínas es la ideal para una dieta equilibrada
En el año 2020, un grupo de investigadores de la Universidad de Pittsburg demostró a través de un estudio que una dieta alta en proteínas aumenta el riesgo de sufrir ateroesclerosis y enfermedades cardiovasculares. Así, y aunque el peligro aumenta en personas con patologías previas, desde la universidad marcan el límite en el 22%, ingerir una cantidad mayor a esta puede provocar graves consecuencias.
Para llegar a este resultado, los científicos realizaron dos experimentos controlados con 23 participantes con sobrepeso, de ambos sexos, para evaluar la ingesta proteica. En el primero de ellos, 14 participantes consumieron dos comidas líquidas de 500 kilocalorías, una alta en proteínas y otra baja en proteínas. En el segundo, 9 participantes ingirieron dos veces una comida estándar de 450 kilocalorías con 16 o 25 gramos de proteínas. Se tomaron muestras de sangre antes y después de ambos experimentos, a las 1 y 3 horas tras la ingesta. Los resultados mostraron que consumir más de 25 gramos de proteínas por comida aumenta los niveles del aminoácido leucina, afectando a monocitos y macrófagos del sistema inmunitario.
Paralelamente, en un experimento de seguimiento con ratones, se utilizaron tres dietas con diferentes niveles de proteínas (alta, moderada y baja). Se descubrió que una ingesta proteica superior al 22% de las necesidades energéticas aumentaba los niveles de leucina, activando vías patológicas en el sistema inmune que conducen a la aterosclerosis.