La ansiedad y el estrés son dos experiencias comunes que pueden afectar la salud mental y emocional de las personas. A menudo se usan indistintamente, pero tienen diferencias significativas en términos de síntomas, causas y tratamiento. El doctor Timothy Legg, psiquiatra y coordinador del programa de Enfermeros Profesionales en Salud Mental en la Universidad Walden (Estados Unidos) pone el foco en la importancia de distinguir los síntomas de la ansiedad del estrés para saber cómo abordar ambos casos de la mejor manera.
El estrés es una respuesta natural del cuerpo a situaciones demandantes o desafiantes y que suele ser causado por factores externos, como el trabajo, las relaciones personales, los problemas financieros o los cambios en la vida. El estrés puede manifestarse de varias formas, como tensión muscular, irritabilidad, dificultad para concentrarse y problemas para dormir. Es importante reconocer que el estrés puede ser tanto positivo como negativo. El estrés positivo, conocido como estrés agudo, puede proporcionar la motivación necesaria para enfrentar desafíos y alcanzar metas. Sin embargo, cuando el estrés se vuelve crónico y abrumador, puede tener efectos adversos en la salud física y mental.
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Por otro lado, la ansiedad es una respuesta emocional a la percepción de una amenaza futura o un peligro inminente. A diferencia del estrés, que a menudo está relacionado con situaciones específicas, la ansiedad puede surgir sin una causa aparente o en respuesta a pensamientos irracionales. Los síntomas de ansiedad pueden variar ampliamente e incluir preocupación excesiva, nerviosismo, miedo intenso, palpitaciones, sudoración, temblores y dificultad para respirar. La ansiedad puede interferir significativamente en la vida diaria de una persona y afectar su capacidad para funcionar en situaciones cotidianas.
Una forma de distinguir entre la ansiedad y el estrés es considerar la naturaleza de los síntomas y su duración. Mientras que el estrés tiende a ser una respuesta inmediata a situaciones específicas y puede desaparecer una vez que se resuelve la situación estresante, la ansiedad puede persistir durante períodos prolongados de tiempo y no estar necesariamente vinculada a eventos externos concretos. Además, el estrés tiende a estar más relacionado con la presión percibida para realizar tareas o enfrentar desafíos, mientras que la ansiedad se centra en preocupaciones futuras y temores anticipados.
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Otro factor a considerar es la respuesta fisiológica asociada con cada estado emocional. Mientras que el estrés puede desencadenar una reacción de “lucha o huida” en el cuerpo, que incluye un aumento en la frecuencia cardíaca y la presión arterial, la ansiedad puede provocar síntomas físicos más específicos, como mareos, náuseas y sensación de ahogo.
Es importante tener en cuenta que el estrés y la ansiedad pueden estar interrelacionados y pueden influirse mutuamente. Por ejemplo, el estrés crónico puede aumentar el riesgo de desarrollar trastornos de ansiedad, mientras que la ansiedad persistente puede contribuir a un aumento en los niveles generales de estrés. Además, las estrategias de afrontamiento utilizadas para manejar el estrés pueden ser similares a las utilizadas para manejar la ansiedad, como la práctica de la relajación, la respiración profunda y la búsqueda de apoyo social.
En términos de tratamiento, tanto la ansiedad como el estrés pueden beneficiarse de enfoques similares, como la terapia cognitivo-conductual, la meditación, el ejercicio regular y la gestión del estilo de vida. Sin embargo, en casos más graves, puede ser necesario buscar la ayuda de un profesional de la salud mental para recibir un diagnóstico preciso y un tratamiento adecuado.