En un descubrimiento que data de principios del siglo XX, Casimir Funk, un distinguido químico polaco, inauguró en 1912 la era de las vitaminas con la acuñación del término, derivado de “vita” y “amina”, palabras latinas que significan vida y un compuesto orgánico, respectivamente.
Este avance vino acompañado de la revelación de que la ausencia de ciertas sustancias en la dieta humana podía provocar enfermedades graves. Este hito marcó el inicio de una comprensión profunda y científica sobre el impacto de los micronutrientes en la salud humana, un campo que ha continuado evolucionando hasta la fecha.
Antes de la consolidación de ese concepto, se sabía que la alimentación influía directamente en la salud, pero el entendimiento detallado sobre cómo los componentes específicos de los alimentos afectan al organismo era limitado. Esta comprensión avanzó significativamente gracias a experimentos con animales y observaciones en humanos, llevados a cabo por investigadores como Gerardus Johannis Mulder y Christian Eijkman, quienes exploraron el papel de diferentes componentes dietéticos en la salud.
Eijkman observó que las aves alimentadas con arroz blanco padecían síntomas similares a los de los marinos que sufrían de beriberi (enfermedad en la cual el cuerpo no tiene suficiente tiamina o vitamina B1), un descubrimiento que apuntaba a la relación entre la dieta y ciertas enfermedades. Posteriormente, Mulder, en 1838, propuso la existencia de un compuesto crucial para la nutrición que llamó proteína.
La teoría de que las dietas pobres en proteínas eran la causa de enfermedades como el beriberi fue propuesta por primera vez por el médico naval japonés Kanehiro Takaki en la década de 1880, al observar una prevalencia más alta de la enfermedad entre las personas de menores ingresos. Sin embargo, fue Eijkman, mediante su trabajo con pollos alimentados con diferentes tipos de arroz, quien demostraría que el arroz procesado y la falta de ciertos nutrientes, más que la proteína per se, eran los responsables.
La evolución en la comprensión de las vitaminas y su importancia resalta un largo proceso de descubrimiento que comenzó mucho antes de los términos y conceptos con los que ahora estamos familiarizados. Desde los tempranos experimentos centrados en el nitrógeno hasta la eventual identificación de compuestos específicos esenciales para la salud, estos avances muestran cómo la ciencia depende de la acumulación de observaciones y experimentación a lo largo del tiempo.
La investigación en el campo de la nutrición tomó un impulso significativo con el descubrimiento de Funk, sumado a los hallazgos del científico estadounidense especializado en nutrición Elmer McCullum, quien identificó sustancias “accesorias” esenciales para el crecimiento en las grasas, y marcó el inicio de la clasificación de las vitaminas con nombres alfabéticos, como la vitamina A para las sustancias liposolubles y la vitamina B para las hidrosolubles.
A lo largo del tiempo, la ciencia nutricional avanzó e identificó cuatro vitaminas liposolubles (A, D, E, K) y nueve hidrosolubles (C y el complejo B), esenciales para el crecimiento y la salud.
Una curiosidad en este sistema de nomenclatura es la omisión de la “vitamina F”, debido a que la vitamina K,descubierta por el investigador danés Carl Peter Henrik Dam en 1929, recibió su nombre por su papel en la coagulación de la sangre, “Koagulation” en alemán, obviando el orden alfabético esperado que hubiera correspondido a la denominación “F”.
“Hay que evitar una dieta monótona”, declaró Funk, subrayó la importancia de una alimentación variada rica en vitaminas para prevenir enfermedades. Curiosamente, la última vitamina esencial descubierta fue la vitamina B12 en 1948, y aunque no se han identificado nuevas desde entonces, la investigación sobre los beneficios para la salud de las vitaminas ya conocidas y su relación con distintas enfermedades ha seguido evolucionando.
Los pioneros en este campo, como Funk y McCollum, proporcionaron una base en la comprensión del papel vital de la nutrición en la salud humana. Junto con investigaciones posteriores, desempeñaron un papel decisivo en combatir afecciones nutricionales como la pelagra y la anemia mediante dietas adecuadamente enriquecidas con vitaminas. Este legado científico continúa inspirando a los investigadores contemporáneos, que buscan ahondar en los misterios de los micronutrientes y su impacto en nuestra vida diaria.
Si la época de oro del descubrimiento de vitaminas fue solo el inicio, la ciencia de la nutrición se adentra ahora en una era de exploración más profunda, con una comprensión más detallada de cómo los alimentos y sus componentes microscópicos, incluidas las vitaminas, modelan nuestra salud y bienestar.