“Nada se siente igual desde que ella se fue”, me confesó un paciente, con lágrimas en los ojos. Su esposa, con quien compartió la vida durante 30 años, había fallecido hace dos meses. Mi paciente sentía que su identidad estaba vinculada con ella, y luchaba por descubrir quién era sin su presencia.
“El duelo es tan complicado”, dijo. “Nunca sabes qué señales, qué cosas a tu alrededor van a desencadenar una ola de recuerdos y sentimientos. Es como un francotirador emocional”, agregó.
Perder a alguien importante, ya sea por muerte, ruptura, reubicación u otro desarrollo, puede sentirse catastrófico. Somos seres sociales, y otras personas nos brindan un sentido de pertenencia, continuidad y estabilidad. La naturaleza abrupta de muchas separaciones puede dejarnos expuestos, cargando con sentimientos de soledad y vacío que pueden ser abrumadores.
Nos sentimos de esta manera porque experimentar una pérdida puede llevar a cambios en nuestros sistemas biológicos. Entender estos cambios, especialmente en nuestro cerebro, puede ayudarnos a comprender que sanar de una pérdida lleva tiempo, y necesitamos ser gentiles con nosotros mismos durante el proceso de duelo.
Cómo el duelo afecta el cerebro
Durante el duelo, los niveles de hormonas de estrés aumentan, y los patrones de activación cerebral pueden cambiar. Por ejemplo, el ganglio basal - grupos de neuronas ubicadas profundamente dentro de las partes inferiores del cerebro - puede volverse más activo.
Estas neuronas están involucradas en establecer nuestros patrones de acción habituales. También ayudan a determinar la recompensa y el placer que obtenemos de ciertas relaciones y jugarán un papel en cómo respondemos a la separación de seres queridos.
Dado que el ganglio basal codifica nuestra sensación de cercanía y el sentirnos atraídos por otros, la sobreactividad en esta área en respuesta a la separación puede impulsarnos a intentar reconectar a través de comportamientos de búsqueda, como el impulso de “salir a buscar” a esa persona. Como podríamos haber asociado a los seres queridos con sentimientos de recompensa, su ausencia puede causarnos ansias por ellos.
Importante es que hay cierta superposición entre áreas que codifican nuestra representación de nosotros mismos y áreas que codifican representaciones de otros cercanos. Nuestros cerebros no distinguen completamente entre el yo y los demás; puede haber una confusión entre dónde terminamos nosotros y dónde comienza la otra persona, especialmente en relaciones íntimas.
Como subrayó mi paciente, perder a un ser querido puede hacernos sentir como si nos hubieran quitado una parte de nosotros mismos. Como resultado, tenemos problemas para reconocer quiénes somos después de la pérdida.
En el cerebro, puede haber una desconexión entre las áreas de “memoria episódica” o “autobiográfica” (que registran eventos factuales y nos informan que la persona se ha ido) y las áreas de “memoria semántica” o “conceptual” (que registran información contextual sobre nuestras vidas e nos informan que esta persona ha sido, y por lo tanto debería seguir siendo, una parte predecible de nuestra existencia diaria). Este paradigma de información puede llevar a lo que se ha denominado la teoría “ausente-pero-siempre-presente” en el duelo.
Quedarse atrapado en el duelo
Hay muchas maneras en las que podemos quedarnos “atrapados” en un ciclo de duelo. Nuestro sentido de placer y satisfacción puede volverse tan conectado a individuos específicos que puede parecer imposible hacer cualquier cosa valiosa no relacionada con ellos.
Ya sea escuchar canciones o ver películas que ambos disfrutaron, o mirar fotografías y recuerdos, preferimos obtener alguna versión de recompensa al interactuar con estos recordatorios (aunque también nos traigan tristeza) que cambiar hacia otras actividades que podrían ser placenteras, pero no tienen conexión con la persona ausente.
Involucrarse en otras actividades también puede invitar a la culpa, ya que podemos sentir que estamos traicionando a la persona al intentar seguir adelante. Cuanto más nos sentimos “fusionados” con ciertas personas, más difícil es imaginar un futuro sin ellas, y esta situación puede prolongar la respuesta de duelo.
La pérdida es una parte inevitable de la vida, pero sus efectos no tienen por qué consumirnos. A medida que intentamos encontrar sanación, hay algunas ideas importantes a tener en cuenta durante el proceso de duelo.
Evitar el aislamiento
Puede ser fácil rodearnos de recordatorios de la persona ausente, reflexionar sobre la pérdida y evitar el compromiso con cualquier cosa no relacionada con la relación. Puede ser difícil pensar con claridad (las personas pueden experimentar lo que se ha denominado “niebla del doliente”), y los pensamientos que tenemos a menudo son repetitivos y tortuosos, como “¿Por qué me pasó esto a mí?”, o “¿Pude haber hecho algo diferente?”
Nos mantenemos atrapados en una relación que ha terminado y sigue en curso, aunque de maneras dolorosamente inmutables. Pero, por difícil que sea, tratar de conectar con otros nos empuja a darnos cuenta de que hay otras relaciones valiosas.
No definirse por la pérdida
Cuando una relación termina, lo que se pierde no es solo la previsibilidad y comodidad, sino también la sensación de ser especial y único en la mente de otra persona.
Una parte crítica del proceso de duelo es recordar que tenemos un valor inherente, el cual permanece vivo a pesar de la ausencia de la otra persona. Reclamar nuestro sentido de valía puede recordarnos que la vida continúa, incluso si la relación no lo hace.
Recordar que el duelo dicta su propio curso
No hay un plazo para que el duelo termine. La gente puede poner mucha presión sobre la persona en duelo para que siga adelante, pero solo aquellos en la relación saben lo que significó.
No podemos eliminar todos los recordatorios de la persona ausente (ni sería necesariamente recomendable). Experimentar de nuevo el duelo es de esperar, especialmente en fechas importantes y al interactuar con recordatorios de personas que se han ido.
Ser paciente y compasivo con nosotros mismos es crucial, y necesitamos evitar exigir una recuperación precipitada que supere una integración realista y sostenible de nuestra pérdida. El duelo es individual y tomará el tiempo que necesite.
(*) The Washington Post
(*) Christopher W.T. Miller, MD, es un psiquiatra y psicoanalista que ejerce en el University of Maryland Medical Center y es profesor asociado en la University of Maryland School of Medicine. Es autor de “The Object Relations Lens: A Psychodynamic Framework for the Beginning Therapist.”