A lo largo de la historia, según los datos arrojados por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), más de 100 países han diseñado y elaborado sus propias guías alimentarias. En la actualidad, más de la mitad de la población mundial sufre el sobrepeso y la obesidad, a pesar de que las campañas de concientización crecen con el correr de los años.
En 1992, Estados Unidos ideó la pirámide alimenticia, una ilustración tradicional que sirvió como ejemplo a muchos países del mundo. Fue la Universidad de Harvard quien aseguró que esta figura geométrica grafica en forma útil la forma de compra y los alimentos que se deben consumir, pero no resulta fundamental para armar el plato perfecto, la creación saludable que encamine la dieta en forma correcta.
La prestigiosa universidad creó su propio plato, conocido como El plato para comer saludable, promoviendo un menor riesgo de sufrir una enfermedad cardiovascular y de retrasar el envejecimiento. Todo combinado con una vida activa, en donde la actividad física toma un rol clave como factor complementario de la dieta.
"Basta con respetar las proporciones", aclararon desde el prestigioso centro, quienes dividieron el plato en cuatro colores, en donde la variedad de los alimentos otorga los nutrientes y las vitaminas que el organismo necesita.
Color verde: Verduras. Cuanta más variedad, mejor. Las papas, por ejemplo, no cuentan, por su impacto negativo en el azúcar en sangre.
Color rosa: Frutas. Según la Universidad de Harvard, aquí corre la creatividad, combinando diferentes frutas, con diversos colores.
Color azul: Proteínas sanas. Pescado, pollo, legumbres o frutos secos. Conviene limitar la carne roja y evitar la procesada.
Color amarillo: Cereales integrales. Pan, pasta o arroz (todo integral), con un efecto en la insulina y el azúcar en sangre más suave que sus variedades refinadas.
La guía también recomienda incluir aceites saludables (de oliva y el de colza para cocinar o condimentar las ensaladas, limitando la manteca y otros derivados). Beber agua (cuentan las infusiones como té o café), uno o dos lácteos por día y un vaso pequeño de jugo natural.
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