
En una vivienda de dos pisos en Redwood City, California, una puerta se abre sola y da paso a una figura que desafía las expectativas: un robot sin rostro, delgado y vestido con un traje ajustado color beige.
Saluda con acento escandinavo y ofrece su mano con una advertencia: “Tengo un agarre firme”. La escena parece sacada de una película de ciencia ficción, pero es parte de un experimento real protagonizado por Neo, un robot humanoide diseñado para asistir en tareas domésticas.
Como menciona The New York Times, el anfitrión de esta singular visita es Bernt Børnich, ingeniero noruego y fundador de la startup 1X, que planea instalar su creación en más de cien hogares antes de que termine el año.
Detrás de esta iniciativa hay una ambición mucho mayor: insertar robots humanoides en el ámbito doméstico para realizar tareas cotidianas como limpiar, cargar ropa o servir bebidas.
Tecnología con rostro humano
El auge de los humanoides responde, en parte, a una lógica de diseño: los hogares, oficinas y almacenes están pensados para cuerpos humanos. Así, replicar nuestra estructura física —caminar, agacharse, extender los brazos, manipular objetos— ofrece ventajas prácticas en estos espacios.
Pero la apariencia engaña. Aunque Neo puede desplazarse sin ayuda, muchas de sus acciones todavía dependen de operadores humanos, que lo controlan a distancia con cascos de realidad virtual y joysticks.
“La mayoría de los videos que circulan sobre estos robots generan una impresión equivocada”, advirtió Ken Goldberg, profesor de robótica en la Universidad de California en Berkeley. “Aunque se vean como humanos, no siempre se comportan como tales”.

En efecto, la voz que da vida a Neo pertenece a un técnico noruego que lo opera desde el sótano de la casa de Børnich. El objetivo final es automatizar completamente sus capacidades, pero el camino aún es largo.
Una alianza entre continentes
El desarrollo de Neo fue posible gracias a la colaboración entre Børnich y Eric Jang, un investigador que trabajaba en inteligencia artificial para Google.
Su encuentro, propiciado por un posible inversor, derivó en la fusión entre Halodi Robotics —la empresa noruega original— y el equipo de Jang, dando origen a 1X. Hoy, la empresa cuenta con 200 empleados y más de 125 millones de dólares en financiación de firmas como Tiger Global y OpenAI.
Inspirado por películas como Blade Runner (1982) o Westworld (2016), Jang ha trabajado en enseñar a los robots habilidades mediante redes neuronales, simulando primero los movimientos en entornos digitales antes de trasladarlos al mundo físico. Así, Neo aprendió a caminar enteramente en un universo simulado, antes de dar sus primeros pasos reales.
Aprender desde casa
Para que Neo aprenda tareas más complejas —como doblar ropa o cargar el lavavajillas— se requiere entrenamiento en hogares reales. Estas acciones implican una física mucho más complicada que caminar, y no pueden resolverse con simulaciones.
Por eso, 1X ha comenzado a recopilar datos en casas como la de Børnich, donde Neo realiza sus primeros ensayos mientras cámaras y sensores registran cada movimiento.

Aunque aún bajo control humano, el robot ha logrado cargar una lavadora, limpiar superficies y entregar botellas de agua.
Pero sus limitaciones son evidentes: puede derramar un vaso o fallar al encontrar el ángulo adecuado para tirar basura. Además, no puede levantar los brazos por encima de la cabeza.
El precio del progreso
Más allá del desafío técnico, uno de los mayores obstáculos será convencer a las personas de dejar entrar esta tecnología en sus hogares. El coste de producción de un robot como Neo se asemeja al de un coche pequeño. 1X aún no ha definido un precio para su venta comercial.
La cuestión de la privacidad es central. Según Børnich, los técnicos remotos solo tomarán control del robot con autorización previa del usuario, y los datos recogidos no serán usados para entrenamiento hasta al menos 24 horas después de su recolección, permitiendo a los propietarios eliminar cualquier contenido no deseado.
¿Colaboración o reemplazo?

Uno de los temas más sensibles es el impacto en el empleo doméstico. Børnich reconoce que Neo podría, en el futuro, realizar casi cualquier tarea del hogar, lo que plantea un posible reemplazo de trabajadores humanos.
Sin embargo, organizaciones como la National Domestic Workers Alliance, que representa a empleadas del hogar y cuidadoras, ven con buenos ojos estas innovaciones si se utilizan como herramientas complementarias.
“Estas tecnologías pueden aliviar trabajos físicos pesados y permitir que los humanos se concentren en tareas que requieren empatía y juicio”, explicó Ai-jen Poo, presidenta de la organización.
Tecnología en construcción
En una visita posterior a la casa de Børnich, un fallo eléctrico hizo que Neo cayera de espaldas, provocando un estruendo que interrumpió la conversación.
Aunque pesa apenas 30 kilogramos y mide menos de un metro sesenta, su presencia en un hogar plantea preguntas sobre la seguridad de niños y mascotas. ¿Estamos listos para convivir con humanoides?
Para Børnich, el desarrollo de Neo no es un producto terminado, sino “una travesía más que un destino”. Los tropiezos forman parte del proceso, y el futuro que promete su empresa aún está en construcción.
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