El viernes 8 de febrero de 1974 Juan Domingo Perón convocó a una conferencia de prensa en la Quinta de Olivos. Habían pasado apenas cuatro meses desde su asunción a la tercera presidencia y su salud ya había mostrado una gran fragilidad. Aquel verano resultaba particularmente caliente: el 19 de enero, un nutrido contingente guerrillero del ERP atacaba una unidad militar en la localidad bonaerense de Azul. Una semana después, con impulso de la Casa Rosada, era desplazado el gobernador Oscar Bidegain, vinculado a la izquierda peronista, y su lugar era ocupado por el vice, Victorio Calabró, ubicado en la vereda opuesta.
Como demostración del giro que tomaba su gobierno, Perón ya no hablaba de la Juventud Maravillosa y mandó un proyecto de ley para reformar el Código Penal. Antes de que entrara al recinto, Perón citó a los 11 diputados de “la Tendencia” para advertirles que cumplieran la disciplina partidaria o se fueran: renunciaron 8 de esos legisladores que de inmediato fueron expulsados del Partido Justicialista. Bombas y asesinatos contra locales y militantes del sector juvenil revolucionarios fueron una vuelta más de rosca a la escalada de violencia.
Una pregunta incisiva
A poco de empezar la rueda de prensa en la quinta de Olivos, una periodista rubia, muy flaca, de pelo corto y anteojos de marco ancho, levantó la mano.
Sin saber la que se venía, el jefe de Prensa le dio la palabra.
-Soy Ana Guzzetti, de El Mundo. Señor Presidente: cuando usted tuvo la primera conferencia de prensa con nosotros, yo le pregunté qué medidas iba a tomar para parar la escalada de atentados fascistas que sufrían los militantes populares. A partir de los hechos por todos conocidos, de Azul, y después de su mensaje llamando a defender al gobierno, esa escalada fascista se amplió mucho más. En el término de dos semanas hubo exactamente 25 unidades básicas voladas, que no pertenecen precisamente a la ultraizquierda, hubo 12 militantes muertos y ayer se descubrió el asesinato de un fotógrafo. Evidentemente, todo esto está hecho por grupos parapoliciales de ultraderecha...
Perón la miró durante unos segundos que parecieron eternos.
-¿Usted se hace responsable de lo que dice? Eso de parapoliciales lo tiene que probar.
El Presidente miró a sus colaboradores, parados a un costado y dijo, cortante:
-Tomen los datos necesarios para que el ministerio de Justicia inicie una causa contra esta señorita...
Tras cartón, puso su vista sobre los cronistas:
-Las medidas que se están tomando son asuntos policiales que están provocados por la ultraizquierda y la ultraderecha...
Los ojos de Perón volvieron a enfocarse en Guzzetti:
-La ultraizquierda, que son ustedes, y la ultraderecha, que son los otros. De manera que arréglense entre ustedes. La policía procederá y la justicia también...
-Discúlpeme, General, yo soy peronista... -dijo Guzzetti.
A nadie escapaba que ella era del diario El Mundo, que había salido a los kioscos en agosto de 1973 y contaba con un staff de buenos periodistas profesionales. Sin embargo, era un secreto a voces que los dueños reales eran el PRT-ERP, la organización que había atacado el regimiento 10 de Caballería Blindada y el Grupo de Artillería Blindada 1 de Azul tres semanas antes, cuando murieron el jefe de la guarnición, su esposa, un soldado, un guerrillero y otros dos fueron detenidos desaparecidos.
La periodista tenía 30 años, experiencia profesional probada y no era del ERP. Sin embargo, Perón la situó en “la ultraizquierda” por la pregunta y, quizá también, porque sabía quiénes eran los financistas de El Mundo.
-Le aclaro que soy militante del movimiento peronista desde hace 13 años –retrucó Guzzetti, quien le dio el número de carné partidario.
-Hombre, lo disimula muy bien –fue la respuesta del Presidente.
¿Había o no parapoliciales?
El 30 de enero de aquel 1974, la Triple A había enviado a los medios de prensa su primera lista de condenados a muerte: los coroneles retirados César Perlinger y Juan Jaime Cesio, el obispo de La Rioja Enrique Angelelli, el senador (FREJULI, Córdoba) Luis Carnevali, el diputado (sumado al bloque peronista, Capital) Raúl Bajczman, los dirigentes trotskistas Homero Cristaldo (Jorge Posadas, PORT) y Hugo Bressano (Nahuel Moreno, PST), los abogados Silvio Frondizi, Mario Hernández y Gustavo Rocca, los jefes guerrilleros Mario Santucho (PRT) y Roberto Quieto (Montoneros), los gremialistas Agustín Tosco, Raimundo Ongaro, René Salamanca y Armando Jaime, el dirigente del PC Ernesto Giúdice, los directores de los diarios Noticias, Miguel Bonasso, y de El Mundo, Manuel Gaggero, el ex rector de la UBA Rodolfo Puiggrós y el ex subjefe de la policía bonaerense Julio Troxler.
El comunicado era más bien parco: “Los mencionados serán ajusticiados en el lugar donde se encuentren”. Se levantó una ola de denuncias: parecía cada vez más claro que los impulsores de la Alianza Anticomunista Argentina eran el mismísimo José López Rega y los altos oficiales de la Policía Federal Rodolfo Almirón y Juan Ramón Morales.
La Triple A había aparecido un mes antes, cuando le volaron el auto al senador radical Hipólito Solari Yrigoyen en la cochera del Congreso: Solari se salvó de milagro, pero quedó con heridas muy graves. El grupo reapareció a mediados de enero, con cartas a los legisladores sugiriendo que votaran la reforma al código penal; caso contrario, decían, les podría pasar lo que a Solari Yrigoyen.
La redacción de El Mundo
Mientras en la redacción de la calle Sarmiento todos comentaban que las palabras de Perón constituían un ataque a la libertad de prensa, los del equipo de seguridad se fueron a las ventanas a ver si llegaban patrulleros, para en ese caso esconder las armas, o patotas de civil, para enfrentarlas.
Los responsables de El Mundo pidieron a los abogados del diario que presentaran un recurso de amparo y solicitaron una reunión urgente con Emilio Abras, el secretario de Prensa de la Presidencia. Abras todavía no había contestado cuando Benito Urteaga, de la dirección del PRT-ERP, trasmitió su desazón a los directivos del diario:
-Se están cerrando los caminos legales y no podemos exponer a los compañeros a que sean blanco móvil de la represión...
Urteaga agregó que los miembros del ERP no podían empeñarse en dar custodias a sindicatos o locales políticos y que la autodefensa de los mismos trabajadores frente a las bandas armadas con fusiles y metralletas era bastante inútil.
-El nivel del enfrentamiento entró en una espiral ascendente...
A esa altura, el esfuerzo por equilibrar las cuentas del diario resultaba imposible: en los meses que llevaba, la única publicidad privada importante que llegó fue una de Bonafide pero después del primer aviso los llamaron de la agencia para suspenderla. YPF había sacado una página para el Día del Petróleo: esa fue la única del Estado. Tenían muchos problemas de seguridad: una patota de civil había intentado asaltar las oficinas del diario y los que las cuidaban cerraron todo y se resistieron a tiros; la imprenta había tenido dos atentados. Además los distribuidores de diarios los tiraban al bombo, y ellos mismos tenían que ir a recorrer los kioscos para que lo exhibieran. El Mundo estaba en crisis y el PRT-ERP lejos de retroceder en la violencia consideraba mejor aumentarla.
Atentados
El abogado entrerriano Manuel Gaggero estaba al frente del diario desde diciembre de 1973 y los meses previos a la mencionada conferencia de prensa demuestran cuáles eran los “grupos parapoliciales”.
El 29 de septiembre de 1973, cuando Gaggero era todavía subdirector del diario, colocaron un artefacto de alto poder explosivo en su casa de la ciudad de Paraná, destruyendo el dormitorio en el que presumían los agresores que se encontraba junto a su compañera y a sus tres hijos. La vivienda quedó seriamente afectada, tanto que debió ser apuntalada por los bomberos. Gobernaba la provincia Tomás Cresto, quien se negó a recibirlo cuando solicitó una audiencia para pedirle que se investigara el atentado. A pesar de lo sucedido, tres meses después Gaggero se hizo cargo de la dirección del diario.
Las oficinas de El Mundo sufrieron varios atentados con explosivos y un intento de copamiento por parte de una columna de la Juventud Peronista de la República Argentina (JPRA), que tenía el apoyo del Ministerio de Bienestar Social, a cargo de José López Rega, sin que se produjeran víctimas. Tampoco fueron escuchados los pedidos de investigación de lo hecho por la “Jotaperra”.
“El diario de (Mario Roberto) Santucho”, como se lo conocía en el ambiente político y periodístico, estaba en la mira de los parapoliciales y del gobierno.
Abras llama a Gaggero
Emilio Abras, el secretario de Prensa de Perón, llamó a Gaggero para darle una cita en Presidencia luego de los insistentes pedidos de entrevista hechos por el director de El Mundo tras las poco felices expresiones del Presidente en la conferencia de prensa. Para dejar claro cuál era el motivo de la entrevista, Gaggero fue acompañado por Ana Guzzetti.
-Es algo tremendo, Abras ¿O acaso Perón no sabe quiénes son los que manejan los grupos parapoliciales?
-Vea, eso fue un episodio. ¿Usted sabe cuántos entredichos tiene un presidente por día? Eso ya pasó, no removamos historias, Gaggero...
-¿Historias? Los que voltearon a un gobernador constitucional en Córdoba son una banda policial, Abras; no son historias. Los grupos fascistas están avanzando como nunca, y si el propio Perón se nos tira encima, ¿quién nos da garantías?
Gaggero hacía referencia al “Navarrazo”. Dos semanas después de aquella rueda con los periodistas, el 27 de febrero de 1974, un conato policial con apoyo de sectores militares tomó la casa de gobierno de Córdoba y echó al gobernador Ricardo Obregón Cano y al vice Atilio López.
Perón había tenido una reunión previa con los promotores del pustch y uno de los complotados le contó a uno de los autores de esta nota que el General los escuchó atentamente y ellos le preguntaron: “¿Qué garantías tenemos?”. Según este ex oficial de la Policía de Córdoba, la respuesta fue seca: “Si ganan, tienen garantías”. El hecho es que “ganaron” y Perón no repuso a las autoridades electas en mayo de 1973. Tiempo después, su viuda, Isabel, a cargo del Ejecutivo firmó un decreto de intervención por el brigadier Raúl Lacabanne, cercano a José López Rega. Por si eso fuera poco, Atilio López fue asesinado el 16 de septiembre de 1974, curiosamente un día antes de que la viuda de Perón pusiera a Lacabanne en funciones.
Volviendo a Abras, seguía su amable tertulia con Gaggero en aquella visita a la Casa Rosada en marzo de ese 1974.
-Le aclaro que Perón no tiene ningún problema en que haya diarios de izquierda, diarios que no sean oficialistas. ¿Sabe lo que quiere el General? Que (Jacobo) Timerman y usted hagan dos programas en Canal 7 con entrevistas a fondo...
-¿A él?
-Por supuesto, como la que ya le hizo Timerman con (Sergio) Villarruel.
La idea le gustó pese al momento que se vivía. Pensó que Timerman, director de La Opinión, iba a tener un diálogo más conciliador, pero que él haría preguntas incisivas, que iba a romper algún que otro mito, sobre todo el que suponía que Perón estaba por encima de la lucha de clases.
-Estaría bien, Abras, buena idea.
-Bueno, Gaggero, ya lo voy a llamar para combinar el día de grabación y por ahí tendríamos que charlar un poco sobre el enfoque.
Gaggero y Guzzetti bajaron la explanada de Balcarce 50 con una sensación rara: todo indicaba que el lopezrreguismo había ganado la pulseada dentro del gobierno, pero Gaggero se decía que la política era así.
La clausura de El Mundo
Al cabo de unos días, las cosas quedaron más claras. El miércoles 14 de marzo de 1974, Gaggero escuchaba radio Colonia por la mañana: Ariel Delgado solía leer los editoriales de El Mundo, que en esos días estaban centrados en el conflicto de los metalúrgicos de Villa Constitución. Como siempre, Delgado dijo que había más informaciones para ese boletín: “A primeras horas de la mañana de hoy se conoció el decreto por el cual el gobierno dispuso la clausura del diario El Mundo...”.
Ese día había otro asunto en danza que ponía al desnudo lo complejo del escenario: la petrolera Esso le había pagado al ERP 14,2 millones de dólares por el rescate del empresario Víctor Samuelson, secuestrado por la organización que financiaba al empobrecido diario.
De todas formas, Gaggero llamó a Abras:
-Nos prohibieron...
Abras le leyó textual un párrafo del decreto 811:
-Por su clara concomitancia con las organizaciones ilícitas.
Al rato llegaron varios carros de asalto y después de un gran despliegue entró un oficial con una orden en la mano, y ocupó los dos pisos de la redacción.
Pocos días después, salió Respuesta Popular, era El Mundo con otro nombre y otra dirección. Por la tarde, Perón firmó un nuevo decreto, mucho más completo que el anterior, que prohibía El Mundo, Respuesta Popular o cualquier otro periódico que intentara reemplazarlo.
Qué pasó con Ana Guzzetti
La querella iniciada por Perón contra la periodista se había presentado días después de que Guzzetti hiciera su contundente exposición y pregunta en la quinta de Olivos aquel 8 de febrero. El juez a cargo no tuvo mejor idea que mandar allanar la redacción el 14 de marzo y llevarse “demorados” a 17 periodistas entre los que estaba, por supuesto, Guzzetti.
No pasó mucho tiempo para que intentaran secuestrar a la periodista. Episodio del que entonces pudo salvarse gritando:
– Soy Ana Guzzetti! ¡Me están secuestrando!
Tras el cierre de El Mundo, la periodista eligió vivir un poco más apartada. Primero en Río Ceballos, Córdoba, y luego en Trenque Lauquen. A principios de los noventas, la agencia Télam la nombró corresponsal en esa ciudad bonaerense. Era un reconocimiento por parte del gobierno de Carlos Menem a quien había sido castigada por preguntar de modo directo, incisivo.
Ana María Guzzetti murió Trenque Lauquen el 26 de mayo de 2012. Tenía 68 años.
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