Su presencia impone, magnetiza. Captura la atención del entorno al igual que como sucede cada vez que realizan el Haka, la danza de guerra tribal maorí, en la previa a un enfrentamiento. Pero en el rugby de élite: ¿qué rasgo fundamental diferencia a un jugador común de otro único e irrepetible? La mirada.
Cándida y segura a la vez, insignia de haber llegado lejos después de mucho esfuerzo, a un lugar merecido y trascendente. Así fue la mirada que exhibieron las tres estrellas de los All Blacks, Anton Lienert-Brown, Aaron Smith y Damian McKenzie ante un reducido -pero intenso- grupo de personas del "palo del rugby", periodistas y argentinos fanáticos, en un encuentro "cara a cara" con los que mejor juegan con la ovalada.
La convocatoria la hizo Air New Zeland (ANZ), la aerolínea que trasladó al gran equipo neozelandés a la Argentina para jugar la quinta fecha del Rugby Championship, con Agustin Pichot como factótum del duelo con los Pumas locales. La cita en pleno barrio porteño de Palermo tuvo el glam y la ambientación justa y ocurrió en los estudios de los talentosos fotógrafos y artistas multimedia Machado-Cicala-Morassut.
El esperado duelo número 30 entre los fantásticos hombres de negro y Los Pumas pondrá en evidencia a dos equipos que los separa siempre el mismo abismo: jugar contra el mejor del mundo.
Siendo el deporte nacional en Nueva Zelanda, representando un símbolo de la perfección, la explicación que los convierte en prácticamente insuperables comienza en las propias obligaciones que se autoimponen: para ellos perder es una vergüenza. Por ello, se preparan al máximo.
El talento que derrochan definen el juego. La superioridad línea por línea y las variantes en cada puesto marcan la diferencia. Tienen velocidad. Tienen dinámica. Tienen precisión en la ejecución de sus jugadas preparadas, aunque no olviden la simpleza. No pierden su enfoque. No son solamente eficaces, sino también eficientes. La defensa es inflanqueable.
Pero la suma de méritos puede que no alcance para ser calificado como el mejor conjunto de la historia, siendo bicampeón mundial y estando cerca de conquistar el Rugby Championship por sexta vez de manera consecutiva. La condición atlética -notable- también influye.
El arduo entrenamiento se focaliza en exigentes sesiones de crossfit, una modalidad que parte de un método particular en el que el objetivo no es la delgadez y sí la fuerza corporal, aún cuando un factor puede estar directamente ligado al otro. Consisten en trabajos de alto rendimiento, de rutinas elaboradas en base al entrenamiento de tipo militar estadounidense, combinados con ejercicios puramente aeróbicos.
Las sesiones constan de prácticas típicas, como wallballs, pulls up, toes to bar o trabajos con pesas rusas. Hay ejercicios que incluyen otros elementos, como ruedas de camión, sogas y cajones. Una variante distinguida son unos test dispuestos para evaluar determinadas respuestas, como la capacidad de reacción o de salto. Luego, llegarán aquellos más orientados a desplegar las destrezas en el campo.
Todo entrenamiento también va acompañado de una estricta dieta. La nutricionista del plantel, Kat Darry, reveló que se basan de acuerdo a sus propias necesidades para favorecer la formación y recuperación. El equipo ingiere una gran cantidad de grasa saludable, como la mantequilla de cacahuete y los aceites de coco, pero a la vez poca cantidad de azúcar.
En la previa de un encuentro, la alimentación se compone en general de porridge con bananas, miel y mucha agua, mientras que para el post partido sumar proteínas, con frutos secos, nueces y frutas.
Sin embargo, más allá de la propiedades y de buscar un equilibrio, la especialista apuntó la importancia de cerciorarse de que los muchachos estén comiendo el alimento con buen sabor. "La gente está feliz si la comida es buena -explica-. La comida no se trata sólo de carbohidratos, proteínas y grasas. Se trata realmente de tratar de encontrar ese equilibrio entre alimentar y tener buena comida sana, pero tener comida que hace que la gente se sienta feliz y disfrute comiéndola", concluyó.
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