En la búsqueda de estrategias para proteger el cerebro, la ciencia ha encontrado en la actividad física una de las claves más prometedoras. Un reciente estudio con más de 10.000 participantes ha revelado que quienes practican ejercicio regularmente presentan un aumento en el volumen cerebral, específicamente en áreas como el lóbulo temporal y el hipocampo, zonas cruciales para la memoria y el procesamiento de información. Este hallazgo reafirma la conexión entre un cerebro saludable y el movimiento corporal, sugiriendo que el ejercicio no solo fortalece el cuerpo, sino también el órgano más complejo y vulnerable del organismo.
Esta investigación reciente realizada por el Centro de Medicina Funcional de California habla sobre los efectos de la actividad física en la salud cerebral y su potencial para prevenir enfermedades neurodegenerativas. Con una muestra de más de 10.000 participantes de entre los 18 y los 97 años, usó tecnologías avanzadas, como redes neuronales de aprendizaje profundo, para examinar imágenes de resonancia magnética cerebral.
Los investigadores buscaron comprender cómo la actividad física puede contribuir a un aumento en el volumen de áreas específicas del cerebro cruciales para la memoria y el procesamiento cognitivo. Uno de sus objetivos principales fue explorar el papel del factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF) y los beneficios de la actividad física en la prevención de enfermedades como el Alzheimer y el Parkinson.
Relación entre actividad física y tamaño del cerebro
Los resultados del estudio, liderados por Chris Kresser, fundador del Centro de Medicina Funcional de California, indican que practicar ejercicio físico de moderado a vigoroso entre dos y tres días a la semana se asocia con un incremento del volumen cerebral total, así como en regiones específicas del cerebro. Estos cambios en la estructura cerebral fueron observados en áreas como el hipocampo (memoria y cognición) y el lóbulo occipital (procesamiento visual). Según los investigadores, estos hallazgos son significativos, ya que el aumento en la materia gris y blanca en estas áreas es un factor protector frente al deterioro cognitivo y otras enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer y el Parkinson y otras formas de demencia.
Impacto de la actividad física en enfermedades neurodegenerativas
El estudio ha demostrado que personas de diferentes edades que practican actividad física regular muestran una reducción significativa en los riesgos de sufrir estas enfermedades. Incluso el ejercicio ligero, como caminar, puede ofrecer beneficios neurológicos y actuar como un escudo contra el deterioro cognitivo.
La relación entre ejercicio y salud cerebral se explica, en parte, porque la actividad física favorece el crecimiento y la conservación de la materia gris y la materia blanca, componentes esenciales para el funcionamiento del cerebro. En personas físicamente activas, estas áreas cerebrales presentan menos signos de degeneración, un proceso común en cerebros afectados por enfermedades neurodegenerativas. Las enfermedades que afectan el cerebro suelen presentar una disminución en el tamaño y la densidad de estas áreas, debilitando las conexiones neuronales y limitando capacidades cognitivas esenciales como la memoria y la resolución de problemas.
Aunque el ejercicio vigoroso aporta beneficios, los resultados muestran que la actividad física moderada es igualmente efectiva, haciendo que la neuroprotección esté al alcance de una mayor parte de la población. Esto amplía las opciones de cuidado preventivo, ofreciendo alternativas accesibles para reducir el riesgo de enfermedades debilitantes, sin requerir niveles de esfuerzo físico exclusivos de atletas.
El factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF)
Uno de los hallazgos más destacados del estudio es el papel fundamental que cumple el factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF). Durante la actividad física, el BDNF se libera en el cerebro, desencadenando un conjunto de efectos que fortalecen las conexiones neuronales y reducen la inflamación, dos factores esenciales para mantener un cerebro sano y resistente frente a enfermedades neurodegenerativas.
El BDNF actúa como un protector neurológico: ayuda a preservar y regenerar las neuronas y facilita la formación de nuevas conexiones sinápticas, esenciales para la memoria y el aprendizaje. Además, su efecto antiinflamatorio combate una de las causas subyacentes en enfermedades como el Alzheimer, en las que la inflamación crónica contribuye al daño cerebral progresivo. Así, este factor neurotrófico no solo se asocia con mejoras inmediatas en la función cognitiva, sino que puede retrasar o reducir los efectos de patologías neurodegenerativas.
Los investigadores destacan que el ejercicio estimula la liberación de BDNF de una manera que otros tratamientos o intervenciones no logran, lo que convierte al ejercicio en una herramienta poderosa para la neuroprotección. Este proceso es particularmente relevante en áreas clave como el hipocampo, una de las primeras en ser afectada por el Alzheimer.
Metodología del estudio y el uso de inteligencia artificial en la investigación
Para alcanzar conclusiones sólidas sobre los beneficios del ejercicio en la salud cerebral, este estudio recurrió a métodos avanzados de análisis, incluyendo el uso de inteligencia artificial. Los investigadores emplearon una red neuronal de aprendizaje profundo para analizar rápidamente las imágenes de resonancia magnética (IRM) de los 10 mil participantes. Este sistema de IA permitió procesar grandes volúmenes de datos de manera eficiente y precisa, detectando patrones y diferencias en el volumen y estructura cerebral que hubieran sido difíciles de captar manualmente.
El proceso incluyó múltiples resonancias magnéticas de cada participante que reflejaron cambios notables en el volumen de regiones específicas, como el hipocampo y los lóbulos temporal y occipital. La IA, mediante algoritmos de reconocimiento de patrones, facilitó la identificación de correlaciones entre los niveles de actividad física y el aumento de la materia gris y blanca en estas zonas.
Medición de la actividad física y resultados específicos
Para medir la relación entre la actividad física y la salud cerebral, el estudio se centró en la frecuencia y la intensidad del ejercicio reportados por los propios participantes. A diferencia de investigaciones previas que medían la actividad en base a las pulsaciones por minuto, este estudio moderno definió la actividad moderada como aquella en la que una persona puede hablar, pero no cantar, mientras que la actividad vigorosa se caracterizó por un nivel de esfuerzo en el que solo se pueden decir unas pocas palabras antes de tener que detenerse para respirar.
A los participantes, de una media de edad de 54 años, se les preguntó cuántos días a la semana practicaban 10 minutos o más de actividad física moderada o vigorosa. Los análisis de más de 10.000 resonancias magnéticas revelaron que las personas que realizaban actividad física entre dos y tres días por semana mostraban un aumento en el volumen total del cerebro, especialmente en el hipocampo, el lóbulo temporal y la corteza cingulada posterior. Estas áreas son fundamentales para el procesamiento de la memoria, la cognición y la percepción, y su mayor tamaño se asocia con una mejor salud cognitiva a medida que envejecemos.
Uno de los resultados más notables fue que la actividad física moderada demostró ser incluso más beneficiosa para la salud cerebral que la actividad intensa, sugiriendo que no es necesario realizar esfuerzos físicos extenuantes para obtener mejoras neurológicas. Este hallazgo es significativo, pues abre la puerta a actividades físicas menos intensivas y más accesibles a una gran parte de la población, incluyendo adultos mayores y personas con restricciones físicas.
Beneficios de la actividad física en la salud cerebral a lo largo de la vida
Los hallazgos de este estudio -que abarcó un rango etario de 18 a 97- subraya que nunca es demasiado temprano ni demasiado tarde para comenzar a hacer ejercicio y beneficiarse de sus efectos neuroprotectores. El ejercicio regular es una medida preventiva que puede implementarse a lo largo de toda la vida.
Cerca del 75 % de los participantes reportaron realizar algún tipo de actividad física regularmente, y aunque algunos no alcanzaban los niveles ideales de ejercicio, igualmente se observaron efectos positivos.
Este hallazgo se suma a una creciente evidencia de que la actividad física moderada puede tener un impacto sustancial en la salud cerebral, independientemente del nivel de intensidad o de la edad. Como comentó Chris Kresser, este tipo de investigaciones muestra que no es necesario ser un superatleta para obtener beneficios. La clave está en mantener un nivel de actividad regular, adaptable a las posibilidades de cada persona, para proteger el cerebro de enfermedades relacionadas con la edad.