Durante una jornada laboral intensa, un viaje largo o una reunión importante, muchas personas optan por ignorar la necesidad de ir al baño. Lo que parece un acto inofensivo puede convertirse en un problema serio si se vuelve una práctica habitual. Según expertos en urología, posponer repetidamente la micción puede afectar la salud del tracto urinario y ocasionar complicaciones graves como infecciones o daño renal.
Orinar es mucho más que un simple acto reflejo: es un proceso biológico complejo que involucra a los riñones, la vejiga, el cerebro y los músculos pélvicos. Jason Kim, profesor de urología en la Escuela de Medicina Renaissance de la Universidad de Stony Brook, explicó a CNN que los riñones filtran la sangre para producir orina, que se almacena en la vejiga hasta alcanzar una capacidad de entre 400 y 600 mililitros.
Cuando la vejiga está medio llena, los receptores nerviosos envían señales al cerebro, indicando que es momento de evacuar. Sin embargo, el cerebro puede suprimir temporalmente esa necesidad mediante el control del esfínter uretral, permitiendo retrasar la micción hasta un momento socialmente apropiado.
Este sistema de control tiene raíces evolutivas. “Si orináramos mientras caminamos, nuestros depredadores podrían detectarnos por el olor”, comentó al mismo medio David Shusterman, urólogo certificado en Nueva York.
Complicaciones potencialmente graves
1. Infecciones del tracto urinario (ITU)
Retener la orina durante largos períodos puede facilitar la proliferación de bacterias en el tracto urinario. “Orinar expulsa bacterias que puedan haber ingresado”, señaló a CNN Jamin Brahmbhatt, urólogo de Orlando Health.
Esto es especialmente importante para las mujeres, ya que tienen una uretra más corta, lo que las hace más propensas a infecciones. Las relaciones sexuales también aumentan este riesgo, razón por la cual se recomienda orinar después del acto.
Sin tratamiento, una ITU puede extenderse a los riñones, causando pielonefritis o incluso una infección en el torrente sanguíneo conocida como urosepsis, una condición potencialmente mortal.
2. Daño a la vejiga y los riñones
La retención crónica de orina puede debilitar los músculos de la vejiga, afectando su capacidad para vaciarse por completo. Esto crea un círculo vicioso: la orina residual favorece la aparición de infecciones recurrentes.
En casos extremos, el exceso de orina puede retroceder hacia los riñones, causando daño renal o hidronefrosis, una afección en la que los riñones se inflaman debido a la acumulación de líquido.
3. Señales corporales alteradas
Ignorar constantemente la necesidad de orinar puede afectar la sensibilidad de los receptores nerviosos, haciendo que las señales de urgencia se vuelvan menos evidentes. Profesionales como maestros y enfermeros, que a menudo no pueden hacer pausas regulares, son especialmente vulnerables a este problema.
Factores de riesgo: personas más vulnerables
Algunas personas corren mayores riesgos si retienen la orina con frecuencia:
- Personas mayores: la capacidad de la vejiga y la función renal disminuyen con la edad. Los hombres enfrentan el riesgo de una próstata agrandada, mientras que las mujeres pueden experimentar una uretra más estrecha.
- Mujeres embarazadas: la presión del útero sobre la vejiga aumenta la probabilidad de infecciones urinarias.
- Trabajadores expuestos a toxinas: aquellos que fuman o trabajan cerca de sustancias químicas como la gasolina tienen mayor riesgo de desarrollar cáncer de vejiga.
- Pacientes con enfermedades crónicas: personas con problemas renales o trastornos como vejiga neurogénica necesitan tener especial cuidado.
Prevención y recomendaciones: el cuerpo siempre avisa
Los expertos coinciden en que nunca se debe ignorar la necesidad de orinar. Para quienes evitan baños públicos por motivos de higiene, llevar toallitas desinfectantes o fundas desechables para el inodoro puede hacer la experiencia más llevadera.
Si hay síntomas como dolor al orinar, urgencia constante o dificultad para vaciar la vejiga, es fundamental acudir a un médico. Los tratamientos incluyen desde el uso temporal de catéteres hasta dispositivos avanzados como marcapasos de la vejiga para recuperar su función.