En la vida cotidiana nos enfrentamos constantemente a la necesidad de tomar decisiones. Algunas de estas pueden parecer triviales, como decidir si continuar leyendo o cambiar a otro contenido en el celular; otras pueden tener mayor relevancia o consecuencias más significativas, como dejar de procrastinar en la web y abordar una tarea pendiente. Por último, también hay decisiones de enorme trascendencia, como aceptar o no un tratamiento médico que conlleve ciertos riesgos, o aquellas tomadas por figuras políticas o judiciales cuyas medidas afectan a toda una sociedad.
Si extendemos esos minutos a lo largo de nuestro día, veremos que estamos tomando constantemente cientos de decisiones. Lo cierto que en las ciencias cognitivas el capítulo de la toma de decisiones interesa cada vez a más campos en las más diversas actividades.
Vivimos en la era de la información, que, aunque nos proporciona más opciones y herramientas, también genera una demanda considerable de energía mental. Al hablar del estrés, solemos referirnos a estrategias de afrontamiento o coping skills, como se las conoce. Del mismo modo que el estrés puede transformarse en distrés, una respuesta disfuncional, la toma de decisiones puede derivar en una sobrecarga que disminuya gradualmente nuestra capacidad para decidir. Este fenómeno se denomina fatiga decisional o fatiga de decisiones.
Al igual y en paralelo con el estrés, con el tiempo, este agotamiento ante las decisiones diarias puede llevar a una disminución de la productividad, a un bienestar mental deteriorado y en particular -y eso interesa particularmente en ciertos ámbitos como el jurídico- a la toma de decisiones con respuestas erróneas.
Comprender la fatiga decisional y cómo manejarla nos ayuda a tomar decisiones más intencionales y efectivas, mejorando nuestra calidad de vida.
La toma de decisiones durante el día
Para comprender como funciona este mecanismo es necesario partir de un concepto obvio, simple, pero frecuentemente dejado de lado y es que nuestra energía mental y física es limitada y que nuestro cerebro, por sorprendentes que sean algunos de sus mecanismos, no puede sostener en tiempo y/o en repetición un estímulo determinado sin el descanso mínimo necesario.
Así, de la misma manera, en la tensión emocional o la muscular ocurre en la toma de decisiones. Durante el día tomamos una enorme cantidad de decisiones, más si se es permeable a una cantidad de estímulos de baja carga cognitiva e importancia, pero que igualmente consumen mucha energía psíquica. En este sentido, puede parecer de menor valor, pero las personas que están constantemente realizando intervenciones en redes, aparte de la dispersión atencional, terminan con capacidades cognitivas disminuidas a causa de esa fatiga. Cada respuesta es una decisión sobre la cual se procesaron sus características y sus consecuencias, mucho trabajo, aunque genere la sensación de automaticidad.
Existe un ejemplo que es clásico en esta área y es el estudio sobre la forma en que los jueces toman de decisiones. En este sentido, un trabajo de un investigador israelí Shai Danziger es notable (Extraneous factors in judicial decisions). El estudio, que fue coordinado por el premio Nobel Daniel Kahneman que conocemos por “Pensamiento lento y rápido”, se basa en factores externos que influyen en la toma de decisiones judiciales.
Una publicación ha resumido con el elocuente título de “Los jueces a la mañana son punitivistas y a la tarde, garantistas”, ilustra que la respuesta no es completamente lógica o racional y depende del estado de cansancio del individuo.
El trabajo de Danziger muestra, sin embargo, lo opuesto a esa síntesis de alguna manera, ya que encontraron que los jueces tomaban decisiones más favorables por las mañanas y justo después de los descansos para comer. A medida que su número de causas y toma de decisiones aumentaban o se acumulaban durante el día, sus recursos mentales disminuían, y tendían a optar por decisiones más seguras y conservadoras, como podía ser negar un pedido de libertad condicional.
Todo esto demostraba cómo, aun en áreas de suma importancia, la fatiga decisional afecta. En situaciones más corrientes, la toma de malas decisiones en la dieta, o en ceder a ciertas compulsiones, tienen también un costo que afecta a nuestra salud y bienestar.
Es por eso que es importante empezar a considerar este aspecto, al igual que otras estrategias en prevención en salud mental.
Síntomas de fatiga decisional
Algunas señales que nos permiten reconocer que estamos entrando en este estado de desgaste son:
- Procrastinar: postergar o evitar decidir sobre algo necesario, tomando a cambio decisiones sobre aspectos menores y más fáciles o cediendo a otras actividades de nivel cognitivo inferior o de retribución como las que generan sobrecarga dopaminérgica (Ayuno de dopamina, cómo es la técnica que promete reducir la dependencia digital y mejorar la concentración).
- Impulsividad: los estudios de Kahneman, fallecido este año, sobre pensamiento lento y rápido, que le dieran el Premio Nobel de Economía en el año 2002, muestran que a veces tomamos decisiones impulsivas, ya que son rápidas y generan la sensación de cumplir con eso que debemos decidir, solo para terminarlas, y así salir de la presión.
- Sentirse sobrepasado aun por tareas cada vez más simples: la vida cotidiana se va complicando a medida que ya no solo las decisiones importantes se postergan y agobian sino las más rutinarias y necesarias.
- Agotamiento mental y físico: es frecuente que la gente refiera en estas situaciones un cansancio que no logra definir, pero excede a lo físico o mental, ya que involucra a todo el ser y da una sensación de sentirse “drenado, vacío”.
Estrategias para hacerle tomar decisiones
1. Simplificar. Quizás una forma no usada dada su engañosa simpleza, es la de establecer rutinas que no obliguen a tomar decisiones varias veces sobre un mismo tema. Ejemplos de esto pueden ser desde simplificar la vestimenta o la rutina de ejercicios, o alimentaria, o inclusive laboral, no cuestionándose por ejemplo sobre mismos temas una y otra vez, etc. Se preserva así la energía mental para decisiones más importantes
2. Limitar decisiones innecesarias. El fenómeno que acompaña a la sobrecarga de información y el overthinking es que acumulamos una cantidad de decisiones que pueden ser abordadas sin tomar necesariamente una decisión previa en cada caso. Un ejemplo es el de las reuniones de trabajo, o inclusive encuentros sociales de cierto tipo que en lugar de tener que decidir si hacerlos o no, o si son convenientes, etc., estén ya programados y así eliminados como decisiones.
3. Establecer tiempos libres de decisiones. Esto va de la mano de establecer zonas de desconexión digital. Por ejemplo, tener el WhatsApp todo el tiempo conectado y responder a la demanda de otros que en su propia urgencia generan la necesidad de decidir y dar una respuesta produce una sensación de agobio muy importante. No estar disponible prácticamente 24/7 y responder de manera inmediata, puede ocasionar algunos enojos en quienes están en ese estado, pero reporta muy buenos resultados.
4. Lo más importante primero. El famoso Stephen Covey decía que lo primero (lo más importante) primero (First things first), es lo que nos permite encontrarnos al inicio del día con más energías, entre ellas con el pico de cortisol más adecuado a ese impulso mental. En relación con la anterior, postergar para más tarde las respuestas de mensajes o correo, por ende, decisiones de menor impacto, permite ya tomar con fuerza las importantes y con menos las de menor importancia.
5. Práctica de meditación, ejercicios, desconexión al aire libre, etc. Como siempre, cualquier técnica que permite salirse de esa presión y crear un espacio libre, pero en relación con otro nivel de pensamiento, es imprescindible. Enfocarse en el presente, sea por meditación, ejercicio u otra, permite salirse de la sensación de urgencia y multiplicidad de conflictos, ya que, finalmente, en el agobio, toda decisión pasa a ser algo conflictivo.
* El doctor Enrique De Rosa Alabaster se especializa en temas de salud mental. Es médico psiquiatra, neurólogo, sexólogo y médico legista