Lo que para algunos puede parecer un simple truco o una habilidad física impresionante, para otros puede ser la señal de problemas de salud graves. La capacidad de extender las articulaciones más allá de su rango normal de movimiento, conocida como hipermovilidad o “doble articulación”, afecta a u gran porcentaje de la población mundial. Aunque esta condición ha sido históricamente vista como algo inofensivo, investigaciones recientes están revelando que puede estar asociada a una serie de problemas crónicos, desde dolor persistente hasta complicaciones relacionadas con infecciones virales como el long COVID.
La hipermovilidad, que afecta al tejido conectivo del cuerpo, es más común de lo que se piensa. Estudios sugieren que entre el 3 y el 4% de la población presenta hipermovilidad general, mientras que aún más personas podrían tener hipermovilidad parcial, ya sea en las extremidades o en otras articulaciones específicas. Sin embargo, no todas las personas hipermóviles experimentan problemas de salud. Para algunos, esta flexibilidad adicional es una ventaja, especialmente en actividades como la danza o la gimnasia. Pero para otros, la hipermovilidad es solo la punta del iceberg de una serie de complicaciones físicas y sistémicas.
El tejido conectivo está presente en todo el cuerpo, lo que explica por qué la hipermovilidad puede generar una serie de síntomas aparentemente no relacionados. Segúnafirmó a NatGeo Linda Bluestein, especialista en medicina del dolor e integradora, esto explica por qué las personas con hipermovilidad pueden desarrollar una variedad de problemas sistémicos, desde trastornos gastrointestinales hasta migrañas crónicas.
Un ejemplo es el síndrome de activación de mastocitos (MCAS), en el que el sistema inmunológico responde de manera exagerada a estímulos, desencadenando alergias, intolerancias alimentarias y otras reacciones adversas. “Una vez que una parte del sistema inmunológico está desregulada, puede producirse un efecto en cascada de disfunciones inmunológicas”, advierte Alissa Zingman, médica especializada en trastornos del tejido conectivo.
Uno de los efectos más desconcertantes de la hipermovilidad es su capacidad para causar problemas en el sistema gastrointestinal. El tracto digestivo, compuesto de tejido conectivo fino, puede verse afectado, lo que conduce a una mala absorción de nutrientes y problemas como el síndrome del intestino irritable. Además, cuando el tejido conectivo que sostiene los vasos sanguíneos es más elástico de lo normal, el cuerpo puede tener dificultades para bombear sangre al cerebro, lo que provoca síntomas como niebla mental, palpitaciones y mareos.
Las infecciones virales, como el COVID-19, han mostrado un vínculo preocupante con la hipermovilidad. Durante la pandemia, se ha observado un aumento en las personas que desarrollan long COVID y síndrome de taquicardia postural ortostática (POTS), condiciones que tienen una alta incidencia entre aquellos con hipermovilidad previa. Una teoría sugiere que los virus pueden desencadenar inflamación en el tejido conectivo, lo que agrava la condición en personas ya vulnerables. “Hay una frase que dice: ‘si los síntomas no se conectan, piensa en el tejido conectivo’”, comenta Clayton Powers, fisioterapeuta especializado en pacientes hipermóviles.
Además, algunos virus, como el SARS-CoV-2, pueden dañar el colágeno, la proteína clave que conforma el tejido conectivo, o reducir su producción. Esto podría hacer que los pacientes con hipermovilidad sean más propensos a desarrollar enfermedades crónicas relacionadas con infecciones virales. Según Jaime Seltzer, directora científica de la organización ME Action, ciertos virus producen colagenasa, una enzima que descompone el colágeno, exacerbando los problemas en personas cuyo tejido conectivo ya es débil.
La hipermovilidad, aunque a menudo vista como una característica inofensiva o incluso ventajosa, esconde riesgos que solo ahora están comenzando a entenderse en su totalidad. Con cada nuevo avance en la investigación, se hace más evidente que esta condición puede tener efectos profundos y duraderos en la salud de las personas, particularmente cuando se combina con otras complicaciones inmunológicas o infecciones virales como el COVID-19.