El envejecimiento de la población en Argentina presenta desafíos para la salud y el bienestar de los adultos mayores. Así lo postuló un nuevo informe del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA) al que Infobae accedió en exclusiva.
El estudio titulado Desafíos y oportunidades en el envejecimiento: Un balance de la última década en la Argentina analizó las desigualdades significativas que afectan la percepción de la salud, el acceso a la atención médica y el bienestar emocional de las personas mayores. Entre los datos reveladores, se destacó que una de cada cuatro personas mayores percibe que sus condiciones de salud son críticas y se evidencia que “el déficit del estado de salud es de 30,9%”.
Otros datos impactantes señalaron que el malestar psicológico afecta al 25,1% de la población mayor de 60 años, mientras que un 24,1% señala tener una mala calidad de sueño.
La percepción de la salud en las personas mayores
La Encuesta de la Deuda Social Argentina (EDSA) clasifica esta percepción en tres categorías: no tener problemas de salud, tener algunos pocos problemas de salud y tener bastantes problemas de salud o padecer de alguna enfermedad crónica o grave.
La forma en que los mayores perciben su salud varía de forma considerable, y el estudio de la UCA resalta esta diversidad. Mientras una parte significativa declara no tener problemas graves, una proporción importante enfrenta dificultades de salud que comprometen su calidad de vida.
Para muchos, las secuelas de la pandemia siguen siendo una carga, reflejándose en un aumento de las percepciones negativas sobre su bienestar físico. “Después de la pandemia (2022-2023), hay un aumento en la percepción negativa de la salud”, indica el estudio.
Este deterioro no afecta a todos por igual. Los mayores de 75 años presentan un déficit de salud percibido mayor en comparación con los adultos entre 60 y 74 años.
Esto no solo se explica por la edad, sino también por factores como la soledad y la viudez, que pueden exacerbar la sensación de vulnerabilidad.
Las mujeres mayores suelen reportar un mayor déficit en su salud percibida, especialmente después de la pandemia, lo que resalta la importancia de abordar las necesidades específicas de cada grupo. “El déficit es significativamente mayor entre las mujeres mayores que entre los varones mayores”, destaca el informe.
El estado conyugal influye de manera notable en la autopercepción de la salud. “Respecto del estado conyugal, en todos los subperiodos -excepto durante la pandemia que igualó a viudos y no viudos respecto de la autopercepción de su salud-, la incidencia de este déficit es mayor entre los viudos. Y después de la pandemia (2022-2023) esta diferencia es muy significativa (más de 10 puntos porcentuales entre los viudos)”, desarrollaron.
La educación se presenta como otro factor relevante para explicar estas diferencias en la percepción de la salud. El informe explicó que “entre los de menor nivel educativo -a lo máximo con secundario incompleto- el déficit es mayor. Es más frecuente que autoperciban su estado de salud como comprometido”. En contraste, “lo contrario ocurre con los de mayor nivel educativo -que al menos tienen el secundario completo- y son la minoría dentro de las personas mayores”, afirmaron.
La situación socioeconómica y la salud
El nivel socioeconómico tiene influencia en la percepción de la salud, según el documento. “La tendencia es muy clara: a menor nivel socioeconómico es mayor el déficit de su estado de salud autopercibido”, resaltó el relevamiento.
Las diferencias son “abismales” entre los extremos: “En el muy bajo el déficit tiende a duplicarse respecto del medio alto”. Esta vulnerabilidad del nivel muy bajo “es mayor a la encontrada entre los de edad más avanzada (75 años y más)”, lo que muestra la estrecha relación entre la pobreza y la percepción de la salud.
Para los mayores, acceda a una atención médica adecuada es esencial. Sin embargo, el informe muestra que cerca de un 20% de los adultos mayores no realizan consultas médicas anuales, una situación que comenzó durante la pandemia.
“En el contexto de la pandemia, el 44% de los mayores no hizo su consulta médica anual”, señala el estudio. Esto no solo afecta la prevención y tratamiento de enfermedades, sino que también genera preocupación por el cuidado integral de la salud de los más vulnerables.
El malestar psicológico fue otro de los componentes incluidos. El informe definió que “en sentido amplio, el concepto de malestar psicológico se entiende como un déficit de los recursos emocionales y cognitivos de las personas”, lo que afecta su capacidad para enfrentar la vida cotidiana y relacionarse de manera satisfactoria.
Durante el período 2013-2023, “la incidencia del malestar psicológico en las personas mayores oscila entre el 20% y el 25%”, con picos al inicio del período (2013-2016) y en la etapa post-pandemia (2022-2023).
La soledad es otro factor que pesa en la vida de muchos mayores, especialmente entre aquellos que han perdido a sus cónyuges o viven solos. La falta de redes de apoyo social hace que enfrentarse a la vida cotidiana se vuelva una tarea solitaria y, a menudo, difícil.
La calidad del sueño
Además, la calidad del sueño es un indicador clave del bienestar general de las personas mayores. El déficit de sueño afecta a un 24,1% de ellos , siendo más prevalente entre quienes viven en situaciones de vulnerabilidad económica.
Dormir mal no solo afecta la energía y el ánimo durante el día, sino que también puede tener repercusiones serias en la salud física y mental, haciendo que los problemas de salud preexistentes se agraven. “El déficit en la calidad del sueño se potencia entre las personas mayores en hogares en condición de pobreza multidimensional extrema”, menciona el informe.
Y amplió: “Respecto de este indicador, hay dos grupos de nivel socioeconómico. Por un lado, los tres superiores -medio alto, medio bajo y también bajo- donde las diferencias en cuanto a calidad de sueño, si bien claramente existen, no son tan pronunciadas. En cambio, hay una ruptura fuerte -para peor- cuando se trata del nivel muy bajo. Allí hay un desmejoramiento -respecto de los otros tres niveles- muy visible. No solo las incidencias son diferentes sino también las dinámicas dentro del periodo analizado”.
“En el medio alto -el de mejor calidad de sueño-, durante la pandemia (2020-2021) no solo la incidencia no aumenta, sino que disminuye -duermen mejor-. Pero a la salida de la pandemia (2022- 2023), su calidad de sueño desmejora y la incidencia aumenta y llega a niveles nunca antes registrados. La misma pauta siguen los niveles medio bajo y bajo -mejoramiento durante la pandemia y posteriormente un brusco empeoramiento-. En cambio, entre los mayores del nivel muy bajo -el de peor calidad de sueño- la incidencia del déficit aumenta mucho durante la pandemia y luego desciende abruptamente, aunque a registros superiores a los previos”, apuntaron los autores.
La falta de actividad física afecta la salud
La actividad física favorece el bienestar psicológico, disminuye la ansiedad y el estrés, aporta beneficios a nivel cognitivo y habilita nuevos espacios sociales, como destaca el relevamiento de la UCA.
Hacer ejercicio regularmente reduce el riesgo de caídas y previene o retrasa la aparición de enfermedades crónicas asociadas al envejecimiento. Sin embargo, el malestar psicológico, que incluye síntomas de ansiedad y depresión, impacta negativamente en el desempeño funcional de las personas mayores.
La publicación, en esta parte, se refirió al período 2022-2023: “Se evidencia que el déficit del estado de salud es de 30,9%, el malestar psicológico es de 25,1% y para calidad de sueño 24,1%. Las carencias para las variables psicosociales son representadas por un 16,9% para sentimiento de infelicidad, un 24,5% de carencia en el apoyo social y un 26,4% para la falta de proyectos personales. El objetivo principal de este informe de investigación es describir cómo se presentan las condiciones de salud y aspectos psicosociales en personas mayores que declararon tener problemas de salud”.
Estos datos reflejan cómo se percibe el estado de salud de las personas mayores, es decir, su percepción subjetiva sobre su bienestar, que abarca tanto problemas de salud como enfermedades crónicas o graves.
Dificultad para proyectarse a futuro
Otro de los hallazgos relevantes del trabajo fue la dificultad de las personas mayores para proyectarse a futuro. En los últimos diez años, al menos una de cada cinco personas mayores declaró que no puede pensar proyectos más allá del día a día.
Este fenómeno, que el informe califica como una especificidad de los mayores, se acentuó a la salida de la pandemia (2022-2023). Aunque no se incrementó durante 2020-2021, sí aumentó después, marcando una de las “herencias” de este periodo.
Las personas mayores vieron debilitada su capacidad para organizarse en torno a proyectos personales, ante la experiencia de ver cómo sus planes podían derrumbarse de manera imprevista, de acuerdo al relevamiento.
El déficit de proyectos personales en personas mayores se agrava cuando se combinan factores como la pobreza multidimensional extrema (tres o más carencias), un nivel socioeconómico muy bajo, la viudez y la edad avanzada (75 años o más).
Los menos afectados por esta falta de proyectos son quienes pertenecen a un nivel socioeconómico medio alto, tienen mayores oportunidades educativas, viven en hogares sin carencias y residen en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA).
La realidad de los adultos mayores en Argentina es compleja y multifacética, marcada por retos que no siempre son visibles para el resto de la sociedad. Las cifras del informe de la UCA son un llamado de atención para todos.