¿A quién no le ha pasado alguna vez que le presenten a una persona y al minuto darse cuenta de que no retuvo el nombre en absoluto? O encontrarse a un conocido por la calle y comenzar a charlar mientras por dentro buscamos desesperadamente un nombre que no aparece…Otra de las “jugadas” que nos hace el cerebro es llamar a un hijo o amigo por el nombre de otro. ¿Qué nos está pasando?
“Es normal confundir nombres, especialmente dentro de categorías relacionadas, como las de los niños”, dijo a AARP Neil Mulligan, profesor de Psicología y Neurociencia en la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill.
En general, cuando llamamos a alguien por el nombre equivocado, usamos el de una persona similar o relacionada, como un familiar o amigo. El ejemplo clásico es el de la madre agotada que va nombrando a todos sus hijos hasta que acierto con el correcto. Esto sucede porque “el cerebro almacena información en redes” de términos relacionados, expresó a AARP la doctora Judith Heidebrink, codirectora de división del programa de Trastornos Cognitivos en la Facultad de Medicina de la Universidad de Míchigan.
La neurocientífica Gabriela González Alemán, directora del Departamento de Psicología de la Universidad Católica Argentina y fundadora de Brainpoints (MN 33343), explicó a Infobae que el cerebro es un órgano que cambia permanentemente.
“Tiene neuroplasticidad, esto significa que, a medida que vamos viviendo nuevas experiencias, el cerebro va cambiando su configuración de conexiones neuronales y esto hace que la cognición, que es lo que deviene de esa conectividad, también se vaya modificando. Entonces, el funcionamiento de la mente es dinámico, se va transformando a lo largo del tiempo”, señaló la experta.
Y destacó que uno de los cambios que ocurren es no recordar nombres de personas o no encontrar la palabra justa para mencionar algo, pero después las recordamos, por lo cual no es un dato que haya desaparecido de la memoria y constituye algo normal en la evolución de la mente a lo largo del tiempo.
“Esto no solo sucede en lo que se llama la tercera edad sino que a los 30, 40 o 50 años también puede pasar no recordar el nombre de personas o de algún objeto que no sea de uso cotidiano, por ejemplo, una herramienta. Aquellas palabras que son frecuentes en nuestro léxico y los nombres de personas con quienes tenemos vínculos asiduos, los vamos a nombrar fácilmente siempre, no ocurre así con las palabras de uso infrecuente”, destacó la especialista.
El licenciado Juan Carrillo, integrante del Departamento de Neuropsicología de INECO explicó a Infobae en una nota reciente: “La expresión ‘lo que no se usa, se pierde’ es un hecho, y aplica no solo para los músculos de nuestro cuerpo sino también para las redes neuronales en las que se apoya el funcionamiento de nuestro cerebro. La evidencia científica actual es concluyente: una vida mental e intelectualmente estimulante juega un papel importante al momento de mantener una adecuada salud cognitiva”, afirmó.
Por qué cambiamos un nombre por otro
En un estudio dirigido por Samantha Deffler, profesora de Psicología en el York College de Pensilvania y equipo, los investigadores encontraron que la mitad de los estudiantes universitarios entrevistados informaron que alguien conocido los había llamado con un nombre equivocado. En el 95% de esos casos, el error en el nombre fue de parte de un miembro de la familia.
“Descubrimos que a menudo a los miembros de la familia se los nombra de forma equivocada con el nombre de otro miembro de la familia y a los amigos ocurre los mismo con el nombre de otro amigo. La similitud fonética entre los nombres también conduce a esos errores”, afirmaron los investigadores.
El estado de ánimo también puede afectar a nuestra memoria, afirmó Deffler. Más del 40% de las veces, los participantes del estudio informaron que la persona que confundía el nombre estaba cansada, frustrada o enojada. Tratar de hacer malabares con varias tareas a la vez tal vez aumenta las posibilidades de decir el nombre equivocado, dijo Deffler.
La investigación también descubrió que los perros tienen un lugar especial en sus familias. Aunque los participantes en el estudio tenían tanto gatos como perros, informaron que sus padres rara vez confundían los nombres de los niños con los del gato pero sí a veces los cambiaban por el de sus perros.
Cuáles son las causas del fenómeno
Una de las razones de estos frecuentes problemas de memoria es tener la atención ocupada en muchas cosas o estar distraído, “y esto no necesariamente implica un proceso patológico”, explicó González Alemán.
“Entendiendo que el olvido es parte normal de la memoria, tiene que ser funcional a nuestros objetivos. Está bien, entonces, no recordar aquellas cosas que no son esenciales. En la medida en que estos olvidos no alteran la vida cotidiana, ni afectan otras funciones, no tengo por qué considerar que hay una patología detrás de ellos”, indicó la neurocientífica.
Por otro lado, la licenciada Marina Dolmatzian, miembro del Departamento de Neuropsicología de INECO, comentó en una nota reciente en Infobae que los problemas de memoria suelen aparecer como una manifestación de cuestiones atencionales o de evocación de la información.
“En otras palabras, si no prestamos atención a la información que debemos adquirir, probablemente esta no sea almacenada en nuestra memoria y no podamos recordarla luego de manera adecuada. Por lo cual, si no logramos organizar la información que queremos aprender, probablemente sea más difícil recuperarla en el momento en el que la necesitemos”, remarcó.
“Mientras estamos charlando, nuestro cerebro está trabajando frenéticamente detrás de escena, escaneando una lista de posibles respuestas”, afirmó Mulligan a AARP. El proceso implica llamar a las palabras que queremos y rechazar las que no queremos.
“Como parte del proceso normal de envejecimiento, las personas pierden algo de la destreza con la que suprimían palabras no deseadas. Eso puede hacer que cometan más errores al hablar”, explicó Mulligan.
Y aunque confundir los nombres puede ser más común en las personas mayores, Heidebrink dijo que hay una buena razón para eso. “A medida que envejecemos, tenemos más nombres que recordar… no es una señal de demencia inminente”, declaró.
Cuando no recordar palabras puede ser una señal de alerta
González Alemán explicó que hay que preocuparse cuando los olvidos imposibilitan hacer el trabajo como siempre y cuando no se puede dar cuenta de las propias cuestiones de la vida cotidiana.
“Por ejemplo, si yo hago más listas anotando mis objetivos diarios que las que hacía antes, para no olvidarme nada, eso es normal. A lo mejor, cuando uno es más joven no le importa dejar cosas sin hacer, pero cuando es mayor se lo toma más a la tremenda. Pero si así y todo no logro cumplir con las cosas y me encuentro con cuentas impagas, situaciones sin resolver, que no pude completar mi trabajo o hacer cosas más triviales del hogar y de la vida cotidiana, entonces ahí sí debería ser un motivo de preocupación”.
Y añadió: “También sería una señal, por ejemplo, que no nos salgan palabras que son de uso cotidiano, como por ejemplo, “taza”. No estoy queriendo decir algo fuera de mi léxico habitual. Si no me sale ese término es una alerta respecto de la pérdida de memoria y hay que hacer la consulta médica”.
10 ejercicios para recordar nombres y mejorar la memoria
Además de seguir un estilo de vida saludable, con una dieta saludable, realizar actividad física, dormir bien, ejercitar el cerebro a diario y tratar de aprender una nueva habilidad son claves para mejorar la función de la memoria.
Hay muchos estudios que han confirmado esto, entre ellos, uno realizado con adultos de 60 años o más que mostró que la participación constante en actividades novedosas y cognitivamente exigentes potenció la capacidad de recordar.
González Alemán explicó que “la memoria no es algo que uno tiene, sino que es algo que uno hace”. Desde esta perspectiva, la experta señaló que es una capacidad que se puede entrenar. “Para ocuparnos de ella debemos estar motivados, ya que es importantísimo”.
Según la Clínica Mayo, cuando se aprende el nombre de alguien, esa información forma un camino en el cerebro y ese camino debe fortalecerse. “Hay muchas maneras en que esto puede ocurrir: puedes concentrarte en el nombre cuando lo aprendes por primera vez, repetir el nombre después o relacionarlo con algo familiar. Cualquiera de estos pasos puede ayudarte a recordar”, señaló la entidad.
Recomendaciones:
1. Prestar atención y cultivar una escucha atenta del otro. “La mayoría de las veces cuando nos dicen el nombre de una persona al instante no lo recordamos y nos lo acaban de decir. ¿Por qué? Porque no prestamos atención. La atención es la entrada al sistema cognitivo, es como la luz que ponemos sobre las cosas. Si yo no prendí la luz sobre ese nombre u objeto, después no me lo voy a acordar porque no ingresó a mi sistema cognitivo, quedó en la sombra, es algo a lo que no le puse atención”, manifestó la neurocientífica.
Y continuó: “Con el tiempo, nos vamos acostumbrando a no prestar atención. Si pensamos en nuestras funciones cognitivas como acciones, tendríamos mejores resultados. Y la atención también es entrenable. Nos tenemos que sentir motivados a atender a quien nos habla, mirarlo a la cara, ver sus características personales, porque esto nos llevará a asociar el nombre con la persona y la memoria funciona mucho mejor en términos de conectividad de asociación”.
Cultivar una escucha atenta de los demás sería la primera recomendación para recordar los nombres de las personas y, a la vez, esto tiene otro beneficio: “Cuando uno sabe el nombre de alguien esa persona se siente importante para nosotros, lo que influye en nuestros vínculos personales”, destacó González Alemán.
2. Enfocarse en su imagen. “Si nos presentan a una persona nueva, es importante prestar atención a sus características distintivas: el modo de vestir, si hay algo especial en su rostro, un color de labios pintados, un estilo de anteojos o un peinado, cualquier cosa que sea saliente en la persona”, afirmó la experta.
3. Repetir el nombre. “Cuando me presentan a una persona, yo no le tengo que decir solamente ‘Encantado, mucho gusto’, sino ‘Encantado, mucho gusto, Fulano de tal”. El truco está en repetir el nombre que me acaban de decir, porque al hacerlo, recordamos mejor”, declaró González Alemán.
4. Leer y habituarse a hacerlo con frecuencia. “Los lectores de libros normalmente tienen un vocabulario más amplio y recuerdan más las palabras porque las ven más. Hay que pensar que estas son más asequibles a la mente a partir del uso. Quienes son buenos lectores tienen un repertorio de palabras mucho más cercano en la memoria y las encuentran con mayor facilidad”, aseguró la experta.
Y señaló que las palabras se dividen en frecuentes e infrecuentes. Al tener un vocabulario mayor de palabras frecuentes, cuando no se encuentra el término buscado, se dispone de varios sinónimos y formas de expresar lo que se desea decir de una manera más precisa y exitosa”, afirmó González Alemán.
5. Hacer palabras cruzadas, jugar al scrabble y descifrar anagramas. “Todos los juegos con palabras ayudan a mantenerlas en la antesala de la memoria. Entonces rápidamente se las puede sacar de ahí y traerlas a la sala en la cual se está dialogando”, sostuvo la experta.
6. Hacer sopas de letras. “Son juegos para ejercitar la mente que estimulan el léxico, activan la atención y concentración, así como la visuopercepción”, según la Fundación Pasqual Maragall para la investigación sobre el Alzheimer.
El memotest es otro juego para ejercitar la mente, especialmente la memoria visuoespacial, según esta entidad. También recomiendan los crucigramas y autodefinidos porque “permiten trabajar diversas funciones lingüísticas (fundamentalmente, el léxico y la memoria semántica) y la flexibilidad mental, al asociar definiciones y palabras y al buscar sinónimos que se ajusten a la longitud del espacio disponible”, indicó la fundación. Últimamente, el juego online “La palabra del día” es otra forma de enriquecer el vocabulario.
7. Aprender nuevas palabras por día. “Esto es muy útil para mantener entrenada la memoria y aceitado el mecanismo de aprendizaje de palabras. Uno empieza a ver cierta rigidez en la mente de las personas mayores que suelen hablar con modismos, entonación o un formato de construcción verbal que es más antiguo. Esto es porque las incorporaron en la infancia. En la niñez uno está muy atento a mejorar el vocabulario; durante la adolescencia aprende muchísimos términos nuevos y después probablemente incorpore vocablos relacionados con el entorno laboral y nada más. Es como que la gente pierde este entrenamiento de incorporar palabras durante el transcurso de la vida adulta”, describió la neurocientífica.
Y señaló que sería muy importante adquirir nuevas palabras por día: “Tampoco es una cuestión de aprender 100 palabras por día, eso no sirve. Pero si yo me pongo como meta siete u ocho palabras por día sería un número ideal para agregar a la antesala de la memoria. Las puedo tomar del diccionario”.
8. Entrenar el mecanismo de recuperación de palabras. “Lo podemos ejercitar nombrando de forma interna las cosas que están alrededor. Por ejemplo, si estamos en una sala de espera en un consultorio, podemos ponernos a decir internamente los nombres de las cosas que vemos. Esto hace entrenar este mecanismo que tiene la mente para ir a buscar una palabra que ‘machea’ con un objeto y traerla afuera verbalmente. Son una serie de pequeños mecanismos que se entrenan del mismo modo que los bíceps”,dijo la experta.
9. Elegir un objeto y escribir un breve párrafo. “En un momento de descanso en el trabajo, por ejemplo, elegir un objeto, por ejemplo unos anteojos, y escribir un párrafo sobre ellos”.
10. Hacer asociación de palabras. Este juego requiere de varios participantes. En él, el primero dice una palabra y la siguiente persona debe responder con otra que empiece con la misma letra que la que acababa de decir el individuo anterior. Mejora la velocidad de procesamiento y agilidad mental, así como la creatividad.
Otra opción es armar una frase o palabra más simple que contenga las iniciales de la información que queremos recordar. Esta palabra nueva será la clave o pista para evocar la información cuando la necesitemos.