Que los niños y adolescentes actuales vinieron a desafiar creencias establecidas no hay dudas. Ellos hicieron que los padres de un tiempo a esta parte se replanteen el modo en que fueron criados, la manera de poner límites y hasta el respeto por cuestiones tan básicas como que un pequeño no coma lo que no le gusta o deje de comer cuando se sienta satisfecho.
Lejos quedaron aquellas frases de “te comés todo el plato o no hay postre” o “comés el pescado” (o el brócoli, o lo que sea que al niño no le agrade), que no proponían un plan B. En la medida de sus posibilidades, hoy las familias escuchan las necesidades de los más chicos y actúan en consecuencia.
En ese sentido, las nuevas generaciones son pioneras en oponerse desde edades cada vez más tempranas al maltrato animal, así como todo lo que atente contra el cuidado del medioambiente.
Y en esa línea, muchos chicos eligen una alimentación vegetariana, lo que obliga a los padres a replantear su propia forma de alimentarse, o al menos ofrecer en la mesa opciones para todos los gustos.
¿De qué manera cambió la alimentación de las nuevas generaciones?
“Cada vez es mayor el número de personas que, por diversos motivos, adoptan un tipo de alimentación diferente a la omnívora”, comenzó a plantear el panorama de situación ante la consulta de Infobae la médica pediatra especialista en Nutrición y vicepresidente de la Sociedad Argentina de Nutrición (SAN) y docente de actualización en obesidad infantil Irina Kovalskys (MN 80.503).
En su mirada, “la globalización favorece la adopción de motivaciones o causas que tradicionalmente eran reservadas para una región o una cultura y se han extendido, como es el caso de las causas religiosas o ético-filosóficas (por no aceptar el sacrificio o la captura de animales)”. “También hay una mayor conciencia del impacto ambiental de la producción de carne, así como motivaciones asociadas a la salud”, agregó.
Con ella coincidió la médica pediatra especialista en Nutrición Infantil e integrante del Comité de Nutrición de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP), Susana De Grandis (MP 14897), quien reconoció que “los hábitos de alimentación han cambiado en la población en general incluidos los niños y adolescentes. Además, la sociedad se encuentra en un proceso de transición nutricional con cambios notables en la forma de alimentarse”.
“Las influencias son multifactoriales e incluyen los cambios en los estilos de vida, la organización y concentración urbana, la industrialización y oferta constante de alimentos y productos comestibles procesados”, señaló la experta.
Y citó que según la Segunda Encuesta Nacional de Nutrición y Salud presentada en 2019 (ENNyS 2) y datos de UNICEF de 2023, los hábitos alimentarios se encuentran lejos de las recomendaciones de las Guías Alimentarias para la Población Argentina (GAPA).
“Se resume en bajo consumo de alimentos saludables y alto en productos no recomendados por su composición”, sostuvo la pediatra, para quien “estos patrones de malos hábitos de consumo se reflejan sobre todo en niños, niñas y adolescentes, con un consumo alto de productos ultraprocesados: un 40% más de bebidas azucaradas, el doble de productos de pastelería y galletitas dulces, el doble de productos de copetín (snacks) y el triple de golosinas respecto de los adultos, todos ellos alimentos con altos niveles de azúcar, grasa y sal”.
La ENNyS 2 describe, además, que el patrón alimentario es siempre menos saludable en los grupos sociales en situación de mayor vulnerabilidad, quienes consumen “la mitad de las frutas, un 40% menos de lácteos, y más del doble de bebidas azucaradas, el doble de productos de copetín, que las personas de los dos quintiles más altos”, detalló De Grandis.
“Sumado a lo dicho y como parte de las transiciones actuales, vemos en las consultas como pediatras la elección de una alimentación no omnívora de algunos niños y adolescentes -señaló-. Las opciones se dan en diferentes estilos, ya sea vegetarianismo, selectividad orientada a la elección de grupos de alimentos y exclusión de otros grupos por su origen, color, aroma o textura por ejemplo”.
Por qué los chicos se interesan más por el vegetarianismo y el veganismo
Para Kovalskys, el fenómeno responde, en primer lugar, al hecho de que “hay mayor acceso a información sobre nutrición a través de la conexión global, internet, el desarrollo creciente de redes sociales, y el acceso a documentales. Todo esto moviliza a los chicos a tomar decisiones sobre su alimentación de una forma precoz”.
Adicionalmente, para ella, “en los últimos años se han producido cambios sociales y culturales a nivel mundial que favorecen esta tendencia, facilitada en parte por personas de la sociedad que la siguen y actúan como modelos, como influencers, músicos, deportistas, etc”.
A su turno, De Grandis sumó que “cada vez es mayor el número de personas que eligen alimentaciones basadas en plantas por diferentes motivaciones, éticas, religiosas, de salud, calidad de vida entre otras”.
“La opción por alimentación vegetariana o vegana también crece entre adolescentes y niños, principalmente motivada por la protección de los animales por no aceptar su captura y sacrificio, protección del ambiente, convicción sobre la evolución del cambio climático, la información en redes disponible sobre el tema -analizó-. También influyen las preferencias en alimentos, la creencia de un estilo de alimentación más saludable y la cultura en el contexto en el cual se desenvuelven”.
Según ella, “particularmente entre adolescentes la influencia de sus amigos y compañeros cumple un papel crucial en la elección del modo de alimentación”.
De qué manera los padres pueden acompañar las inquietudes alimentarias de sus hijos
En este punto, para empezar, De Grandis destacó que “la familia es el núcleo en el que se desarrolla el primer contacto con la alimentación con sus aspectos nutricionales, sociales, culturales”.
“En el buen sentido, los padres son ‘reguladores’ del acceso a la información y pueden hacer preguntas para comprender el nivel de profundidad con el que los chicos toman decisiones respecto de su alimentación, así como orientarlos a buscar información fiable”, aportó Kovalskys, para quien “es importante aclarar que más saludable no es sinónimo de ‘limitado en alimentos’, lo que suele ser una confusión usual”.
En principio, y de manera muy general, la especialista consideró que “todas las restricciones alimentarias limitan el acceso a nutrientes y podrían comprometer la salud y el crecimiento cuando son extremas. Por lo tanto, a menos que haya una indicación médica, los padres deberían acompañar a sus hijos a obtener información sobre alimentación saludable de fuentes sólidas y desalentar las restricciones”.
En el caso específico de las dietas vegetarianas, Kovalskys destacó que “el Comité de Nutrición de la Sociedad de Pediatría en su recomendación del año 2020 sostiene que pueden realizarse siempre que sean planificadas por especialistas y la familia acceda a la inclusión de una amplia variedad de alimentos vegetales y fortificados, al suplemento adecuado indicado en cada etapa, y al monitoreo y seguimiento multidisciplinario del niño o del adolescente”.
En ese sentido, De Grandis sumó que “en el caso de una alimentación no omnívora, los padres, asesorados por los pediatras o especialistas en nutrición, pueden acompañar la elección, con respeto y cuidando la salud, aportando los saberes sobre una alimentación completa (con variedad y equilibrio) en cualquiera de los estilos elegidos, para una nutrición que permita un crecimiento y desarrollo óptimos”.
“Una forma de acompañar es compartir recetas nutritivas y completas y aprender nuevas formas de cocinar, como también cuando sea posible cocinar en familia fortalece los vínculos y la cultura familiar”, aconsejó la pediatra.
Y sumó: “Pueden pedir recetas y sugerencias a los profesionales con combinaciones de nutrientes que eviten déficit de los mismos. Programar comidas en familia cuando sea posible y compartir que los platos saludables incluyen una fuente de proteínas, cereales preferentemente integrales, verduras y frutas”.
- ¿Cómo reconocer si la intención de comer más sano no esconde un trastorno de la conducta alimentaria?
- Kovalskys: Hay diferencias claras. Favorecer una alimentación saludable es deseable y adecuado en la infancia y adolescencia en un contexto de flexibilidad, donde todos los alimentos están incluidos, priorizando los alimentos necesarios para garantizar el crecimiento y la salud pero sin prohibiciones.
Es importante observar que la alimentación no sea un limitante de la vida social o el desarrollo con pares. Por el contrario, cuando se instala un trastorno de la conducta alimentaria, se produce una alimentación estructurada y rígida, y detrás de una supuesta “alimentación saludable” hay en realidad un deseo de restricción extrema. La fobia al consumo de ciertos alimentos, frecuentemente los considerados “malos o no saludables”, independientemente del contexto en el que sean ofrecidos, suele aislar socialmente al chico con el fin de no exponerse a dichos alimentos “temidos”. El diagnóstico debe hacerlo el equipo de salud, pero es importante reforzar el concepto de que el trastorno de la conducta alimentaria es una enfermedad y no acontece por el solo deseo de mejorar la calidad nutricional de la alimentación de un niño o una familia.
- De Grandis: Aquí hay señales a las que los padres y los pediatras debemos prestar atención durante el acompañamiento de la elección alimentaria.
- Debe alertarnos la preocupación obsesiva en la elección de alimentos con las características que el niño o adolescente considera saludables, que puede llevar a la restricción de grupos de alimentos, con reglas rígidas, rechazos fuertes y angustias emocionales.
- Los cambios bruscos en la elección alimentaria y las variaciones marcadas en el comportamiento durante la alimentación sobre todo si se asocian a descenso rápido del peso corporal.
- Las preocupaciones intensas sobre la imagen corporal que trascienden las habituales en los adolescentes.
- Síntomas físicos como mareos, fatiga constante, cambios en el cabello o la piel, problemas gastrointestinales frecuentes, que pueden estar relacionados con una ingesta inadecuada de nutrientes.
Ante la presencia de alguno de estos signos de alarma, es fundamental tomar medidas para evaluar al niño y adolescente y determinar si existe un trastorno de la conducta alimentaria subyacente y si no es esa la situación acompañar adecuadamente en la elección desde la familia y la pediatría.
No hay que olvidar que las elecciones saludables en alimentación deben ser placenteras y disfrutables. Y que los pediatras y profesionales dedicados a la nutrición tienen que asegurar que cualquier estilo de alimentación elegido por el niño o adolescente sea adecuado para su edad y etapa de desarrollo y proporcionar orientación para prevenir deficiencias nutricionales controlando su estado de salud a través de su crecimiento.