La obesidad infantil está en aumento en todo el mundo. Según un reciente estudio publicado en la revista The Lancet, que analizó datos de más de 220 millones de personas en más de 190 países, las tasas de obesidad entre niños y adolescentes se cuadruplicaron desde 1990 hasta 2022.
Y al flagelo, que viene en ascenso desde antes de la pandemia -y se acentuó tras esta- se suma el aumento de la prevalencia del exceso de peso, sobre todo en menores de cinco años, que pasó a ser un problema de salud desde que se conocieron las últimas cifras oficiales
Un reporte de UNICEF de 2023 reveló que, en América Latina y el Caribe, el sobrepeso afecta a más de cuatro millones de niños y niñas menores de 5 años, y a casi 50 millones de niños y adolescentes entre los 5 y 19 años de edad. Esto significa que en la región el 8,6% de los menores de 5 años tiene sobrepeso.
En Argentina, datos de 2019 de la Segunda Encuesta Nacional de Nutrición y Salud (ENNyS 2) muestran que el 13,6% menores de cinco años padecen sobrepeso, mientras que entre los cinco y 17 años el 41,1% presentan sobrepeso ((20,7%) y obesidad (20,4%), siendo más prevalente en varones.
Así lo hizo saber a Infobae la médica pediatra especialista en Nutrición Infantil e integrante del Comité de Nutrición de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP), Susana De Grandis (MP 14897).
En el Día Mundial de la Obesidad, la especialista destacó que las causas del incremento de la obesidad entre los niños y adolescentes están dadas por dos aspectos relacionados entre sí: la mala alimentación y la falta de actividad física.
“Es frecuente que los niños no tengan el hábito familiar de realizar ejercicio de acuerdo a las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS); para cada edad existe una cantidad -en horas- e intensidad de ejercicio indicados para un estilo de vida saludable, y muy frecuentemente es deficiente”, analizó la experta.
Con ella coincidió la médica especialista en Medicina Interna y Nutrición Marianela Aguirre Ackermann (MN 151.867), integrante del Grupo de Obesidad de la Sociedad Argentina de Nutrición (SAN) y del Comité de Obesidad de la Sociedad Argentina de Diabetes (SAD), para quien “desde el punto de vista de lo que comen los chicos hoy, lo que muestran los estudios es que consumen muy poca cantidad de frutas y verduras, y por otro lado hay una mayor cantidad de alimentos procesados”.
“Los estudios muestran un consumo que apenas alcanza el 22% de la cantidad recomendada de frutas y verduras, mientras que los ultraprocesados, ricos en grasas, sodio y azúcar, que no deberían superar más del 13% de la ingesta ascienden al 35%, y esto es lo que, junto con otros factores, provoca que cada vez sean mayores los índices de sobrepeso y mala nutrición en niños, porque recordemos que estos no son alimentos que contengan nutrientes, sino que simplemente contienen calorías”.
Qué comen los niños
En la mirada de De Grandis, “en las comidas principales el problema que se ve es que los chicos ingieren en general poca cantidad de vegetales (tanto verduras como frutas)”.
Y sobre esto destacó que “la recomendación de las sociedades científicas dice que la cantidad diaria de estos alimentos que deben consumir son cinco, repartidos entre dos frutas y tres verduras, o al revés, pero siempre consumir los dos grupos de vegetales a lo largo del día”.
“En los trabajos de investigación, este es el déficit más frecuente que se observa; no se comen las cantidades de frutas y verduras para una alimentación saludable y para proteger de enfermedades a largo plazo”, enfatizó la experta de la SAP, quien remarcó: “En contraposición a esto, hay una mayor ingesta de carne que la recomendada, y un consumo alto de harinas -habitualmente refinadas- y alimentos ultraprocesados. Esto genera un combo, que puede conducir a estados de malnutrición, ya sea bajo peso, sobrepeso y obesidad o déficit de nutrientes esenciales”.
En este punto, Aguirre Ackermann agregó: “Lo que vemos es que los chicos están consumiendo más cantidad de bebidas azucaradas, más cantidad de procesados, tanto dulces como salados, en forma de galletitas, facturas, snacks y muchas carnes procesadas”.
A lo que De Grandis aportó que “aquellas bebidas diferentes al agua publicitadas como saludables por ser jugos, contienen azúcar, edulcorantes, colorantes, etc. por lo que no dejan de ser un ultraprocesado”. “Y dentro del grupo de los lácteos, se observa que se consume menos de los recomendados para una alimentación saludable, como yogurt, queso y leche, y más de los que tienen un nivel de procesamiento que le hace perder la virtud de comer un lácteo como fuente de calcio y vitaminas, como quesos untables, yogures endulzados, etc”.
“El agua debe ser la única bebida que se ofrezca a los niños, con alguna posibilidad de presentar algún tipo de jugo de fruta natural de manera ocasional, pero idealmente todo el tiempo deberían tomar agua”, enfatizó.
Cuándo se considera que un niño es obeso
Según De Grandis, sobrepeso y obesidad “son un aumento de la grasa corporal por encima de lo esperado para una determinada talla”.
“Una de las formas de diagnosticarlos es a través del Índice de Masa Corporal (IMC), que relaciona el peso de una persona con su estatura -explicó la experta de la SAP-. El pediatra lo calcula, y sobre la base de ese cálculo interpreta si la relación entre peso y altura son saludables o no para cada caso”.
Y tras asegurar que “cuando hay un peso excesivo se ve afectada la salud de los niños y adolescentes”, la especialista destacó que “pueden asociarse problemas de autoestima, ansiedad, de relación con sus compañeros o síntomas depresivos, y de igual modo puede condicionarse la salud en su vida adulta”.
Cómo debe ser la dieta de un niño
En este punto, Aguirre Ackermann destacó que “en la actualidad se atraviesa una crisis de la comensalidad, esto es, cada vez se comparten menos momentos en familia con respecto a las ingestas”.
“Los chicos muchas veces comen solos o no comen junto a la familia y eso hace que sea mucho más difícil para los papás guiar la alimentación de sus hijos”, sostuvo.
Para De Grandis, por definición, “el plato ideal o el plato sano tiene que tener una fuente de proteínas, una de vegetales y una de cereales o grano entero”.
“Habitualmente el plato está compuesto por una parte de carne y otra, en el mejor de los casos, un vegetal que casi siempre es blanco”, observó la nutricionista, quien aconsejó “incluir la mayor cantidad de colores por comida para garantizar ingesta de todos los nutrientes, y sumar otras fuentes de proteína, como el huevo y las legumbres”.
Sobre el final, Aguirre Ackermann enumeró 10 consejos de la American Heart Association para la alimentación en niños:
- Introducir ingredientes más sanos en los alimentos que le gustan a los chicos. Por ejemplo, incluir rebanadas de fruta con su cereal favorito, trozos de alguna verdura en una ensalada de papa o en el arroz son buenas opciones para comenzar de a poco a sumar opciones más saludables.
- Involucrar a los niños en la preparación. Aceptarán mejor los alimentos si son parte de las compras y la preparación. Es más probable que se coman los alimentos si sienten que los hicieron ellos mismos.
- No comprar alimentos que no son sanos. Digno de aquello de “ojos que ven, corazón que no siente”, si no hay en la casa snacks o galletitas dulces, los niños no van a poder comerlas. Tener a mano alimentos sanos, como jugo 100 por ciento natural en lugar de refresco o bebidas azucaradas y un bowl de frutas en lugar de una bolsa de papas fritas hará que, de a poco, cambien sus elecciones.
- Programar los horarios de las comidas y respetarlos. A la mayoría de los niños les gusta la rutina. Si saben que van a comer únicamente a ciertas horas, comerán lo que se les ofrezca al momento en que se les dé. Tratar de que las meriendas y desayunos incluyan dos grupos alimenticios, por ejemplo, queso con galletas integrales o rebanadas de manzana con yogurt natural.
- Tener a mano comida sana para picar. A los niños les gusta comer fuera de hora, así que es ideal tener a su alcance alimentos sanos que puedan agarrar. Los trocitos de fruta o verdura (crudos o cocidos) son excelentes opciones para cuando el hambre ataca entre comidas.
- Desterrar la regla de “terminar todo lo que hay en el plato”. Los niños saben cuándo están satisfechos, por lo que es sano permitirles dejar de comer. Comer de más es una de las razones principales por las que se ingieren demasiadas calorías.
- Motivar a los niños para que “coman colores”. Este juego funciona bien con niños chiquitos. Comer diferentes alimentos coloridos proporciona más nutrientes en mayor variedad.
- No quitarles todo lo dulce a la vez. Como en todo, la clave es la moderación. De vez en cuando, vale comer un helado o una galletita. Si se eliminan todas las golosinas, es más probable que los chicos coman de más cuando las tengan a mano, en la casa de algún amigo o situación social fuera de casa.
- Nada de televisión en la mesa. Comer frente a la TV distrae y puede que los niños no se den cuenta de que están llenos por estar metidos en el programa. Comer en familia es una gran oportunidad para ponerse en tema de cómo fue el día de cada uno.
- Ser un buen modelo. La mejor forma de influir en los niños es con el ejemplo. Nadie podrá pretender que coman verduras si no ven a sus padres hacerlo.
Sobre este último punto, Aguirre Ackermann sumó que “como padres, nadie tiene por qué ser experto en nutrición, pero sí es importante dar el ejemplo, tanto en lo que se come como en el hábito del movimiento”.
“El buen ejemplo, puede ser compartir un rato en familia y salir a andar en bicicleta en vez de jugar un videojuego -enfatizó-. Mostrarles que los padres hacen actividad física y que el ejercicio también protagoniza los momentos compartidos. Y, por supuesto, también desde las elecciones alimentarias, sin forzarlos a comer algo que no quieran, siempre invitarlos a probar diferentes alimentos y alentarlos con comentarios positivos”.