El enojo suele ser una emoción frecuente en muchas personas, un compañero que muchas veces se desearía no tener y se busca eliminar. Sin embargo, aunque se perciba como una emoción negativa, también puede ser un poderoso motivador para que las personas alcancen metas desafiantes en sus vidas, según una nueva investigación.
En un estudio publicado en el Journal of Personality and Social Psychology y realizado por investigadores de la Universidad Texas A&M, se analizaron más de 1.000 personas y datos de encuestas de más de 1.400 personas para explorar el posible impacto de la ira en personas en diversas circunstancias.
“Los hallazgos demostraron que la ira aumenta el esfuerzo para alcanzar una meta deseada, lo que frecuentemente resulta en un mayor éxito”, dijo la doctora Heather Lench, primera autora del estudio.
¿De qué se habla cuando se habla de ira? El doctor Daniel López Rosetti especialista en clínica médica y médico cardiólogo, jefe del Servicio de Medicina del Estrés del Hospital Municipal de San Isidro explicó en un artículo de Infobae: “La ira es una emoción básica. ¿Qué se entiende por emoción básica? A una manifestación de la experiencia con un rostro que le es propio. Estas emociones básicas son: el miedo, la ira, la alegría, la tristeza, el asco, y la sorpresa. Son en principio seis”.
Y agregó: “La ira es la reacción violenta de enojo que una persona ha vivido, todos la hemos vivido, y que incluso tiene manifestaciones físicas. Uno tiene otra postura física, el corazón va a ir más rápido, se va a elevar la presión arterial, las pupilas en lo negro de los ojos se van a agrandar, la tensión muscular va a aumentar, la cantidad de adrenalina en sangre va a aumentar, va a tener reacciones violentas, descontroladas, casi como si fuera una suerte de ‘locura transitoria’”.
Según Lench, “la idea de que las emociones positivas son ideales para la salud mental y el bienestar se ha destacado en las explicaciones psicológicas y no profesionales de las emociones, pero estudios previos sugieren que una combinación de emociones, incluidas aquellas negativas como la ira, produce los mejores resultados”.
La teoría funcionalista de la emoción, que se ha estudiado durante décadas, sugiere que todas las emociones, buenas o malas, son reacciones a eventos dentro del entorno de una persona y sirven para alertar sobre situaciones importantes que requieren acciones. Cada emoción puede requerir una respuesta diferente. Por ejemplo, la tristeza puede indicar que una persona necesita buscar ayuda o apoyo emocional, mientras que la ira puede sugerir que necesita tomar medidas para superar un obstáculo.
Según el doctor Gonzalo Ramírez, psicólogo y médico general por la UPAEP, en un artículo de Tua Saúde, “el enojo es una emoción poderosa caracterizada por sentimiento de agitación, hostilidad, frustración, irritación o resentimiento, y así como el miedo, puede tener un importante papel de supervivencia, preparando al cuerpo para una situación de lucha o fuga, y ser causada por diferencias o malentendidos entre personas, por el sentimiento de injusticia y frustración, por ejemplo. Además, el enojo también puede ser constructivo, ya que puede motivar a encontrar soluciones a problemas o situaciones que generan malestar o incomodidad”.
Por su parte, el licenciado Ignacio Enríquez, integrante del Departamento de Psicoterapia Cognitiva de INECO, en una nota reciente en Infobae destacó: “Los factores que más nos molestan del enojo son lo que decimos o hacemos durante ese momento de molestia, y el daño que podemos llegar a ejercer. Cuando hablamos de daño, no nos referimos únicamente a uno físico e irreparable, sino que también puede convertirse en un desgaste hacia nuestros vínculos, valores y metas personales”.
Y concluyó: “Es necesario transitar el enojo, al igual que otras emociones, para comenzar a explorarlo. Así se podrá arribar a una idea que nos ayude a abordar nuestras necesidades de la mejor manera posible, dentro de un contexto real y a resolver aquello que precisemos”.
Cómo se hizo el estudio
En cada experimento, los investigadores provocaron una respuesta emocional (como ira, diversión, deseo o tristeza) o un estado emocional neutral, y luego presentaron a los participantes una meta desafiante.
Uno de los experimentos consistía en que resolvieran una sopa de letras. El otro, era conseguir puntuaciones altas en dos videojuegos de esquí. En el primero los participantes debían descender por una pista sorteando banderas, mientras que el segundo, mucho más fácil, solo implicaba realizar un salto.
En todos los experimentos, la ira mejoró la capacidad de las personas para alcanzar sus objetivos en comparación con una condición neutral en una variedad de situaciones desafiantes. En algunos casos, se asoció con mayores puntuaciones o tiempos de respuesta más cortos. En un experimento, también aumentó el engaño para conseguir un mejor resultado. La ira no parecía estar asociada a la consecución de objetivos cuando éstos eran más fáciles, como en el videojuego del salto de esquí.
A estos datos el equipo de Lench le sumó aquellos que se obtuvieron de una serie de encuestas realizadas durante las elecciones presidenciales estadounidenses de 2016 y 2020. Antes de las elecciones, se pidió a las personas que calificaran su enfado si su candidato favorito no ganaba. Después de las elecciones, informaron si votaron y por quién votaron. Los participantes de la encuesta que indicaron que estarían enfadados si su candidato no ganaba tenían más probabilidades de votar en las elecciones, pero la ira no tuvo ningún efecto sobre a qué candidato votaron.
Los resultados del estudio demostraron que la ira aumenta el esfuerzo por alcanzar una meta, lo que se suele traducir en un mayor éxito.
El estudio señala que, si bien el enojo se asociaba con buenos resultados en todos los ámbitos, en algunos casos, la diversión o el deseo también se asociaban con un mayor logro de objetivos. Los resultados sugieren que las emociones que a menudo se consideran negativas, como la ira, el aburrimiento o la tristeza, pueden ser útiles.