Los microtraumas son pequeños daños psíquicos, no muy visibles a los ojos indolentes de quienes los infligen pero provocan daños importantes. Su acumulación destruye el sentido de autoestima de los niños y niñas, enajenando su carácter y complicando su relación con los demás.
Margaret Crastnopol es una psicóloga clínica y autora. En una de sus publicaciones “Micro-trauma: A Psychoanalytic Understanding of Cumulative Psychic Injury” (Microtrauma: Una comprensión psicoanalítica de la lesión psíquica acumulativa), explora el concepto de microtrauma psíquico y cómo afecta a las personas.
Su trabajo se ha centrado en comprender cómo las experiencias emocionales negativas acumulativas pueden tener un impacto en la salud mental de los individuos y cómo estos efectos pueden abordarse a través de la terapia. La autora identifica patrones relacionales que causan daños de manera predecible, como pueden ser identificados, eliminados y sustituidos por patrones que provoquen menos daño. También describe cómo estos procesos pueden tener lugar dentro de una relación diádica, como en un grupo familiar o social, causando daños psíquicos en todos esos lugares.
Hace tiempo que aquellos que trabajamos con trauma psíquico comenzamos a observar las secuelas del microtrauma sufrido en la infancia.
La diferencia con el trauma es que este se refiere a situaciones de importante exposición como la violencia, la guerra, catástrofes. En cambio, los microtraumas son menos evidentes que estos pero su valoración y aceptación por parte del sujeto infantil y de su entorno es muy importante.
Los microtraumas son parte de nuestro desarrollo humano, los infligimos y se nos infligen, y se sepultan de manera inconsciente para mostrar su presencia. Se trata de bromas, frases hirientes disfrazadas, ironías y sarcasmos, hechas siempre desde una posición de poder, por ejemplo del adulto hacia los niños.
Estas conductas son fácilmente negadas o se les resta importancia, cuando el niño se siente ofendido, enojado o humillado, con frases como “tampoco es para tanto” o “tampoco hay que ponerse así”.
Esta negación confirma uno de los pasos ineludibles del proceso traumático, la negación del sufrimiento del otro. El adulto desautoriza al niño que manifiesta su malestar o su dolor. En este caso no es que no le cree sino que le resta importancia para no responsabilizarse.
Muchas veces las consecuencias en el niño perdurarán en la vida adulta y llevan a lo que Crastnopol denominó “atrincheramiento crónico”. La persona queda atrapada en ese tipo de patrones de relación aprendidos en la infancia, los repite y se resiste al cambio.
El microtrauma psíquico en niños se refiere a experiencias emocionales o psicológicas negativas que son pequeñas pero frecuentes, y que pueden tener un impacto acumulativo en su bienestar emocional a lo largo del tiempo. Estos microtraumas psíquicos pueden surgir de diversas situaciones y pueden ser pasados por alto debido a su naturaleza aparentemente menos significativa en comparación con eventos traumáticos más grandes.
Algunos ejemplos de microtraumas psíquicos en niños:
- La crítica repetitiva por parte de los padres, cuidadores o figuras de autoridad en relación a la diversidad corporal, la forma de ser, de relacionarse, de aprender.
- Comentarios o burlas repetitivas por parte de adultos u otros compañeros de clase, sin llegar a la categoría de bullying, y que se presentan como forma de chistes. Esta forma de relacionarse puede causar estrés y ansiedad en un niño, incluso si parecen inofensivos. “Era solo una broma”se suele argumentar.
- Expectativas poco realistas, idealizaciones de parte de las familias o una presión constante para tener un rendimiento académico o deportivo: “Vos podes un poquito más”. Los niños y niñas siempre intentan complacer a los padres e intentan alcanzar los ideales que se les plantean para no perder su amor. Estas exigencias, que pueden parecer frases motivadoras en muchos niños, generan ansiedad y estrés.
- Las peleas o tensiones continuas en el hogar también pueden ser experiencias microtraumáticas para un niño, especialmente si se repiten con frecuencia.
- Comparar a un niño constantemente con otros, ya sea en términos de logros, apariencia o comportamiento, puede dañar su autoimagen y amor por sí mismo.
Estos eventos pueden parecer pequeños individualmente pero su impacto acumulativo puede afectar la salud mental desde la infancia con secuelas a lo largo de la vida como ansiedad, depresión, baja autoestima y otros problemas emocionales a largo plazo.
La identificación temprana de estos microtraumas psíquicos es esencial para proporcionar el apoyo y la intervención necesarios para cada niño. La propuesta terapéutica es desnaturalizarse, hablando de ello e identificándolos como son, pequeñas agresiones que nos lesionaron para reaprender a responder con autocuidado: “esto no me hace bien”, ”no me hables de esa manera”, etc.
Los padres, cuidadores, maestros y otros adultos que participan en la vida de los niños y niñas debemos prestar atención a los cambios en el comportamiento o el estado de ánimo del niño, observando actitudes como estas en nosotros mismos y en otros adultos.
Es importante estar disponibles a ofrecer soporte emocional y, en algunos casos, buscar la ayuda de profesionales de la salud mental cuando sea necesario para abordar dar estas pequeñas pero profundas heridas.
* Sonia Almada: es Lic. en Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Magíster Internacional en Derechos Humanos para la mujer y el niño, violencia de género e intrafamiliar (UNESCO). Se especializó en infancias y juventudes en Latinoamérica (CLACSO). Fundó en 2003 la asociación civil Aralma que impulsa acciones para la erradicación de todo tipo de violencias hacia infancias y juventudes y familias. Es autora de tres libros: La niña deshilachada, Me gusta como soy y La niña del campanario.