Los ritmos biológicos existen en toda la naturaleza, todos los organismos vivos tienen un reloj interno, o mejor dicho un marcador de ritmo, que es una condición inherente a la existencia.
Esa correlación entre los diferentes tiempos internos de cada organismo y los externos, como son los estacionales, es evidente desde hace siglos en las diferentes culturas, hasta el punto que la mayoría, en cuanto a sus mitos y religiones, estaban construidas alrededor del tiempo como un patrón no longitudinal ni secuencial, sino cíclico.
En 1729, el astrónomo francés Jean Jacques d’Ortous de Mairan colocó un árbol en la oscuridad y vio cómo, a pesar de la ausencia de luz, las hojas se abrían y cerraban como si estuvieran al aire libre y sugirió en ese momento que debía existir un mecanismo interno en los organismos que regulara estas acciones.
Siglos más tarde, en 2017, Jeffrey C. Hall, Michael Rosbash, y Michael W. Young ganaron el premio Nobel al demostrar, en la mosca de la fruta, un organismo habitualmente usado en investigación neurobiológica, que generaba proteínas que luego serían destruidas en función de patrones horarios.
Lejos de una mosca, cuando hacemos un viaje prolongado y padecemos el famoso jet-lag, o simplemente tenemos una variación importante en los ciclos de sueño-vigilia y las alteraciones que sufrimos, podemos comprobar este mecanismo sin necesidad de profundas investigaciones.
El tiempo interno y su correlación con el externo lo hemos abordado cuando hablamos de ansiedad y tiempo, donde vimos cómo la imposibilidad de estar “en ritmo” nos puede provocar un estado tanto de ansiedad como de depresión o, a la inversa, de procrastinación. Estos ritmos internos que encontramos desde los organismos muy básicos como las formas más simples de hongos, hasta en el ser humano, se conocen como ritmos circadianos, cuando se considera el lapso de tiempo de 24 horas.
Qué son los ritmos circadianos
Los ritmos circadianos son ciclos internos que regulan diversas funciones biológicas en organismos vivos, incluido el ser humano. Estos ritmos influyen en todos los aspectos de nuestra vida, desde el sueño y la vigilia hasta el metabolismo y la función cognitiva. Al mismo tiempo y consecuentemente desempeñan un papel crucial en la salud mental y el equilibrio emocional.
El control de estos ritmos o al menos el grupo neuronal que administra esto es nuestro reloj interno (quizás en música diríamos mejor un metrónomo), conocido como “reloj biológico”.
Ese reloj interno es un conjunto de aproximadamente de 20.000 neuronas que se encuentran en una región del hipotálamo llamada núcleo supraquiasmático (NSQ). Por sus funciones está ligado a las vías del nervio óptico y al hipotálamo, por sus roles hormonales.
Es así que la sensibilidad a la luz solar, de la cual tanto hemos hablado durante la pandemia respecto a la vitamina D, tiene un papel fundamental en todo nuestro funcionamiento, del mismo modo que son claras las alteraciones relativas a la nocturnidad, al exceso de luz artificial etc. De la misma manera, nuestro organismo reacciona a la señal dada por la luz al amanecer y la disminución al anochecer, es decir los ritmos de vigilia y sueño.
No vamos a hablar de la importancia del sueño, dándolo por sobrentendido, pero es importante saber que mantener esos patrones rítmicos tiene que ver con hacer coincidir los ritmos externos con los internos. Esto es central en la preservación de las funciones tanto cognitivas (memoria, concentración, por ejemplo), emocionales, como físicas, en los procesos catabólicos (de destrucción de células viejas) y anabólicos (generación de nuevas). El premio Nobel de 2017 demostró esto en moscas, cuánto más ocurrirá en seres de mayor complejidad evolutiva como los humanos.
Respetar el momento de descanso
La alteración de los ritmos circadianos provoca alteraciones del sueño y ya hemos hablado sobre sus consecuencias. Estas van desde algunas simples, como cansancio diurno y menor concentración o los síntomas de ansiedad y depresión que experimentamos en periodos de mucho estrés durante el cual, por exigencias, no podemos respetar ritmos de sueño. Así se va generando alteración de los ritmos circadianos, hasta el establecimiento de la ansiedad, depresión ya no sintomáticas sino como enfermedades y, finalmente, llegando a graves consecuencias relativas a la deprivación de sueño o la ruptura de sus patrones como patologías más severas como el deterioro neurodegenerativo cortical (correlación insomnio- Alzheimer).
A su vez, la íntima relación anatómica y funcional con los ejes hormonales hace que la alteración de este ritmo interno, provoque alteraciones hormonales diversas, desde las de melatonina hasta la posibilidad que se verifica de síndromes metabólicos. Además, estos provocan secundariamente efectos nocivos sobre la salud mental.
A nivel genético y particularmente epigenético, está demostrado que la desregulación de los ritmos circadianos influye sobre la plasticidad neuronal y la neurogénesis. Así está demostrada una correlación con enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer y el Parkinson.
En cuanto a las enfermedades mentales la acción deletérea es bidireccional. Por una parte, las enfermedades mentales pueden afectar los ritmos circadianos, causando insomnio, alteraciones en los patrones de sueño y consecuentes cambios en el estado de ánimo. A su vez, la alteración de los ritmos está claramente demostrada en extensa literatura que aumenta el riesgo de desarrollar enfermedades mentales. Ejemplos específicos frecuentes y típicos de esto son la ansiedad y la depresión.
Cuando a veces propugnamos medidas, como higiene de sueño, menor uso de estimulantes posterior a las 5 de la tarde y no tener luz artificial de pantallas un par de horas previas, estas parecen de menor importancia y seriedad versus el uso de antipsicóticos para el insomnio, sin embargo, su fundamento científico y su eficacia en el curso del tiempo, son mayores.
La depresión estacional
Una forma de depresión no habitual en nuestro medio, que denota la importancia de la luz y la incidencia en el núcleo supraquiasmático, son los cuadros de ansiedad y especialmente depresión estacional en regiones donde los inviernos cursan con extensos periodos de escasez de luz solar. Aquí el tratamiento más eficiente no son los fármacos sino la luminoterapia.
La misma correlación entre ritmos circadianos, ansiedad y depresión se ve en ciertos cuadros psicóticos, sean propios de la persona o inducidos por sustancias, donde el restablecimiento de los patrones de sueño y de exposición a la luz solar, por oposición a la luz artificial, ha demostrado ser beneficioso.
A modo de conclusión, los ritmos circadianos desempeñan un rol fundamental en el funcionamiento de todos los seres vivos. En el ser humano estos impactan de manera particular en la salud mental, los patrones hormonales, así como existen estudios recientes sobre la relación con el envejecimiento.
Para preservarlo, el adoptar hábitos simples pero extremadamente eficaces, como respetar ritmos y horarios de sueño, exponerse regularmente a la luz solar, disminuir ya que es imposible evitar, la exposición a luz de pantallas especialmente en horas cercanas a la noche, son buenas medidas para comenzar.
Hay muchas áreas en la salud que requieren de intervención directa de un profesional en primera instancia, pero hay muchas otras en las cuales se comprueba que la salud personal es algo de la que debe hacerse cargo cada uno, que no se puede delegar. Este simple hábito, como es el reseteo de los ritmos circadianos, es un ejemplo quizás difícil, pero no imposible de implementar.
* El doctor Enrique De Rosa Alabaster se especializa en temas de salud mental. Es médico psiquiatra, neurólogo, sexólogo y médico legista
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