Los alimentos genéticamente modificados son todo un tema de debate, porque hay creencias y hay evidencias. ¿Qué dice la evidencia? A grandes rasgos, que un alimento genéticamente modificado es aquel en el cual se introdujo algún gen para aumentar su productividad. Es decir, para hacerlo más resistente a las sequías, para poder usar menos pesticidas, herbicidas y, en algunos casos, para darle más gusto.
La principal inquietud que surge sobre este procedimiento es si, al final de cuentas, las comidas pueden hacer bien o pueden hacer mal. Mucha gente cree que le pueden hacer mal, mientras que otras personas no le da ninguna importancia. Y, en realidad, estamos todo el día, o casi todo el día, de alguna forma, consumiendo alimentos genéticamente modificados. Un ejemplo claro son los derivados de la soja, a través del aceite; o los derivados del maíz, que es directamente a través de los animales que consumen esta planta.
En Argentina, desde el año 2020, se puede consumir también el trigo genéticamente modificado. En este caso, usted puede decir, “bueno, pero hay mucha gente que dice que no”. ¿Sabe lo que pasa? Creencia mata evidencia. Entonces, es mucho más fácil romper un átomo que romper una evidencia.
Hoy por hoy, no hay ninguna demostración científica de que le pueda hacer mal consumir un alimento genéticamente modificado, pero si usted prefiere no consumirlos, no hay ningún problema con eso.
Lo importante no es solo lo que comemos
Muchos se preguntan, ¿qué comemos cuándo comemos? Ante este planteo, uno puede decir, por ejemplo, “estoy comiendo una milanesa o estoy comiendo una ensalada de rúcula y tomate”. Lo que en primer lugar uno consume, desde el punto de vista nutritivo, son proteínas, vitaminas, minerales, hidratos de carbono, fitoquímicos y otra gran cantidad de nutrientes que tienen los alimentos.
Cuando alguien dice “voy a comer carne”, no está comiendo solamente carne: lo que hace es comer un plato preparado con carne. Sin embargo la experiencia no termina ahí, ya que ese plato se ingiere en determinada situación o contexto, y a eso se le llama comensalidad. Ese escenario puntual donde consumo un alimento u otro, es clave para la comensalidad.
¿Para qué sirve pensar en la comensalidad? Si uno quiere mantener un peso saludable, tiene que saber que el problema no es sólo los alimentos que comemos. Cómo, cuándo y con quién comemos, en definitiva la situación de cada comida, también son fundamentales para los hábitos alimentarios
La pregunta que más suelo escuchar y que más he escuchado en mi vida es: “Doctor, ¿qué hay que comer?”. Pero la otra pregunta que yo quiero contestar es cómo comer. Está claro que es importante lo que ingerimos, pero más relevante aun es cómo lo hacemos. En primer lugar, conviene distribuir la comida varias veces por día, por lo menos cuatro, ya que muchos de nosotros trabajamos casi todo el día fuera de casa y esto puede tener una serie de repercusiones en el organismo si lo dilatamos demasiado en el tiempo.
Por eso es vital intentar mantener un orden en las comidas y respetar los horarios de las mismas. Sentarnos a comer relajadamente, saber lo que nos llevamos a la boca, masticar correctamente y cuidar los tiempos es esencial a la hora de seguir hábitos alimenticios correctos. Porque cuando uno se ordena empieza a comer mejor. Si se puede agregar una colación antes del almuerzo y una antes de la cena, eso es conveniente porque disminuye el apetito para la próxima comida.
*El doctor Alberto Cormillot es un reconocido médico argentino especialista en obesidad, educador para la salud, escritor y conferencista. Fundó y dirige la Clínica de Nutrición y Salud que lleva su nombre, Dieta Club, la Fundación ALCO (Anónimos Luchadores Contra la Obesidad) y el Instituto Argentino de Nutrición, desde donde asesora a industrias para la elaboración de productos dietéticos y saludables.
*Producción: Dolores Ferrer Novotný / Edición: Rosario Benitez Chiarelli / Realización: Samuel Cejas
Seguir leyendo: