Emociones como el miedo y la ansiedad pueden hacer que el corazón lata más rápido. Ahora, un estudio en ratones ha descubierto que lo contrario también es posible: aumentar artificialmente la frecuencia cardíaca puede aumentar los niveles de ansiedad.
A través de pulsos de luz para controlar el ritmo del corazón, los investigadores de la Universidad de Stanford investigaron un misterio de larga data sobre cómo los estados físicos influyen en las emociones.
El procesamiento de señales fisiológicas, como palpitaciones cardíacas o plenitud estomacal, es crucial para mantener el equilibrio. Se ha formulado la hipótesis de que diversas afecciones psiquiátricas, como los trastornos de ansiedad, el trastorno de pánico, los trastornos dismórficos corporales y la adicción, están relacionadas con la desregulación del control de estas sensaciones por parte del cerebro, y pueden correlacionarse estadísticamente con la disfunción de órganos específicos.
Ya en la década de 1880, se teorizó que los cambios físicos en el cuerpo, como un latido cardíaco acelerado, serían suficientes para desencadenar una experiencia emocional. Aunque en los últimos 150 años, esto ha sido objeto de acalorados debates.
Ahora, un nuevo estudio publicado en la revista Nature a cargo de un equipo integrado por más de veinte especialistas de la Universidad de Stanford, EEUU, proporcionó una nueva perspectiva.
Los investigadores utilizaron un marcapasos no quirúrgico para aumentar con precisión la frecuencia cardíaca de los ratones y midieron el comportamiento que puede indicar ansiedad. Esto incluía cuán dispuestos estaban los ratones a explorar partes de un laberinto y cómo buscaban agua.
Descubrieron que aumentar la frecuencia cardíaca de los ratones condujo a un comportamiento más relacionado con la ansiedad, pero solo en entornos que consideraron riesgosos. Por ejemplo, cuando había riesgo de un shock leve, los ratones con frecuencia cardíaca elevada mostraron más cautela en su búsqueda de agua.
Estos hallazgos están de acuerdo con la teoría de los dos factores de la emoción y la evidencia de los estudios en humanos. Esta teoría establece que, si bien los cambios físicos juegan un papel en la experiencia emocional, el contexto también es importante. El aumento de la frecuencia cardíaca del ratón no fue suficiente para causar ansiedad. Sin embargo, en un ambiente de riesgo en el que pueden esperar sentirse ansiosos, el aumento de la frecuencia cardíaca desencadenó un comportamiento ansioso.
Es posible evidenciar esto si se piensa en cómo interpretamos los cambios en nuestro cuerpo en diferentes situaciones. Un aumento repentino en su ritmo cardíaco cuando se está bailando con amigos no causa mucha preocupación. Sin embargo, al caminar solo a casa en la oscuridad, un aumento similar en la frecuencia cardíaca podría interpretarse como ansiedad.
Para comprender mejor estos efectos, los investigadores escanearon los cerebros de los ratones durante el experimento. Descubrieron que estaba involucrada un área del cerebro asociada con la percepción e interpretación de señales corporales, la corteza de la ínsula posterior. Cuando inhibieron esta área del cerebro, un aumento en la frecuencia cardíaca no resultó en un comportamiento ansioso.
La percepción es clave
En los humanos, la ínsula está asociada con un proceso llamado interocepción. Se trata de la autopercepción de las señales que provienen del interior del cuerpo. Esto incluye poder identificar y registrar señales como nuestro ritmo cardíaco, qué tan hambrientos estamos o qué tan urgentemente necesitamos ir al baño.
Muchas teorías sugieren que la interocepción puede jugar un papel en la emoción, particularmente en la ansiedad. Sin embargo, a pesar de una gran cantidad de investigación, solo recientemente el campo ha ganado atención y todavía hay pocas conclusiones claras sobre cómo la interocepción se relaciona exactamente con emociones como la ansiedad.
Al igual que en el estudio con ratones, la mayoría de los investigadores están de acuerdo en que los cambios en el cuerpo, como un aumento del ritmo cardíaco o un cambio en la temperatura corporal, contribuyen a la experiencia emocional.
Una persona que tiene dificultades para percibir este tipo de señales corporales o es extremadamente sensible a los pequeños cambios, puede tener dificultades con las emociones. Estas diferencias individuales en la precisión interoceptiva han sido de interés para muchos investigadores.
“Originalmente se pensó que una mejor precisión interoceptiva causaría más ansiedad -explicó Karl Deisseroth, del departamento de Bioingeniería y de Psiquiatría y Ciencias del Comportamiento de la Universidad Stanford en California, Estados Unidos-. En varios estudios, se pidió a los participantes que contaran los latidos de su corazón. Para determinar si eran precisos, su conteo se comparó con el número real de latidos del corazón. Si bien se pensó que un mayor conocimiento de los aumentos de la frecuencia cardíaca podría desencadenar sentimientos de pánico, la evidencia de esto no es clara”.
Bajo este paradigma, los especialistas creen que es más probable que otros aspectos de la interocepción sean más relevantes para la ansiedad. Por ejemplo, la evidencia sugiere que las personas ansiosas pueden prestar más atención a sus señales corporales. Si un individuo interpreta sus señales corporales como positivas, negativas o neutrales, también puede ser clave, y su enfoque puede estar determinado tanto por la genética como por las experiencias de la vida.
Investigaciones más recientes sugieren que las combinaciones particulares de precisión interoceptiva y atención pueden desempeñar un papel en la ansiedad. Por ejemplo, parece que las personas ansiosas prestan más atención a sus señales corporales que otras, pero también son menos capaces de percibirlas con precisión.
Pero aquí, para los especialistas se abre un campo de nuevos interrogantes. Por ejemplo, ¿las personas que son buenas para percibir señales corporales saben que lo son? ¿Las personas que tienden a interpretar las señales corporales de manera demasiado negativa son conscientes de que lo hacen?
“Comprender el perfil interoceptivo -aportó Deisseroth- podría ser relevante para la ansiedad. Si las personas entienden que su ansiedad puede deberse a que prestan demasiada atención a las señales corporales o las interpretan de manera negativa, entonces pueden hacer algo al respecto”.
“Las señales corporales parecen desempeñar un papel, pero la interpretación del contexto también es importante. Si bien aún no sabemos cómo y por qué las personas difieren en el procesamiento de las señales corporales, explorar estas diferencias puede ayudarnos a comprender y tratar mejor la ansiedad en el futuro”, concluyó el investigador.
El equipo de trabajo implicó también a Brian Hsueh, Ritchie Chen, YoungJu Jo, Daniel Tang, Misha Raffiee, Yoon Seok Kim, Masatoshi Inoue, Sawyer Randles, Charu Ramakrishnan, Sneha Patel, Doo Kyung Kim, Tony X. Liu, Soo Hyun Kim, Longzhi Tan, Leili Mortazavi, Arjay Cordero, Jenny Shi, Mingming Zhao, Theodore T. Ho, Ailey Crow, Ai-Chi Wang Yoo, Cephra Raja, Kathryn Evans, Daniel Bernstein, Michael Zeineh y Maged Goubran.
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