A medida que envejecemos, bajamos el ritmo de forma natural, lo que a menudo implica retirarse al sofá frente al televisor o con un libro. Pero cada hora que se pasa haciendo actividades sedentarias al día, entre los 60 y los 70 años, aumenta el riesgo de sufrir un ictus en un 14%, según advierte un estudio publicado en la revista JAMA Network Open.
Las personas que apenas se movían durante 13 horas o más de su jornada de vigilia tenían un 44% más de probabilidades de sufrir un ictus que las que pasaban menos de 11 horas sedentarias. Por el contrario, se comprobó que hacer sólo 25 minutos de ejercicio moderado al día, como caminar a paso ligero o andar en bicicleta, reducía el riesgo en más de un 40%.
Investigaciones anteriores han demostrado que el sedentarismo puede provocar la acumulación de material graso en las arterias, lo que a su vez aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares. La actividad física ayuda a reducir el riesgo de infarto al disminuir el colesterol y la presión arterial y reducir estos depósitos de grasa.
Expertos de la Universidad Estatal de San Diego colocaron dispositivos de seguimiento del movimiento a 7.607 hombres y mujeres estadounidenses, con una edad media de 63 años. Se pidió a los participantes que llevaran un acelerómetro montado en la cadera, que registraba cuánto se movían y a qué intensidad, durante una semana. Tenían que llevarlo puesto y colocado durante 16 horas durante el día, pero se les permitía quitárselo durante ocho horas por la noche mientras estaban en la cama.
Los resultados se utilizaron para calcular el tiempo medio que pasaban cada día de vigilia siendo sedentarios, realizando una actividad física ligera, como caminar por la casa, o más intensa, como hacer ejercicio en bicicleta o caminar a paso ligero. El sedentarismo se definió como estar sentado en una silla, tumbado en un sofá o incluso de pie durante mucho tiempo.
Los investigadores analizaron sus historiales médicos siete años después, durante los cuales se registraron 286 accidentes cerebrovasculares, y descubrieron que las personas más sedentarias -que apenas se movían durante 13 o más horas al día- tenían el mayor riesgo de sufrir un ictus. Tenían un 44% más de probabilidades de sufrir un ictus en un plazo de siete años, en comparación con las personas que eran sedentarias durante 11 horas o menos al día.
Los científicos calcularon que cada hora diaria extra de sedentarismo aumentaba el riesgo de sufrir un ictus en un 14%. Pero el autor principal del estudio, el doctor Steven Hooker, dijo que el hallazgo también mostraba que el riesgo de ictus podía reducirse con el ejercicio.
En la misma línea, se demostró que hacer tres horas y media de ejercicio ligero a la semana reduce el riesgo de ictus en un 26%, en comparación con moverse menos de dos horas al día. El ejercicio ligero puede incluir la realización de tareas domésticas o el paseo por la casa. Aun así, se registró un efecto protector aún mayor en las personas que realizaban una actividad física más intensa.
Las personas que realizaban 14 o más minutos de ejercicio moderado o intenso -como salir a caminar a paso ligero, andar en bicicleta o incluso trabajar en el jardín- vieron reducirse el riesgo en un 47%, en comparación con las personas que hacían menos de tres minutos al día. Para el Hooker, la cantidad óptima de ejercicio moderado para las personas de 60 años era de aproximadamente 25 minutos al día, según los datos.
El experto señaló que el estudio tenía algunas limitaciones, en primer lugar, que los acelerómetros montados en la cadera no registraban ninguna actividad física de cintura para arriba ni la posición en la que las personas eran sedentarias. Otra limitación era que estos sólo captaban una instantánea de siete días de los niveles de actividad de una persona, que podían cambiar durante el periodo de seguimiento.
Por último, los autores reconocieron que el pequeño tamaño de la muestra de accidentes cerebrovasculares no les permitió realizar un análisis por separado de los diferentes tipos de accidentes cerebrovasculares, isquémicos y hemorrágicos. El ictus isquémico, que representa el 80% de los accidentes cerebrovasculares, se produce cuando hay una obstrucción en un vaso sanguíneo que impide que la sangre llegue a parte del cerebro. El ictus hemorrágico, por su parte, se produce cuando un vaso sanguíneo se rompe, inundando parte del cerebro con demasiada sangre y privando a otras zonas de un suministro sanguíneo adecuado.
El ictus es una de las principales causas mundiales de muerte y discapacidad. En el Reino Unido se producen más de 100.000 derrames cerebrales al año, que causan 38.000 muertes. Alrededor de 1,3 millones de personas en el Reino Unido son supervivientes de un ictus. En Estados Unidos, más de 795.000 personas sufren un ictus cada año, de las cuales 137.000 mueren.
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