Boca arriba o abajo, o, bien, de costado. Aunque algunos pueden ser clásicos a la hora de recostarse y otros más creativos, un reciente estudio científico aseguró que la postura a la hora de dormir puede generar efectos positivos tanto en el cerebro como en la prevención de enfermedades, tales como la Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA). La investigación, realizada por científicos australianos, se realizó en ratones y resaltó que dormir de costado puede aumentar la función glinfática de limpieza cerebral y prever estas patologías. Cómo lo descubrieron y cuáles son los alcances de sus hallazgos.
El objetivo de los investigadores era conocer cómo funcionaba el sistema glinfático y cuál es su relación con la aparición de enfermedades neurodegenerativas, tales como la ELA, para la cual no existe cura. Con esto en mente, y con esta patología como primer objetivo, los científicos utilizaron un modelo animal, como son los ratones, los cuales fueron modificados genéticamente para expresar una proteína humana presente en los pacientes con esta enfermedad “destructora” de las neuronas motoras.
El sistema glinfático, término que fue instaurado por neurocientífico danés Maiken Nedergaard, es el encargado de eliminar los desechos del sistema nervioso central (SNC) y, para decirlo de forma sencilla, se posiciona de forma paralela a las arterias. Además, las células gliales protegen, nutren y aíslan las neuronas. Cuando este sistema no funciona de forma correcta, los residuos se acumulan en el organismo como “proteínas mal plegadas”. Este comportamiento biológico de “limpieza” tiene lugar cuando dormimos.
Los investigadores, pertenecientes a distintas universidades y entidades australianas, argumentaron en la investigación publicada en la reconocida revista Translational Neurodegeneration (con referato internacional y revisión de pares) que “múltiples líneas de evidencia sugieren un posible deterioro del sistema glinfático en la esclerosis lateral amiotrófica (ELA)”, ya que el organismo depende de cadenas de proteínas, compuestas por aminoácidos, que se alinean “para realizar tareas específicas como crear anticuerpos para combatir infecciones, apoyar células o transportar moléculas”. Por este motivo, los científicos se centraron en la calidad del sueño y en cuál es el propósito biológico de este accionar.
De qué se trató la investigación y cuáles son sus alcances
Para comprobar cuál era el comportamiento del sistema glinfático y, además, su vinculación con el surgimiento de la ELA, los científicos utilizaron ratones que habían sido modificados genéticamente para que su organismo exprese una proteína humana detectada en personas con esta enfermedad. Luego los dividieron en dos grupos: el primero fue alimentado con antibióticos que contrarrestaban la patología, el otro recibió “comida normal”.
Según explicaron los científicos, los ratones que ingirieron alimentos con antibióticos envejecieron de manera “normal”, mientras que los otros mostraron “signos clásicos de ELA, que incluyen deterioros musculares progresivos y atrofia cerebral”, ya que, en palabras de los expertos, se acumularon las proteínas humanas modificadas.
Para comprobar los resultados, los científicos australianos utilizaron resonancias magnéticas para evaluar las estructuras cerebrales de los ratones. Los hallazgos fueron determinantes, ya que los ratones que contaban con proteínas humanas acumuladas. Con lo cual, según señalaron, la limpieza que caracteriza al sistema glinfático fue menos efectiva.
Pero, más allá de la medicación, los expertos advirtieron que (según investigaciones previas) existen otros factores que pueden colaborar con el correcto funcionamiento de este sistema del organismo. Es por eso que afirmaron que se puede obtener un “aclaramiento glifático” cuando se ingieren ácidos grasos Omega-3, se consume alcohol de forma moderada (en altas dosis el efecto es contrario), se hace ejercicio o, por último, se duerme de lado.
Sobre este último punto se hizo un especial hincapié, ya que dormir de costado puede aumentar la función glinfática de limpieza cerebral. “Las razones de esto aún no se entienden completamente”, indicó David Wright, autor del estudio. Al tiempo que señaló que “posiblemente se relacionen con los efectos de la gravedad, la compresión y el estiramiento del tejido”.
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