Faltan pocos días para que el proyecto de Ley de Etiquetado de Alimentos -con media sanción del Senado y dictamen favorable de cuatro comisiones de Diputados que no introdujo cambios en el proyecto- dé el último paso y ¿se convierta en ley. Al menos, ya hay legisladores que anuncian que, en la última semana de agosto, cuando arranque la próxima sesión de la Cámara Baja, será el primer tema a tratar. También circulan vaticinios favorables: “Tengo mucha confianza que va a ser ley”, dijo esta semana la diputada nacional Cecilia Moreau, vicepresidenta del bloque del Frente de Todos.
La iniciativa, que busca establecer octógonos negros en los envases para informar la presencia de alto contenido de azúcar, sodio, grasas y calorías, generó un intenso debate en torno a si una norma de este tipo puede ayudar a guiar a los consumidores a cambiar hábitos, a tomar decisiones saludables, evitar el consumo de productos ultraprocesados y ayudar a revertir las crecientes tasas de obesidad y la prevalencia de enfermedades no transmisibles (ENT).
Para sumar evidencia científica a la discusión, asociaciones de consumidores, sociedades médicas y organizaciones de la sociedad civil hicieron un repaso de los estudios disponibles hasta el momento, ”libres de conflictos de intereses”, -subrayan- en los cuatro países de la región donde ya rigen leyes de etiquetado frontal de alimentos: Chile (2016), Perú (2018), Uruguay (2018), México (2020) y Brasil (2020).
Los trabajos más destacados dan cuenta de una disminución del 14% en la compra de cereales para el desayuno; 25% menos en la de bebidas azucaradas y 17% abajo en postres envasados. También muestran una reducción promedio de entre el 46 y el 62% en la exposición de publicidad de alimentos en preescolares y adolescentes; y la mayoría (90%) de las madres de preescolares, entienden y valoran positivamente los sellos de advertencia.
La experiencia en la región
Chile fue el pionero en la región en sancionar una ley de etiquetado frontal en 2012 que establece que los alimentos que tengan un exceso de nutrientes críticos deberán rotularse como “alto en calorías”, “alto en sal” o con otra denominación equivalente. La ley entró en vigencia el 27 de junio de 2016 y su implementación fue gradual.
“Las conclusiones de los estudios de evaluación de impacto de la política implementada en Chile representan la evidencia más clara de la efectividad del etiquetado frontal porque han demostrado una disminución en las compras de productos con altos niveles de nutrientes críticos”, señaló a Infobae, Victoria Tiscornia, licenciada en Nutrición y magister en Nutrición Humana e investigadora del área de políticas de alimentación saludable de la Fundación Interamericana del Corazón (FIC) Argentina.
Los resultados más relevantes
En 2018 se realizó una primera evaluación sobre su impacto a través de un estudio elaborado por el Instituto de Nutrición y Tecnología de Alimentos (INTA) de la Universidad de Chile, en conjunto con la Universidad Diego Portales, del mismo país, y la Universidad de Carolina del Norte de Estados Unidos.
El estudio, publicado en febrero de 2020 en la revista Plos Medicine, demostró que entre los años 2015 y 2017 la compra de bebidas con alto contenido en azúcar disminuyó en casi un 24%. Los investigadores analizaron datos nacionales sobre las compras de alimentos de los hogares chilenos antes y después de la implementación de la ley, examinaron los cambios en las compras de bebidas con alto contenido de azúcar, grasas saturadas, sodio o calorías y compararon las compras de bebidas observadas después de la implementación de la política con las compras esperadas si la política no se hubiera implementado.
Otro estudio realizado por los investigadores Cristóbal Otero (Universidad de California, Berkeley), Sebastián Otero, Joshua Kim y Nano Barahona (Universidad de Stanford), demostró que aumentaron las ventas de productos sin sellos y que se redujeron las ventas de productos con al menos un nutriente crítico en exceso. Los que más redujeron sus ventas fueron aquellos productos que recibieron sellos y las personas consideraban/entendían que no eran altos en nutrientes críticos. Es decir, aquellos por los cuales percibían que eran saludables previo a la implementación de la ley.
Una de las preguntas que se hicieron estos expertos es: “¿Ayudan las etiquetas a mejorar la alimentación y bienestar de las personas?” La respuesta que obtuvieron es que existe evidencia para creer que el etiquetado sí colabora en dicho objetivo, pues encontraron que la demanda por productos con sello disminuyó 26% relativo a productos sin sello.
Madres e hijos cambiaron hábitos
Además, se realizaron grupos focales con madres chilenas donde se encontró que cambiaron sus hábitos de compra de alimentos y bebidas a partir de la implementación del etiquetado frontal, principalmente en aquellos productos considerados saludables (por ejemplo, cereales para el desayuno, barras de cereales, yogures), al tener información que advierte que eran menos saludables de lo que pensaban.
En las conclusiones de este trabajo, publicado en febrero de 2019 en la Revista Internacional de Nutrición Conductual y Actividad Física (IJBNPA, por sus siglas en inglés), los investigadores señalan que “después del primer año de implementación, la regulación fue bien conocida por las madres de diversos NSE y diferentes edades de los niños. El grado de uso de las etiquetas de advertencia fue heterogéneo entre los participantes, pero la mayoría coincidió en que sus hijos, particularmente los más pequeños, tienen actitudes positivas hacia la regulación y se han convertido en promotores del cambio en sus familias”.
En México también rige desde 2020 una norma que prevé la impresión de octógonos en los envases de alimentos y bebidas con alto contenido en sodio, grasas y azúcares, y que prevé una aplicación por fases en 3 años. La primera fase entró en vigencia en junio pasado. A diferencia de la regulación chilena, en México los productos que contengan edulcorantes o cafeína también están obligados a tener una leyenda que especifique la presencia de estas sustancias, así como la advertencia de “evitar o no recomendable en niños”, como también establece la iniciativa argentina.
Un estudio realizado en México en el año 2020 sobre el impacto potencial del sistema frontal de advertencias en alimentos y bebidas, proyectó que la política podría reducir la prevalencia de la obesidad en un 14,7%, o en 1,3 millones de casos en 5 años y ahorrar US $1.8 mil millones en costos directos e indirectos.
En Uruguay, a pocos días de la entrada en vigencia de la norma de etiquetado se observó un importante nivel de utilización para decidir la compra de alimentos. Según una encuesta de Unicef y la Universidad de la República Uruguay, el 58% de las personas que indicaron haber visualizado rótulos frontales en un producto que iba a comprar, cambió su decisión de compra.
También, una revisión sistemática de estudios sobre diferentes tipos de sistemas de etiquetado frontal -publicada en mayo de 2020 en la Revista de Nutrición Humana y Dietética (JHND, por sus siglas en inglés) de la Asociación Dietética Británica (BDA, por sus siglas en inglés)- muestra que el uso del sistema de advertencia en comparación con productos sin etiquetado frontal de ningún tipo, condujo a reducciones significativas en las compras de productos con altos niveles de azúcar, calorías y sodio de los alimentos y bebidas.
Qué dice el proyecto de ley argentina
El proyecto de etiquetado frontal de alimentos, que es como se conoce popularmente a la iniciativa, se denomina formalmente régimen de “Promoción de la Alimentación Saludable”. En sus 24 artículos establece que las advertencias nutricionales en los envases serán octógonos de color negro con borde y letras de color blanco en mayúsculas con las leyendas “Exceso en azúcar”, “Exceso en sodio”, “Exceso en grasas” (saturadas y totales) y “Exceso en calorías”.
Entre otras medidas, estos envases no pueden tener información nutricional complementaria, logos o frases con publicidad, promoción, patrocinio o avales de sociedades científicas o asociaciones civiles, ni personajes infantiles, celebridades, deportistas o mascotas y la promesa de entrega de obsequios, premios ni regalos. Y no se pueden vender en las escuelas.
La autoridad de aplicación será el Ministerio de Salud de la Nación, pero los valores máximos de calorías, azúcares totales, grasas saturadas y sodio deberán cumplir con el perfil de nutrientes de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) –aprobado en octubre de 2014-, que es justamente una herramienta para clasificar los alimentos procesados y ultraprocesados con exceso de nutrientes (el modelo no se aplica a los alimentos frescos, naturales o mínimamente procesados).
Sobre el perfil de nutrientes existen reparos centrados en que el modelo de sellos negros no muestra los aspectos positivos de los alimentos, los estigmatiza, genera efectos económicos negativos en cuanto a la fabricación y empaquetado de la industria alimenticia, en especial en las pymes; no es suficiente para cambiar las conductas alimentarias de la población y los estudios realizados son limitados y no evalúan el impacto en la dieta de la población.
“El perfil de nutrientes de la OPS es extremadamente exigente en sus umbrales, de manera que llegaría a aplicarse al 91% de los productos envasados, y no es cierto que todos esos productos sean poco saludables, afirma a Infobae Sergio Britos, director del CEPEA (Centro de Estudios sobre Políticas y Economía de la Alimentación, postura que también comparten la Sociedad Argentina de Nutrición (SAN) y la Asociación Argentina de Tecnólogos Alimentarios (AATA), entre otras entidades.
Estudios en Argentina
En Argentina, FIC Argentina realizó una encuesta a más de 700 adultos donde se comparó, en términos de percepción de saludable e intención de compra, el impacto de los tres sistemas de etiquetado frontal: advertencias -como el de los octógonos negros-, NutriScore, que cuenta con cinco colores y escalas, desde verde hasta rojo, pasando por distintos tonos; y el sistema de guías diarias de alimentación (GDA), que consta de íconos gráficos en color para visualizar el valor diario (%VD) de los nutrientes críticos.
Los resultados principales reflejan, por un lado, que el sistema de advertencia es el que más ayuda a percibir a un producto con exceso de azúcar, grasas y/o sal como un producto no saludable. Por otro lado, el estudio muestra que las advertencias son las que reducen en mayor medida la intención de compra de productos con alto contenido de nutrientes críticos en todos los niveles educativos. Estas conclusiones son consecuentes con otra investigación local que el Ministerio de Salud de la Nación publicó en 2020.
Otro estudio de FIC Argentina evaluó el nivel de acuerdo de los distintos perfiles nutricionales implementados en la región con las Guías Alimentarias para la Población Argentina (GAPA) y concluyó que el perfil de OPS es el más adecuado para ser considerado en una política de etiquetado frontal en Argentina por presentar el mayor nivel de acuerdo con las GAPA. Con esa conclusión también coincide una investigación del Ministerio de Salud de la Nación, publicada el año pasado.
La campaña #EtiquetadoClaroYa!
En los últimos meses, los pedidos para que el proyecto se trate en Diputados comenzaron a multiplicarse en posteos, stories, tuittazos masivos y mensajes directos a las diputadas y los diputados.
Desde los hashtags #DeFrente, EtiquetadoClaroYa!, PonganFechaYa! en las redes sociales hasta las intervenciones de protestas en el Rosedal o el frente del Congreso Nacional, organizada por Sanar (Sociedad Argentina de Nutrición y Alimentos Reales) y acompañada por distintas organizaciones como Consumidores Argentinos, Fundeps (Fundación para el Desarrollo de Políticas Sustentables) y Fragan (Federación Argentina de Graduados en Nutrición), entre otras.
Con peluches y juguetes vendados denuncian que “muchos de los productos comercializados y publicitados para niñas y niños esconden exceso de nutrientes críticos, como azúcares, sodio, grasas. Y advierten que “esconden riesgos para su salud”. En ese sentido, Ignacio Porras, licenciado en Nutrición y director de Sanar, reclama que “Argentina necesita avanzar en un etiquetado frontal simple y claro, que nos advierta sobre lo que comemos y así elegir con información la alimentación de las niñas y niños”.
La posición de la industria
El proyecto de ley generó un fuerte rechazo en la industria alimentaria, sector que vaticina consecuencias económicas y confusión en los consumidores. La Coordinadora de las Industrias de Productos Alimenticios (COPAL), que nuclea y representa a casi la totalidad de los sectores que conforman la industria de alimentos y bebidas de Argentina, asegura que quiere ser parte de la solución solución y advierte que el modelo de etiquetado propuesto por la ley “demoniza” a los alimentos y constituirá “una traba para una industria que no solo alimenta a argentinos, sino que también exporta al mundo”.
Contraargumentos
A modos de síntesis, la asociación Consumidores Argentinos enumeró los principales cambios que la ley de etiquetado generó en la región, información que publicó en varias placas gráficas en sus redes sociales:
La población reconoció los alimentos de mejor calidad.
Las infancias están menos expuestas a estos productos.
Algunas empresas y productos innovaron con estrategias publicitarias del tipo “no tenemos octógonos”, fomentando la competencia con alimentos saludables.
Las diferentes fases del etiquetado no tuvieron efecto en la evolución del salario y el empleo.
El etiquetado no provocó caída de los salarios reales ni del nivel de empleo en la industria.
Si hubo cambios generados en un sector específico, fueron compensados en otros sectores de la manufactura.
Los productos que modificaron su composición para evitar los sellos, ahora tienen mejores características que sin un sistema de etiquetado.
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