Cuatro trucos para saber si el pollo está en mal estado

La calidad del pollo no siempre es visible a simple vista, pero hay señales que pueden evitar sorpresas desagradables

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El pollo es un alimento habitual en la dieta de la sociedad mexicana. (VICTORIA VALTIERRA/CUARTOSCURO)
El pollo es un alimento habitual en la dieta de la sociedad mexicana. (VICTORIA VALTIERRA/CUARTOSCURO)

El pollo es una de las proteínas más consumidas en México debido a su versatilidad y valor nutricional, además de que en la gastronomía nacional se prepara de diversas maneras, como en caldo, asado, a la plancha, rostizado o empanizado por lo que es muy probable que consumamos esta proteína al menos una vez a la semana.

Es por ello que este producto puede comprarse en diferentes lugares como locales familiares con tradición en el oficio, distribuidoras o en centros comerciales donde se encuentra empaquetada y lista para cocinarse.

Sin embargo, debido a la alta demanda de esta ave es importante que los consumidores sepan identificar la calidad de la carne.

Cómo identificar el estado de la carne de pollo

La calidad del pollo puede identificarse prestando atención a sus características. (Imagen ilustrativa Infobae)
La calidad del pollo puede identificarse prestando atención a sus características. (Imagen ilustrativa Infobae)

Saber reconocer la calidad del pollo evitará malas compras que puedan poner en riesgo tu salud. La directora de servicios del Centro Médico Banner del E. Webb, Heather Denilson, recomienda prestar atención a las siguientes características antes de comprar pollo.

Lee la etiqueta: si compraste el pollo crudo en un supermercado, el empaquetado debe de contar con una etiqueta con el precio e información del producto, ahí encontrarás la fecha de caducidad programada.

Es importante tomar en cuenta cuándo tienes pensado cocinarlo, ya que crudo y refrigerado puede mantenerse en buenas condiciones entre tres y cuatro días.

Revisa el color: el pollo fresco debe presentar un tono rosa claro, y las partes grasas deben ser de color blanco. Este aspecto es un signo de que el producto está en buen estado y apto para el consumo. Sin embargo, cuando tiene un tono amarillento, se desvanece o cambia a un color grisáceo, es una advertencia de que no debe consumirse.

Al comprar pollo congelado, verifique si hay señales de descongelación y recongelación. “Esto podría ser manchas de líquido en el empaque y líquidos congelados en el alimento o dentro del empaque”, compartió Denilson en el blog de salud, Banner Health.

Huele el producto: el olor es uno de los indicadores más evidentes de que el pollo podría estar en mal estado. Un aroma extraño y desagradable, similar al de los huevos podridos, es una señal de alerta que no debe ignorarse ya que este olor indica que el pollo comenzó a descomponerse y podría estar contaminado con bacterias peligrosas.

Revisa la textura: el pollo crudo puede tener una textura algo viscosa de manera natural, pero si esta sensación persiste tras limpiarlo y secarlo, es una señal de que el producto ya no es apto para el consumo. Además, si el pollo se siente pegajoso o seco debido a la quemadura del congelador, es recomendable desecharlo.

Si se detecta alguno de estos signos en el pollo, es recomendable no consumirlo para evitar posibles problemas de salud. La prevención y el manejo adecuado de los alimentos son clave para disfrutar de comidas seguras y saludables.

¿Es bueno lavar el pollo antes de cocinarlo?

Aunque lavar los ingredientes de la comida suele ser bueno, en el caso el pollo no es la mejor opción. (Canva / Bachoco)
Aunque lavar los ingredientes de la comida suele ser bueno, en el caso el pollo no es la mejor opción. (Canva / Bachoco)

El Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) aconseja evitar el lavado de pollo antes de cocinarlo debido a los riesgos de contaminación cruzada. La cocción adecuada del pollo a una temperatura interna de 74°C garantiza la eliminación de bacterias dañinas sin necesidad de lavarlo previamente.

Cuando se lava el pollo bajo el grifo, las salpicaduras de agua pueden dispersar las bacterias patógenas presentes en la superficie del pollo, como la Salmonella y Campylobacter, a las superficies de la cocina, utensilios y otros alimentos, aumentando el riesgo de intoxicaciones alimentarias. Estas bacterias pueden adherirse a manos, tablas de cortar, fregaderos y textiles de cocina, lo que facilita su propagación.

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