La sal, también conocida como cloruro sódico o NaCl, es un ingrediente indispensable en nuestra alimentación. No solo hace nuestra comida más apetecible, sino que, además, el sodio está implicado en procesos vitales tales como la retención de agua en el organismo. No obstante, hace décadas que los científicos advierten de los riesgos para el corazón de preparar platos con demasiada sal o consumir regularmente alimentos salados.
Son muchos los expertos y los informes de organismos oficiales que alertan sobre el consumo excesivo de sodio. Algunos estudios han demostrado que dietas altas en sal pueden deteriorar la función arterial, aumentar la rigidez de las arterias, y reducir la capacidad del corazón para bombear sangre eficientemente, efectos que pueden contribuir al desarrollo de enfermedades cardíacas.
La creciente preocupación por la salud por parte de los consumidores hace que la industria alimentaria se vea obligada a innovar para producir alimentos cada vez más saludables. Por tanto, es muy habitual encontrar alimentos que se definen como ‘bajos en sal’ en los lineales de los supermercados, algo que puede atraer a aquellos que busquen reducir su consumo y seguir, en líneas generales, una dieta equilibrada.
Pero, ¿qué de cierto hay en estas afirmaciones, esas llamativas frases que leemos en los empaquetados de nuestros alimentos? A esta pregunta responde en su libro ‘Comida Fantástica’ la periodista especializada en alimentación y salud Laura Caorsi.
En su libro, la experta reflexiona sobre la importancia de saber leer correctamente los datos de información nutricional que aparecen en los envases. Estos, sumados a lo que podemos interpretar en las listas de ingredientes, son, según Coarsi, “una herramienta poderosa para eludir las fantasías alimentarias” y conocer de una forma más realista lo que encontraremos dentro de los envases.
En ocasiones, los reclamos publicitarios, disfrazados de afirmaciones nutricionales, pueden llevarnos al desengaño. Es de máxima importancia, explica la experta, que conozcamos lo que realmente quieren decir expresiones como ‘ligero’, ‘light’, ‘contenido reducido en grasa’, ‘contenido reducido en azúcar’ o ‘contenido reducido en sal’, enunciados que pueden confundirnos a la hora de elegir los productos en nuestro supermercado.
Cuando leemos el término ‘reducido en’, en un primer momento podríamos pensar que el producto tiene pocas grasas, azúcares o sal. “Pero no es así”, avisa la experta. Lo que de verdad significan estos mensajes es que el producto tiene menos grasas, azúcares o sal en comparación con un producto de similares características. La ley exige que, para que un artículo defienda expresiones de este tipo, debe tener un 30% menos de este componente, excepto para el sodio, un nutriente para el que se admite una diferencia del 25%.
Por lo tanto, si leemos en una etiqueta o envase la expresión “contenido reducido en sal”, por ejemplo en el caso de una lata de atún, significa que esa versión tiene, como mínimo, un 25% menos de sal que el producto original elaborado por el mismo fabricante.
Alimentos “bajos en sal”
La norma europea sobre esta cuestión, el Reglamento N.º 1924/2006 del Parlamento Europeo relativo a las declaraciones nutricionales y de propiedades saludables en los alimentos, establece las normas para otros términos relativos al contenido de sal o sodio en los alimentos.
- “Bajo contenido en sal/sodio”: alimentos con menos de 120 mg de sodio (o 300 mg de sal) por cada 100 g.
- “Muy bajo contenido en sal/sodio”: alimentos con menos de 40 mg de sodio (o 100 mg de sal) por cada 100 g.
- “sin sal/sodio”: alimentos con menos de 5 mg de sodio (o 12,5 mg de sal) por cada 100 g.