Tabasco, salsa verde, chili... El sabor picante encuentra su hueco en múltiples salsas acordes a todos los gustos. El compuesto de la capsaicina es el responsable de dotar de un intenso sabor ardiente a las salsas picantes y, por ende, a los platos que estas acompañan. Es probable que los amantes de estas preparaciones culinarias hayan escuchado más de una vez que este alimento conlleva una serie de efectos para el organismo, pero ¿qué hay detrás de ello?
Es cierto que la capsaicina puede estimular la producción de ácido clorhídrico en el estómago, lo que facilita el proceso digestivo. Según la nutricionista Judith Torrell, este efecto ayuda a descomponer los alimentos de manera más eficiente, promoviendo una digestión adecuada y previniendo problemas como la sensación de pesadez o indigestión.
La capsaicina tiene también propiedades antimicrobianas que ayudan a combatir bacterias nocivas presentes en los alimentos, como la Helicobacter pylori, que está asociada con la gastritis y las úlceras gástricas. Aunque no es un tratamiento, su consumo moderado podría reducir el riesgo de infecciones bacterianas.
Las salsas picantes pueden mejorar el flujo sanguíneo en el estómago, lo que favorece el transporte de nutrientes y oxígeno hacia los tejidos. Esto contribuye al buen funcionamiento del sistema digestivo y a una mejor regeneración de las mucosas gástricas.
Aunque parezca contradictorio, la capsaicina puede actuar como un analgésico natural al liberar endorfinas, sustancias químicas que reducen la percepción del dolor. Este efecto es particularmente útil en dosis controladas y en personas con buena salud estomacal, como explica la experta.
Cuándo evitar el consumo de salsas picantes
A pesar de sus beneficios, las salsas picantes pueden ser perjudiciales para quienes padecen ciertas condiciones de salud, según recoge la nutricionista. En personas con gastritis, el revestimiento del estómago está inflamado y sensible. La capsaicina puede irritar aún más esta mucosa, aumentando el dolor, el ardor y la acidez. Si bien las salsas picantes estimulan las secreciones gástricas, en este contexto, este efecto resulta contraproducente y agrava el malestar.
Las úlceras son heridas en la mucosa del estómago o del duodeno que pueden sangrar o causar dolor intenso. La capsaicina puede exacerbar la irritación de estas lesiones, dificultando su cicatrización y empeorando los síntomas.
Las personas con síndrome del intestino irritable (SII) pueden experimentar dolor abdominal, diarrea o estreñimiento como respuesta a ciertos alimentos. Las salsas picantes suelen ser un desencadenante común, ya que la capsaicina puede irritar las paredes intestinales sensibles y aumentar la motilidad intestinal, causando incomodidad.
Aunque el hígado no está directamente relacionado con la digestión del picante, los trastornos hepáticos, como la cirrosis o la hepatitis, pueden requerir una dieta baja en alimentos irritantes. Esto se debe a que el hígado desempeña un papel importante en el metabolismo de ciertos compuestos presentes en las salsas picantes.
Según Torrell, el picante también puede irritar las hemorroides y causar molestias al evacuar pues, aunque no es un factor causal directo, su consumo puede intensificar los síntomas de ardor y dolor en personas que padecen esta condición.